Liliana Kaufmann

Soledades


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autismo secundario. Este libro nos introduce en el segundo de los casos. Y en el esfuerzo por tratar de encontrar lo aparentemente inexplicable de su inquietante soledad.

      En general, los estudios científicos de los patrones de conductas que los autistas utilizan para aislarse se han orientado desde perspectivas que tienen en cuenta puntos de vista psíquicos, cognitivos o de conexiones neurológicas. En contraste, se ha investigado poco sobre los procesos inconscientes que regulan las conductas de los padres cuando detectan los primeros signos que indican serios déficits de relación social en el hijo, y cómo esa realidad psíquica, a su vez, modifica los distintos tipos de experiencias subjetivas del niño y la forma que tiene de expresarlas. Así que en numerosos casos se obtiene una visión parcial del problema, porque resulta complejo distinguir cuáles manifestaciones de aislamiento del niño son previas a los modos de relación que los padres establecieron con él, y cuáles están codeterminadas por las primeras experiencias materno-paterno-filiales.

      A mi entender, una nueva perspectiva del problema del diagnóstico y tratamiento del autismo infantil se define a partir del establecimiento de un nexo de relación intersubjetivo entre niños inicialmente poco conectados empática- mente y sus padres. De ahí el interés por la publicación de este libro.

      Soledades, las raíces intersubjetivas del autismo señala un nuevo significado del síntoma crítico del autista: la “atrincherada” soledad, a partir de un pensamiento crítico avalado por enunciados de distintos enfoques teóricos y mediante la puesta a prueba de la práctica clínica. Se basa en los resultados de una investigación presentada para una tesis de doctorado en la Universidad de Ciencias Sociales y Empresariales (UCES, Buenos Aires, Argentina).1

      Reflexiono sobre uno de los grandes problemas éticos que origina el diagnóstico de autismo, particularmente cuando se trata del de un niño pequeño y está lleno de certidumbres tales como que los autistas ignoran los sentimientos de sus padres, que no comprenden las formas con las que se dirigen a ellos y que se trata de una patología incurable.

      Con el claro propósito de revisar estos puntos de inflexión, en primer término, formulo una serie de interrogantes acerca de la naturaleza y el alcance de las teorías que se sostienen al respecto con mucha seguridad. Luego se produce la dilucidación a través de un caso paradigmático. Se trata del tratamiento de dos niños de dos años de edad diagnosticados como autistas por distintos profesionales. Será contrastado con otros casos que tienen en común la edad cronológica y el momento de aparición de los primeros signos clínicos de autismo.

      Se ofrece la idea de que los padres deben abandonar la tendencia a mirar al hijo según los elementos del diagnóstico, con miras a fundar una nueva imagen y lograr percibirlo como un semejante, es decir, que los padres vean reflejados en su hijo los rasgos de su propio mundo interno.

      Con este espíritu, todos los capítulos reunidos en la primera parte del libro revelan formulaciones míticas, literarias, históricas, teóricas, y hechos clínicos que clarifican ideas y amplían referencias que generan nuevas conceptualizaciones sobre el angustioso aislamiento que lleva al niño autista a una atrincherada soledad.

      En la segunda parte se explican los ejes metodológicos de la investigación que dio sustento a este libro, y, además, se desarrollan los pasos de elaboración de la grilla IDEA R-K (Inventario de Espectro Autista Revisión Kaufmann), instrumento diseñado para poder valorar en forma cualitativa los tramos de los procesos clínicos de los pacientes estudiados.

      La tercera parte del libro incluye en forma sintética las conclusiones generales.

      Este libro está pensado para profesionales de la salud afines a la infancia –médicos, psicólogos, psicoanalistas, psicopedagogos, fonoaudiólogos, psicomotricistas, etc.– y también para educadores y padres. Ellos encontrarán en estas páginas formulaciones teórico-clínicas que rompen con el estereotipo del niño autista y el de sus padres que las diferentes teorías fueron proponiendo a lo largo del tiempo. De hecho, la intención es que los cuestionamientos sobre este tema puedan continuar a partir de las hipótesis aquí formuladas e iniciar el camino de una práctica clínica innovadora.

       PARTE I

       Capítulo 1. El mito de la soledad del autista

       Hay algo de autista en los dioses naturales del Olimpo, Apolo, Artemio y Anatema, avanzan rodeados de una aureola. Contemplan el mundo cuando deben golpearlo, pero si no su mirada es lejana, como dirigida a un espejo invisible donde encuentran su figura separada del resto.

       CALASSO (1990: 53)

      El autismo no es un fenómeno moderno; la historia de la psiquiatría infantil registra desde 1799 a niños que juegan en soledad y no logran establecer ningún lazo social. Desde mediados del siglo pasado, su historia puede ser leída a partir de un rasgo persistente: el esfuerzo por encontrar su causa. La causa de la profunda soledad en la que parecen sumergirse los pequeños cuando se aíslan a través de diferentes formas, sea rechazando o ignorando el contacto de las personas que se les acercan; tapándose los oídos cuando se les habla; quedándose inmóviles con la mirada fija en un punto, sin que nada ni nadie los haga parpadear, o mirando los movimientos de sus dedos que, como alitas atadas –atadas a sus propias manos– no pueden remontar vuelo.

      Por otra parte, quien estudie en profundidad el tema logrará advertir que mucho antes de que los textos científicos se refirieran al autismo, el mundo del mito ya hacía referencia a extraños personajes que preferían vivir en soledad. ¿Pero podemos decir por ello que en las antiguas comunidades humanas han existido casos de autismo? Si ahondamos en las numerosas tradiciones mitológicas, esas creaciones narrativas con las que el hombre intentaba comprender todo fenómeno vivido como extraño, inmanejable o fuera de la lógica cotidiana, podríamos conjeturar que sí, pues resultan ser arquetipos fantásticos del conjunto de signos autistas estudiado luego por la ciencia. Aunque no basta con mencionar las narraciones míticas también algunos de los cuentos populares infantiles expresan formas de ser que reclaman ser traducidas a partir de la explicación de algunas conductas aún no del todo develadas.

      De ahí que se desplegará un diálogo entre el mundo del mito, los cuentos populares infantiles y el ámbito de la ciencia, con la intención de que se aproximen y converjan.

      ¿Cuál es el objetivo? Obligarnos a agudizar nuestra mirada sobre un tema cargado de magnetismo, por lo enigmático y lo irresuelto de las argumentaciones lógicas, también debido al incremento de casos detectados en los últimos años.1

       Las historias míticas siempre son fundadoras.

       CALASSO (1990: 162)

      Uta Frith (1991), al tratar de responder desde cuándo existe el autismo, señala que si se leen con detenimiento algunos cuentos tradicionales infantiles pueden encontrarse en ellos indicios de que desde hace mucho tiempo existirían personas autistas. Frith basa su suposición en el hecho de que los cuentos de hadas –entre otros– son relatos elaborados para otorgar un sentido a las experiencias de la vida; por lo tanto, la presencia de personajes con serias dificultades para establecer relaciones sociales sugiere que en la vida real hubo casos en los que se inspiraron tales cuentos.

      Resulta prototípico el caso de La bella durmiente del bosque, que a mediados de 1600 recoge el napolitano G. Basile de la voz popular. Este relato describe a una joven cuyo sueño, como consecuencia de la ingesta de un tóxico, es tan profundo que no se despierta ni cuando un noble la deja embarazada ni durante el parto en el que nacen sus gemelos. Recién cuando el bebé succiona de su dedo ella vuelve a la vida normal.

      Más adelante, Perrault da una forma menos cruel a la misma historia, hasta que recién