se embarcó hacia Constantinopla. La razón de estado le imponía un nuevo matrimonio, así que eligió un príncipe osetio descendiente de los Bagrátidas.
Bajo su reinado, los georgianos que vivían en tierra islámica no estaban sujetos a impuestos y los que vivían en Jerusalén tenían más derechos que los demás cristianos (derecho a montar a caballo, a entrar en grupo en la Ciudad Santa…). Las artes georgianas llegaron a su cumbre bajo su reinado, en particular en la epopeya, célebre obra maestra de la literatura georgiana, El Caballero de la Piel de tigre, de Chota Roustavéli.
Siglos XIII-XIV: devastación mongola y declive del reino georgiano
El sucesor de la reina Tamar debía ir a Damieta para reunirse con la IV cruzada, cuando se enteró de que unos jinetes, venidos de las estepas de Asia Central, a lomos de caballos pequeños, entraban en Georgia por el sur devastando el territorio. Tras haberse apoderado de Pekín y de los reinos de Asia Menor, las tropas de Gengis Khan comenzaron sus incursiones en el Cáucaso desde principios del siglo XIII. En 1225, Tiflis fue destruida por el fuego. Los habitantes que se negaron a abjurar la fe cristiana fueron masacrados, y los que no querían profanar la imagen de la Virgen fueron decapitados y arrojados al Kurá. En cinco años, Kartli, Kajetia y Djavakheti fueron destruidas y casi despobladas. Para engañar a los georgianos, los mongoles llevaban la Cruz al principio de la caravana. Meskhetia era la provincia desde donde el rey organizó la resistencia. Georgia occidental, donde la familia real se refugió, sería salvada. En 1238, nueva incursión mongola; en un año, toda Georgia oriental y Armenia habían sido ocupadas. Esta nueva conquista fue acompañada de destrucciones sistemáticas. Una parte de la población encontró refugio en las montañas.
Los mongoles, como acostumbraban, reclutaron a muchos hombres para su ejército. Como anécdota, en el año 1300 se apoderaron de Jerusalén y Damasco, y luego ofrecieron la Ciudad Santa a sus mercenarios georgianos (como agradecimiento por su participación en los combates y por las cualidades guerreras del príncipe Vakhtang). Pero los georgianos la perdieron al año siguiente.
La realeza georgiana nunca se recuperó de este doble tornado que la azotó cuando se encontraba en la cima de su florecimiento.
Siglos XV a XVIII: entre turcos otomanos e iraníes safávidas
El inicio del siglo XV está marcado por las incursiones de otros pueblos de las estepas. Jorge VII murió luchando contra los turcomanos, así como su hijo.
La monarquía bagrátida, que desde hacía dos siglos había sido atacada desde fuera, sufrió progresivamente un desorden interno: el comercio empeoró, la despoblación fue endémica, el bosque creció sobre los pueblos; le siguió un debilitamiento de las estructuras estatales y una pérdida de autoridad del rey sobre los señores feudales.
Con el declive de los imperios mongoles, otro imperio se levantó en Irán. A mediados del siglo XV, los monarcas timúridas de Persia cayeron sobre la Kartli; Tiflis se perdió en muchas ocasiones. Hecho ejemplar de la ferocidad de estos ataques: en 1440, ante la negativa del Rey a pagar un tributo, una columna de 1.664 cabezas de soldados y civiles fue erigida frente a la ciudad de Samchvilde. Sólo el pequeño reino de Kakheti llegó a mantener su autonomía unas décadas y no reconoció la soberanía persa. Situada en la ruta de la seda y cerca de regiones prósperas del este de Transcaucasia, fuerte por una importante comunidad de mercaderes armenios y persas, Kakheti fue la única región de ese momento que conoció una prosperidad económica. Pero a finales de siglo, en Irán una dinastía iba a tomar el poder y unificar las provincias iraníes para formar un imperio poderoso que catapultara a sus vecinos: los sefevides.
Toda Georgia occidental y el oeste del Samtskeh entraron en la esfera de influencia turca con diferentes grados de dominación. Las provincias del sur (Meskheti, Adjaria, Javakheti) se incorporarían directamente al Imperio. En 1628 se creó el pachalik de Akhaltsikhé, que hizo de Georgia meridional una provincia otomana como las demás; la población fue tuquificada e islamizada. El reino de Imereti y sus principados vasallos, Abjasia, Mingrelia y Guria, oscilaron entre períodos de ocupación directa y períodos en los que pudieron conservar su autonomía, aunque fuese soberanía otomana.
Georgia occidental (Kakheti y Kartli) así como el este del Samtskeh debían ser iraníes. Tras una dura lucha de los reyes de Kartlie, la región se convirtió, en dos siglos y medio, en vasallos de los chahs de Irán. Para gobernar, los reyes de Kartli y Kakheti debían convertirse al Islam y respetar las reglas de la corte de Ispahan. El yugo persa se alternaba en períodos de persecución religiosa y períodos de descanso, salpicados