de los primeros reyes de la ciudad, donde se desarrollaban ceremonias religiosas, estaba en la Acrópolis. Estos reyes míticos (Cécrope, Jon, Egeo, Teseo, Codro) eran considerados divinidades antes de que se adoraran los doce dioses del Olimpo. Teseo logró unificar todos las colonias del Ática en una ciudad organizada, con Atenas como capital.
De la época arcaica al período clásico: el desarrollo de la democracia
Después de Codros, se abolió el reinado hereditario y la Acrópolis se convirtió en un lugar sagrado donde se concentraban los templos y los monumentos. La ciudad antigua abarcaba dentro de sus murallas tres grandes colinas: la Acrópolis, el Areópago y la de Pnyx. El Licabeto no estaba incluido en este recinto. El barrio que se encontraba al norte y al noreste de la Acrópolis se llamaba Cerámica e incluía el Ágora y el Stoa Poecile. Detrás de las murallas, la Cerámica se transformaba en necrópolis. La posición geográfica de la ciudad favoreció el desarrollo de una comunidad próspera. Abundaban olivos, higueras y viñas.
Las montañas protegían la ciudad de una invasión repentina y los tres puertos naturales del Ática fomentaban el comercio marítimo. Solón, en el siglo VI a. C., tomó las primeras medidas que permitirían el desarrollo de la democracia. En efecto, suprimió la necesidad de tener un origen aristocrático para ejercer el poder político. Estas reformas provocaron el descontento de las clases privilegiadas y el ascenso al poder del tirano Pisístrato.
Pero el gran reformador de la Constitución y padre del régimen democrático fue Clístenes, que accedió al poder en el 508 a. C. La asamblea del pueblo, la ekklesía, se reunía una vez al mes en la colina de Pnyx; cada ciudadano podía intervenir y proponer proyectos de ley.
Los representantes del Senado (Boulé de los 500) ya no eran elegidos sino que se sorteaban, cincuenta por cada tribu. Su papel era preparar el trabajo de la Asamblea y hacer frente a las cuestiones urgentes. El Ekklesía del Demo no solo controlaba la legislación, sino también la justicia. Clístenes restableció también la práctica del ostracismo hacia los individuos que dañaban el bien público. Un aspecto original de la democracia ateniense era que cada ciudadano se convertía, al menos una vez en su vida, en miembro del Senado durante un año.
El siglo de Pericles: el nacimiento de los monumentos de la Acrópolis
El esplendor ateniense alcanzó su apogeo en el siglo V a. C. durante el tiempo de Pericles. Este, utilizando el talento del escultor Fídias, hizo construir la ciudad dotándola de templos de mármol decorados con magníficas estatuas. En ese momento, la Acrópolis tomó la forma con la que la conocemos actualmente. Ictino, Mnesicles y Calícrates fueron los arquitectos que contribuyeron a modelar la nueva imagen de la ciudad. Pero las casas del pueblo eran muy pobres. Los atenienses eran mucho más generosos con las divinidades que con ellos mismos, probablemente porque pasaban gran parte de su vida en el exterior, sobre todo en el Ágora, centro de conversaciones, disputas políticas y chismorreos.
De la guerra del Peloponeso al período helenístico: la unidad griega
La guerra del Peloponeso y la derrota de Atenas acabaron con el milagro griego, al tiempo que iniciaron un período de influencia cultural. Sócrates, Platón, Aristófanes y Tucídides vivieron en esa época. Quizás la injusta condena de Sócrates a beber cicuta marcó simbólicamente el inicio del declive de la ciudad que en el 338 a. C. fue conquistada por Felipe II, padre de Alejandro Magno. Pero la unidad de las ciudades griegas, lograda por Alejandro, no le sobrevivirá.
El período romano: el renacimiento de la arquitectura
Dos siglos después, en el 146, Atenas se sometió a los romanos. El emperador Adriano, en el siglo II, dotó a la ciudad de nuevos monumentos como el Olimpeion y la biblioteca; en la misma época, Herodes Ático construyó el famoso Odeón donde todavía hoy se pueden ver representaciones teatrales y musicales.
