Baxter Richard

Depresión, Ansiedad y la Vida Cristiana


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uno contempla las realidades y las posibilidades que atraen afecto y deseo; toda camaradería con Cristo, el Mediador, también empieza en la mente, con conocimiento de su amor inmortal y su vida resucitada presente; toda obediencia empieza en la mente, con el reconocimiento de la revelación concerniente a su propósito y voluntad. Llama a considerar —a pensar, eso es, y de esa manera obtener la verdad de Dios clara, primero en la cabeza de uno y luego en el corazón de uno— son, por consiguiente, básicos para la instrucción de Baxter. La calidad considerablemente didáctica, intelectualmente demandante, que esto les imparte a sus escritos es, desde su punto de vista, una necesidad. Es la mente la que debe entender y dirigir.

      La segunda perspectiva es la unidad de la vida humana ante el Señor. Dios nos hizo para cumplir simultáneamente dos grandes mandatos: amar a Dios en su ser trino, lo cual la parte 1 del Directorio nos enseña a hacer, y amar a nuestro prójimo como nos amamos a nosotros mismos, a lo que nos llevan las partes 2 a 4 sobre nuestras responsabilidades en el hogar, la iglesia y la comunidad. Observe, por cierto, que el amor al prójimo, lo cual después de todo, es una forma de caridad, tiene que empezar en el hogar; este es el énfasis bíblico y de la Reforma. La familia es la sociedad principal de la humanidad, y aquellos que no aprenden a amar y servir a sus prójimos en el hogar: cónyuge, hijos, siervos, se quedan hipócritas y discípulos falsos sin importar cuánto se esfuercen para servir a los demás en la iglesia y más allá de esta. ¡Lo primero es lo primero!

      La tercera perspectiva es la centralidad de la eternidad. El cielo y el infierno son realidades, y la grandeza del alma humana consiste parcialmente, por lo menos, en el hecho de que nunca dejaremos de existir; sin embargo, debemos habitar eternamente en uno u otro de estos destinos. El propósito de la vida es descubrir y seguir el camino al cielo, por medio de la conversión y la santificación en fe, esperanza y amor. Al suplicarles a sus oyentes y lectores que tomaran la eternidad seriamente, a pensar frecuentemente en ella, y así, a apresurarse para obtener la gloria celestial, Baxter seguramente dijo una palabra que los cristianos de hoy, inclinados al materialismo y a la mundanalidad hasta decir basta, necesitan verdaderamente escuchar. El devocional pujante y de mayor venta que se menciona antes, el cual lanzó a Baxter a la prominencia en 1650, y que ha sido ligado a su nombre desde entonces, El descanso eterno de los santos, insiste en este tema con gran énfasis, y su escritura evangelística y pastoral de allí en adelante nunca se perdió de vista.

       Consejero para los cristianos en depresión

      Para los puritanos, como un cuerpo, la buena vida era la vida devota, y la vida devota era un producto del pensamiento: pensamiento sobre la infraestructura de las obligaciones (deberes) que Dios ha establecido en su Palabra, pensamiento sobre el perdón comprado con sangre y la aceptación por la que viven los cristianos, pensamiento sobre las promesas misericordiosas de Dios, pensamiento sobre los medios y los fines, y pensamiento sobre la gloria de Dios como el objetivo verdadero de toda vida creada. La instrucción puritana en el comportamiento y las relaciones era, por lo tanto, primera y principalmente un asunto de enseñarle a la gente a pensar (o, para usar su palabra regular para esto, a considerar): eso es, reflexionar sobre cómo servir y complacer a Dios en respuesta a la verdad y la gracia que él ha dado a conocer en la creación, en Cristo y a través de Él. Es aquí, sin embargo, tal como los puritanos vieron claramente, donde surgieron los problemas. Claro está, ellos sabían, de la misma forma que lo sabía y lo sabe casi todo mundo en el mundo occidental, que cada ser humano es una unidad psicofísica, en la que el cuerpo y la mente, aunque distintos, son actualmente inseparables, y cualquiera de los dos puede dejar su huella funcionalmente sobre el otro, para bien o para mal. Hay un problema aquí; los factores físicos llevaban a una medida de desequilibrio mental, eso era lo que los puritanos etiquetaban como melancolía. Aunque diagnosticado de manera diferente, aún permanece con nosotros hoy día.

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