Louise Fuller

Todo empezó con un baile


Скачать книгу

contener los recuerdos e ignorar el hecho de que, en algún momento, si quería asistir a la boda de su amiga, iba a tener que volver a verlo. Alicia adoraba a su hermano y él la correspondía del mismo modo.

      Desgraciadamente, los sentimientos que Bautista tenía hacia Mimi eran mucho más fríos, si se podía considerar que la más absoluta indiferencia tuviera temperatura.

      Se echó a temblar. Aquello había sido uno de los puntos positivos sobre la ausencia de Alicia. No había tenido que enfrentarse al hombre que la besó para ignorarla por completo una hora más tarde. Y eso había sido antes de que se enterara de que Charlie y Raymond habían abusado de su confianza.

      Una vez más, sintió que se le hacía un nudo en el estómago. Antes de esa noche en Fairbourne, Bautista siempre la había tratado con cortesía, pero, a juzgar por lo mucho que se había esforzado en mantener a Alicia en otro continente durante dos años, resultaba evidente que no confiaba en ella.

      Tal vez cuando se encontraran de nuevo cara a cara, Mimi podría haber conocido a alguien que no saliera perdiendo cuando se le comparara con Bautista. Sintió que el corazón se le detenía. Tal vez ella podría decirle con toda sinceridad que no era tan…

      –¡Mimi!

      Era Alicia. Iba ataviada con un hermoso vestido amarillo. Una amplia sonrisa adornaba su rostro y sus ojos pardos relucían de alegría y cariño. Inmediatamente, las dos se abrazaron y se echaron a reír.

      –¡Me alegro tanto de verte! –exclamó Alicia tras dar un paso atrás para mirar a su amiga con evidente felicidad–. Tenía miedo de que no pudieras encontrar un hueco para verme.

      –¿Y qué estaría yo haciendo?

      –No sé… Tal vez asistir a un festival indie o algo así.

      Mimi se echó a reír.

      –Bueno, eso es el mes que viene…

      Alicia rio también y le dio otro fuerte abrazo.

      –Te he echado tanto de menos… Sé que hemos hablado por teléfono y eso, pero no es lo mismo.

      –Yo también te he echado de menos…

      Alicia sonrió.

      –Estás muy guapa.

      –Lo que quieres decir es que me he puesto un vestido.

      –No. Es que estás muy guapa –afirmó Alicia–. ¿No te parece? –añadió volviéndose al hombre algo de cabello claro que estaba de pie detrás de ella–. Philip, esta es mi mejor amiga. Mimi Miller. Tiene mucho talento y muy pronto alguien la descubrirá como cineasta. Mimi, este es Philip. El amor de mi vida y un verdadero santo.

      Mimi le apretó la mano a su amiga. Aquello era lo que más le gustaba de Alicia. Siempre hablaba desde el corazón. Cualquier otra persona estaría ocultando sus sentimientos o incluso haciendo bromas, pero Alicia siempre había sido muy abierta y sincera.

      Philip dio un paso al frente.

      –Hola, Mimi –dijo antes de besarla ligeramente en ambas mejillas–. Alicia habla tanto sobre ti que me parece que ya te conozco.

      –¿Y eso no te ha quitado las ganas de venir a almorzar? –bromeó sonriendo a su amiga–. Tienes razón, Alicia. Es un santo.

      –¡De eso nada! –exclamó Philip riendo. Entonces, se volvió hacia Alicia y su mirada se suavizó–. Alicia es la santa. Ella hace que el mundo sea un lugar mejor y yo soy el hombre más afortunado.

      Mimi asintió.

      –En eso tienes razón.

      A pesar de todo, sintió que el corazón se le detenía un instante para dejar paso a una sensación ya familiar. ¿Le diría alguna vez un hombre esas mismas palabras a ella?