El período bizantino: el desarrollo de la Iglesia Ortodoxa
En el año 395, Atenas pasó a formar parte del Imperio Bizantino. Poco a poco, las escuelas filosóficas fueron cerrando y los templos se transformaron en iglesias cristianas. Después de la caída de Constantinopla, Atenas quedó bajo el dominio de los francos y después la de los catalanes, los napolitanos y los venecianos. Los turcos, que conquistaron la ciudad en 1456, transformaron el Partenón en mezquita, y el Erecteón... ¡en el alojamiento del harén!
Como en la Europa del siglo XVI no había grandes viajeros fuera de los peregrinos y los marineros, hay muy poca información sobre la vida ateniense en esa época. Pero en el siglo XVII, el mundo antiguo se puso de moda y los aristócratas empezaron a interesarse por esta ciudad que escondía tantos tesoros arqueológicos. Según Cornelius Magni, que acompañaba al marqués de Nointel, embajador de Francia en la corte otomana, varios viajeros coleccionaban las estatuas y cuando la escultura era demasiado voluminosa, sencillamente ¡la decapitaban!
El período turco: después de tres siglos de ocupación nace la resistencia
En 1687, los venecianos asediaron Atenas; explotó un polvorín y dañó gravemente el Partenón. Pero un año después, los turcos reconquistaron la ciudad. En aquel entonces, la actual capital griega contaba con entre 9.000 y 11.000 habitantes divididos en cuatro castas: los archontes (nobles), los noikokyraioi (propietarios de casas), los pazarites (comerciantes) y los xotarides (extranjeros). La nobleza se concentró en el barrio de Plaka.
Hacia la independencia: Atenas vuelve a ser capital de Grecia
La guerra por la independencia fue catastrófica para Atenas, puesto que solo sesenta casas de la ciudad resistieron los combates. En 1834, la nueva capital del joven Estado griego, gobernado por Otón de Baviera, solo contaba con 4.000 habitantes. Pero arquitectos inspirados expresaron su talento en edificios de estilo neoclásico que influyeron en toda la arquitectura de la ciudad. Actualmente podemos ver la versión popular en los barrios de Plaka, Neapoli, Thiseio, Metaxourgeio y Psiri. En el 2004, Atenas organizó los Juegos Olímpicos. Tras algunos años de fuerte crecimiento, la crisis de 2008 ha arruinado el buen humor general.
La ciudad hoy
Un dios burlón ha barajado las cartas. En pleno sur, en el barrio de Neo Faliro, un tranvía flamantemente nuevo resigue silenciosamente la cuesta a lo largo de la avenida Poseidón. En el centro de la ciudad, en la plaza Sintagma, los evzones —estos guardas impasibles como en la corte del rey Otón— observan cada día unos cuantos miles de usuarios entrar en el metro climatizado.
«Caos» sigue siendo (un poco) una palabra griega, incluso si desde hace cinco años la capital quiere alejarse de sus clichés. «La gente cree que Atenas es una ciudad sucia y ruidosa», reconoce Dora Bakoyianni, la antigua alcaldesa de la ciudad, «yo prefiero decir que es una ciudad vibrante y que nunca duerme.» Los turistas se sorprenden. Los atenienses salen menos que antes en esta época de crisis, pero a pesar de ello, por la noche las calles del centro de la ciudad no suelen estar desiertas. Algunos barrios, calificados antaño de populares, reviven gracias a una clientela joven que busca nuevos lugares donde reunirse y expresarse.
Aprisionado entre la clientela regular del mercado central y las tiendecitas abarrotadas de turistas del paseo de Thissión (5 euros un imán de nevera de una imitación del Partenón), el barrio de Psiri, como su vecino Gazi, cultiva su diferencia: hay que atreverse a perderse en estos lugares humildes en plena rehabilitación. En estos barrios coloridos, se encuentran un nuevo museo de arte contemporáneo, un teatro, un antiguo burdel, almacenes transformados en cafés y tabernas donde suena el buzuki…
«No es en los museos ni en los yacimientos arqueológicos donde está el vínculo con la Antigüedad más viva, sino a través de la gente», promete el escritor Vassilis Alexakis que, cuando regresa a Atenas, le gusta pasear por el barrio de Exarcheia. «Me gustan estos lugares populares en los que persiste algo del antiguo anticuado de la ciudad.» Tal vez, el viajero, durante su visita, quede sobrecogido por el nóstos… Atención: este término, una de las palabras clave de la Odisea, es el síntoma de un deseo de volver…
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