Osho

Dijo el Buda...


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      Un pratyeka-buddha abre camino… pero no para los demás, recuérdalo. Se mueve y el sendero se crea a través de su movimiento… una vereda en la selva. Como él avanza, otros le siguen; es asunto de ellos, porque a él no le importa. Es un viajero solitario, y cree que lo que le sucede a él puede acontecerle a los demás.

      Cuando el propio Buda se iluminó tuvo ambas opciones frente a sí: convertirse en un buda o en un pratyeka-buddha. Permaneció quieto durante siete días: ante él tenía todas las posibilidades para elegir ser un pratyeka-buddha. De haber sido así, toda la humanidad se habría perdido algo de inmenso valor.

      Se dice que Brahma descendió con todos los dioses del cielo… es una hermosa parábola. Se postraron a los pies del Buda y le suplicaron: «Abre tus ojos y enséñanos lo que has descubierto». Pero el Buda dijo: «¿Qué sentido tiene? Si yo lo he descubierto, otros también podrán». Se inclinaba hacia la opción de ser pratyeka-buddha. Su lógica era perfecta: si yo lo he descubierto, también podrán los demás. «Y –dijo–, aunque enseñe, sólo me escucharán quienes quieran escuchar. Sólo quienes estén dispuestos a ir, vendrán. Pero también pueden ir sin mí. Y quienes no estén dispuestos a ir, no escucharán porque no acudirían ni aunque me pusiese a gritar desde los tejados de las casas. ¿Para qué molestarse?».

      Los dioses hablaron entre sí acerca de qué podían hacer, sobre cómo convencer a este hombre. En el universo había aparecido una gran oportunidad, y si se convertía en pratyeka-buddha, el mensaje volvería a perderse. Sí, desde luego, habría unos cuantos que volverían a descubrir el camino, pero existía la posibilidad de hacer una superautopista de ese sendero. Una vereda puede desaparecer rápidamente comida por la vegetación. Debía prepararse de tal manera que la gente pudiera seguirla durante siglos, y que la vegetación selvática no la destruyese, no volviese a ocultarla. Hablaron y discutieron entre ellos, y dieron con un argumento.

      Volvieron ante el Buda y le dijeron: «Has de enseñar, porque hemos estado observando este mundo. Sí, tienes toda la razón, son muy pocos los que te seguirían de inmediato. Y sabemos que precisamente son los que hallarían el camino, aunque no dijeses nada… un poco más tarde, tal vez teniendo que dar unos pasos más, pero lo descubrirían; estamos seguros, porque ya están buscando. Así que tal vez la enseñanza les haría llegar antes al objetivo, pero nada más… tienes razón.

      »También están los que no escucharían –son millones, lo hemos visto, hemos mirado en los corazones de la humanidad–, los que hacen oídos sordos ante cualquier persona como tú. Así que hablar con ellos no tiene sentido. Pero también hemos visto a algunos que están entre ambas posturas, merodeando en la divisoria. Ésos no irán si tú no hablas. Y si les hablas te escucharán y reunirán el valor necesario. Así que, por favor, aunque sólo sea por esos pocos…»

      Y el Buda no se lo pudo discutir, tuvo que admitirlo, y se convirtió en un buda y abandonó la idea de ser un pratyeka-buddha.

      Buda es quien ha hallado su camino; no sólo eso: ha creado ese sendero de manera que otros muchos puedan recorrerlo… que siente una tremenda compasión por los demás, por todos esos seres humanos que luchan palpando en la oscuridad.

      «Es mejor alimentar a uno de los budas tanto del presente como del pasado o del futuro que a diez mil millones de pratyeka-buddhas.

      »Es mejor alimentar a uno que está por encima del conocimiento, de la unilateralidad, de la disciplina, y de la iluminación, que a cien mil millones de budas del pasado, presente y futuro.»

      Y luego pasa al último punto, al punto cero, incluso más allá de un buda. Para el intelecto humano el último punto sería un buda. Por eso llamamos “el Buda” a Siddhartha Gautama, porque eso es todo lo lejos que llega el lenguaje. Pero hay un punto más allá del lenguaje, un punto inexpresable, más allá de los símbolos, inefable: el Buda lo llama ir más allá incluso de un buda.

      Entonces uno ni siquiera piensa que está iluminado, no tiene disciplina, ni carácter. Entonces uno no es… uno es espacio vacío.

      Porque en un buda al menos anida un pequeño deseo de ayudar a los demás, una compasión por los demás. Pero eso también sería una sujeción. Eso significa que el Buda todavía piensa: «Los demás son y yo soy, y yo puedo ayudar a los demás». Todavía existe la sutil divisoria entre “yo” y “tú”, entre “mí” y “tú”.

      Dice el Buda que el último punto es un punto cero donde desaparece todo conocimiento, toda experiencia –incluso la del nirvana–, porque no hay nadie para experimentar. Es difícil hablar al respecto, sólo son posibles las descripciones negativas.

      «Es mejor alimentar a uno que está por encima del conocimiento, de la unilateralidad, de la disciplina y de la iluminación que a cien mil millones de budas del pasado, presente y futuro.»

      En ti están todas esas posibilidades. Por lo general existes como una mala persona, y por ello existes en el escalón inferior, en el más bajo. Intenta ser un buen hombre. Es mejor que ser uno malo, pero no creas que ése sea el objetivo… Es simplemente comparativo, es relativo.

      Así me lo han contado:

      El mulá Nasrudín se enamoró de una mujer. Fue a ver al padre de la muchacha y pidió que le concediese la mano de su hija. El padre estuvo totalmente dispuesto, y dijo:

      –Me hace muy feliz, no tengo nada en contra, pero mi esposa no va a estar de acuerdo. Le parece que con todo ese pelo tan largo, tipo hippie, con su estilo de vida poético y con su indumentaria unisexo, parece usted afeminado.

      El mulá pensó un rato y dijo:

      –Y tiene razón… comparado con ella.

      Todo es comparativo. El hombre bueno es bueno comparado con el malo, pero comparado con el religioso, es igual que el malo. El sannayasin es bueno en comparación con la persona religiosa, ¿pero cómo compararle con un skridagamin?… y lo mismo pasa con todo lo demás.

      Cuanto más se recorre el camino interior, más altos son los picos que se ven. Nunca te contentes a menos que hayas alcanzado el último de ellos, el primordial. Y el primordial está más allá de allende… donde nada existe o donde sólo resta pura existencia.

      Esa pureza es el objetivo y en esa pureza te haces uno. Hasta realizar esa pureza persiste la dualidad, primero de manera grosera, y luego sutil, y más tarde de forma muy, muy sutil. Primero en el consciente, luego en el inconsciente, pero sigue; luego incluso persiste en el supraconsciente… creando sombras.

      Así que recuérdalo, el objetivo es desaparecer por completo. El objetivo es trascender toda dualidad, toda definición. El objetivo es ser uno con el todo.

      Basta por hoy.

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