      No parecía muy probable. En realidad, ella solo había amado a un hombre y él le había dejado muy claro que el interés que sentía por ella no había sido más que un momento de indiscreción. Había tratado de olvidarlo rápidamente y había decidido en aquel mismo instante que ella no estaba hecha para el amor. Tal vez, si ello significaba exponerse a un dolor tan insufrible, no lo estaría nunca.

      Apretó la mandíbula al recordar cómo, durante un par de horas, se había permitido creer que su fantasía de juventud podría hacerse realidad. Bautista Caine no tardó en destrozarle el corazón y el orgullo.

      Incluso en aquellos momentos, casi dos años después, aún podía recordar su rostro ignorándola descaradamente a pesar de haberla besado menos de una hora antes con tal pasión e intensidad que Mimi se había quedado ciega, sin aliento y completamente azorada.

      Una vez más, se sintió absorbida por la andanada de las ya familiares preguntas sin respuesta.

      ¿Por qué la había besado?

      Más bien, ¿por qué la había besado de aquella manera?

      ¿Por qué no había regresado? ¿Había sido Mimi demasiado ansiosa o tal vez demasiado torpe?

      Le había dolido tanto y aún le dolía cuando se permitía pensar al respecto. Lo que hacía que el dolor fuera mil veces más fuerte era que él fuera el hermano de su mejor amiga, lo que suponía que no tenía a nadie con quien hablar al respecto.

      Le habría gustado fingir que no le había dicho nada a Alicia por amor y por el deseo de no poner a su amiga en una situación incómoda, pero en realidad, había tenido miedo. No había querido correr el riesgo de perder a Alicia cuando ya había perdido todo lo demás. Además, habían ocurrido demasiadas cosas aquel día, cosas muy importantes. Charlie y Raymond fueron arrestados y las dos familias se desgajaron para siempre, por lo que ella no había estado en situación de llamar a su amiga y contarle que no se había acostado con su hermano.

      Sin embargo, aquel no era el momento de pensar en el pasado. Su mejor amiga estaba allí en Londres y no iba a permitir que nada le estropeara el momento. Se sentó por fin y miró con admiración el restaurante.

      –Es un local fantástico.

      –Sí, pero lo que yo quiero es que me cuentes todo lo que hayas estado haciendo –dijo Alicia colocando su menú sobre la mesa–. Empezando con tu película.

      Mimi tomó su copa de agua porque no sabía qué decir. Resultaba deprimente lo poco que tenía que contar. Como todo lo demás que ella tocaba, se había desmoronado. Todos sus esfuerzos y sus esperanzas se habían convertido en polvo como siempre.

      Era cierto que había hecho una película, muy breve, muy improvisada y en blanco y negro, sobre un grupo de chicas que salen de fiesta una noche en Londres. Lo más increíble de todo era que había conseguido encontrar un distribuidor, pero eso había sido hacía ya nueve meses y aún estaba tratando de conseguir que la estrenaran. Desgraciadamente, las posibilidades de que algo así pudiera ocurrir eran cada vez más escasas.

      Sintió una fuerte tensión en los hombros.

      Cuando la grabación comenzó, las actrices principales habían estado deseando hacerse un nombre en el mundo del espectáculo, pero, desde entonces, habían conseguido un contrato con una productora de más importancia y, en aquellos momentos, sus abogados estaban bloqueando la película de Mimi diciendo que sus clientas solo habían actuado en la película como un favor personal hacia ella.

      No era cierto. La verdadera razón por la que aquellas actrices no querían que se estrenara la película era que algunos de los comentarios improvisados que realizaban en ella no eran autorizados para todos los públicos y no querían perjudicar su nueva imagen.

      Todo era un lío… y demasiado aburrido para un almuerzo de reencuentro. Sacudió la cabeza.

      –Luego –dijo mientras tomaba la mano de Alicia para poder contemplar el anillo de compromiso que relucía bajo las luces del restaurante–. En estos momentos, lo único que quiero saber es cómo os conocisteis.

      Mimi se fue relajando mientras escuchaba hablar a su