el que pocos están preparados.
Pedir feedback temprano y constante es vital. Fracasar rápido y barato, también. Aprender es lo único que no podemos negociar.
Y algo que a veces suena más bajito pero que es vital: el propósito personal no tiene que faltar a la cita. Aquello que hace que nos brillen los ojos tiene que estar.
De esta forma y casi sin saberlo fui descubriendo la agilidad, porque, en mi opinión, el mundo de las start-ups y el de la agilidad son primos hermanos y comparten ADN. Solo un tiempo después aterricé en los mares ágiles propiamente dichos (y las metodologías), rodeada de ingenieros en sistemas y más… ¡ingenieros en sistemas! Tal vez fue amor a primera vista o quizás fue una cuestión de olfato, lo cierto es que desde que descubrí la agilidad sentí que mi misión es difundir el mindset ágil fuera del ámbito de sistemas y llevarlo a todo tipo de áreas y organizaciones.
Y en ese camino estoy, en un viaje hacia las profundidades de mí misma, analizando muchas de mis creencias, leyendo, aprendiendo, experimentando e intentando vivir los valores ágiles, a través de mi mantra “liberar el talento, promover la colaboración, fomentar la experimentación y asegurar el aprendizaje”. Puedo cambiar de metodología, de intervenciones, de ideas... eso sí, ¡los valores ágiles siguen aquí! Ágil hereje pero ágil al fin: ¡esa soy yo!
Ahora te invito a que descubras al ágil que hay en vos e inicies tu propio viaje. ¡Vamos a la aventura!
Estación I
Cambia el mundo
Cambio, ¿qué cambio?
Si no estás confundido, no estás prestando atención. – Tom Peters
Aviso para navegantes nº1:
Este es un capítulo para pensar en el mundo que vivimos. Pensar en qué mundo vivimos es condición innegociable para sentarnos a hablar de agilidad.
Aviso para navegantes nº2:
Cada día me contratan más organizaciones que quieren adaptarse al cambio y saber qué es eso de la agilidad; lo que muchas veces no sospechan es la naturaleza ni la magnitud del desafío al que se enfrentan.
Cuando era chica y empecé a viajar sola, cada vez que salía de casa tenía dos formas de llegar a destino: consultando la guía de calles (en mi caso, la famosa Filcar de Argentina) o llamando a mi abuela o mi mamá por teléfono de disco (nada de inalámbricos ni celulares) para que me indicaran el camino. Con el tiempo, esto fue cambiando y hoy no puedo salir de casa sin hablar con dos seres muy especiales en mi vida. ¿Sabés quiénes son? Efectivamente: Google Maps y Waze.
Ambos me preguntan adónde quiero ir y cómo quiero viajar: en transporte público, en coche o caminando; con transbordo, sin transbordo; con peaje, sin peaje. Y, obvio: la ruta más rápida. Entonces, Google Maps configura la mejor ruta para que llegue a destino. (Tal vez, algún día, nos permitirá elegir la ruta más placentera: el maravilloso día en el que dejemos de correr).
Desde que pongo un pie en la calle, Google Maps sabe que en Buenos Aires hay cortes de calles por manifestaciones, podas de árboles, arreglos en el tendido eléctrico y, por eso, con su mejor acento español, me dice: “Recalculando, hemos encontrado una mejor ruta”. “Recalcular” es un verbo hermoso cuando hablamos de movilidad urbana (sobre todo si esquivamos el atasco a tiempo) y necesario: el tráfico de Buenos Aires (la ciudad de la furia) es impredecible. Ahora, pasemos del tráfico al mundo...
Cuando decís “mundo”, ¿qué palabra usarías para describirlo? ¿Con qué imagen lo representarías? Te invito a que lo pruebes...
Aquí van algunas pinceladas de esta postal que es nuestro mundo:
Todo lo que mostró “Volver al Futuro 2” se quedó corto.
Empresas que dominaron mercados por décadas desaparecieron (Kodak, Blockbuster, Nokia y… ¡seguro estás cansado de escuchar esto!).
Cada día más start-ups reinventan la rueda y lo revolucionan todo (Airbnb, Spotify, Uber…). Ya nadie habla de productos o servicios: innovar en modelos de negocio es el quid de la cuestión.
La desaparición del “trabajo para toda la vida” y la amenaza constante de los robots son una realidad en una sociedad-post-laboral que no termina de aparecer. En la página www.willrobotstakemyjob.com podés ver cuáles son las chances de que tu trabajo siga en pie en un futuro próximo.
El mundo como un lugar fijo, estático, predecible se está esfumando rápidamente entre nuestros dedos: lo dinámico y lo incierto están a la orden del día. Por eso te invito a pensar: ¿sos como Google Maps? ¿estás equipado para recalcular? Y, aclaro, doy por hecho que no nos queda más remedio que recalcular. La pregunta es: ¿en qué momento lo hacemos y cuánto sufrimiento nos genera? Me puse existencial de golpe…
Si tu respuesta es afirmativa y te crees Google Maps, sabé que voy a desconfiar. Y no es nada personal, solo que el sistema educativo en el que pasamos las primeras décadas de nuestras vidas fue creado para un mundo de certezas y nosotros fuimos educados para (sobre)vivir en él. Raro sería que el cambio te fuera natural.
Pero aquí estamos: nos despistamos y nos cambiaron el tablero de juego. El siglo XXI trajo en su ADN el cambio como única constante y no nos queda otra alternativa que recalcular una y otra vez. Comprender el contexto en el que nos encontramos es esencial para entender la naturaleza y la magnitud del desafío al que nos enfrentamos.
Las personas, los equipos y las organizaciones que quieren adaptarse al cambio y saber qué es eso de la agilidad deberían parar la pelota y reflexionar sobre el mundo de hoy. Saber cómo es el mundo que nos rodea es fundamental pero estamos tan-tan apurados que no le dedicamos tiempo a esta tarea. Y no es que quiera ponerme dramática, pero confundir o desatender el contexto nos genera muchas (falsas) ilusiones, mucho sufrimiento, ¡mucho sinsentido!
Cambiar el chip es EL reto para (sobre)vivir en un mundo de cambios exponenciales, y si estamos preparados para hacerlo es LA pregunta.
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