de puntear todas esas cajitas, sigues siendo perfecta para el puesto.
–¿Cómo puedes saberlo? No me conoces –dijo, pensando que, si por ella fuera, no la conocería. Se le heló la sangre al pensar que podía relacionarla con Ellen y tratarlos, a ella y al niño, con la misma crueldad.
–No necesito conocerte más. Cuando te instales me iré de viaje. Solo estaremos juntos el tiempo suficiente para que te explique lo que hay que hacer, luego la casa será tuya.
Haley hubiera jurado que sonaba decepcionado, pero supuso que eran imaginaciones suyas.
–¿No te molesta que haya un bebé en la casa?
–Mi hermana, Jessie, tiene dos hijos pequeños, la casa está equipada para acoger a un bebé –su rostro se oscureció–. Dado mi trabajo, no sería normal que me molestaran los niños.
–Podría negarme a aceptar el puesto –dijo ella, pensando con enfado, que Joel sí lo había molestado.
–Pero no lo harás.
–¿Por qué estás tan seguro? –preguntó ella, mirando fijamente sus ojos azules.
–Porque no quieres que Miranda pierda a uno de sus mejores clientes.
Haley comprendió, con un vuelco de corazón, que él había ganado la partida.
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