de cada pueblo, algunos individuos económicos aislados fueron adquiriendo, a medida que tenían una mejor comprensión de sus intereses económicos y paralelamente con ella, el conocimiento, ya casi obvio en sus circunstancias, de que al entregar unas mercancías de escasa capacidad de venta por otras más vendibles, estaban dando un paso importante por la senda de sus especiales objetivos económicos”.
Ninguna persona individual se sentó y concibió un medio universal de intercambio. Nadie habría advertido, por sí solo, el progreso que implicaba la invención del dinero. Tampoco un gobierno impuso la utilización de un determinado bien como dinero con el propósito de abandonar el trueque y pasar a una economía monetaria; de hecho, no hay registro de tal acontecimiento, aun cuando el dinero se usó en todas las civilizaciones antiguas. Además, parece poco probable puesto que un gobernante, aún asesorado por los mejores consejeros, introdujera el dinero sin haberlo puesta a prueba antes. Sin mencionar que, si el dinero hubiese surgido de algún gobernante, habría sido una gran intervención del Estado en la vida económica. Sería un caso muy extraño, porque habría sido una intervención por única vez. No habría habido “camino de servidumbre” (10), o sea, intervención seguida de más intervención. Luce poco probable. Por el contrario, si el dinero hubiese sido un invento gubernamental, luego de la invención el gobernante habría especificado también los tipos de cambio respecto a todos los bienes y servicios. El dinero habría nacido con control y fijación de precios. Con toda probabilidad habría fracasado; pero, en cualquier caso, habría registros históricos del hecho, que no es el caso.
De modo que el dinero no fue inventado por ningún gobierno. Como dice Jesús Huerta de Soto: “Se da así la paradójica realidad de que las instituciones que son más importantes y esenciales para la vida del hombre en sociedad (morales, jurídicas, económicas y lingüísticas) no son creaciones deliberadas del hombre mismo, pues este carece de la necesaria capacidad intelectual para asimilar el enorme volumen de información dispersa que las mismas conllevan y generan. Por el contrario, estas instituciones forzosamente van surgiendo de manera espontánea y evolutiva del proceso social de interacciones humanas (…)” (11).
El dinero fue surgiendo espontáneamente en diferentes sociedades y culturas. Fue adoptando diferentes formas en cada sociedad y, a su vez, dichas formas fueron cambiando. Como bien dice Menger: “El dinero es el producto natural de la distinta situación económica de distintos pueblos, o dentro de unos mismos pueblos, de distintos períodos de su historia” (12).
d) Del ganado a la moneda
El primer medio general de intercambio que surgió fue el ganado, ya que era la mercancía con mayor capacidad de venta. Poco a poco la gente comenzó a cambiar sus bienes por cabezas de ganado para luego vender dichos animales a cambio de los bienes que necesitaba para satisfacer sus necesidades. Hay que destacar que la aparición del ganado como dinero no fue de un día para otro, ni masiva. Al comienzo, un pequeño grupo advirtió que era ventajoso cambiar sus bienes por ganado; a medida que estos visionarios progresaron, sus pares les fueron imitando. Así el uso de dinero fue haciéndose masivo.
¿Por qué el ganado era la mercancía más demandada? En el Neolítico, antes del surgimiento de las primeras civilizaciones, los pueblos eran mayormente nómades. Los animales domésticos constituían la porción principal de las posesiones de cada individuo. En un entorno sin carreteras, el hecho que el ganado se pudiera autotransportar fue clave para que se convirtiera en dinero. El ganado era más fácil de transportar que cualquier otra mercancía. Y tenía otras características muy ventajosas para convertirse en dinero: suficiente capacidad de conservación, bajo costo de mantenimiento y fácil guardado al aire libre.
De modo que se acumulaba la riqueza en rebaños. Los pagos del intercambio, los precios de los bienes y servicios, así como las multas y castigos, se calculaban por cabezas de ganado en pie. Hay registros del ganado como dinero en numerosos pueblos antiguos: por ejemplo los de la península itálica, los germánicos, los asiáticos orientales o los semitas, tal como se ve en numerosos pasajes del Antiguo Testamento.
Con el florecimiento del artesanado, sin embargo, el ganado fue perdiendo capacidad de venta. Los animales constituían un problema para los residentes en los pueblos, ya que ocupaban un espacio que comenzó a ser más escaso. El ganado comenzó a dejar de ser la mercancía más vendible y así comenzó a dejar de ser dinero. Los metales pasaron a ser, progresivamente, las mercancías con mayor demanda. No cualquier metal, sino los de mayor uso: el cobre, la plata y el oro. Con el cobre los campesinos hicieron sus primeros arados de metal, los guerreros sus primeras armas y los artesanos sus primeros instrumentos. Paralelamente, el cobre, el oro y la plata fueron los primeros metales con los cuales se hicieron utensilios y adornos. De nuevo, este proceso no fue repentino ni se dio del mismo modo en todos los pueblos; la extracción de esos metales exigía esfuerzo y tiempo. Coexistió durante mucho tiempo con el ganado-dinero hasta desplazarlo definitivamente.
En definitiva, el oro y la plata se impusieron porque pasaron a tener la máxima comercialidad. Esta cualidad no cae del cielo, sino que depende de tres atributos: i) divisibilidad; ii) durabilidad y iii) portabilidad. A mayor divisibilidad, durabilidad y portabilidad de un bien, mayor capacidad para ser dinero. A lo largo de la historia hubo una importante variedad de mercancías (tabaco, azúcar, sal, té, lana, etcétera) que por su alto grado de comerciabilidad fueron utilizados, igual que el ganado, como dinero. Sin embargo, el oro y la plata desplazaron a las otras mercancías en ese rol. Su uso se fue extendiendo hasta generalizarse: eran divisibles, durables y portables. Además, su abundancia era lo bastante limitada como para tener un valor aproximadamente estable, pero no tan escasa como para que su producción y distribución fueran muy complicadas.
Dado que los metales siempre se comerciaron y valoraron en función del peso, cada unidad monetaria siempre se originó como una unidad de peso de oro o plata (13). A lo largo de la historia todas las monedas fueron concebidas como una unidad de peso de metales preciosos, equivaliendo a cierto peso en oro o plata. Sin embargo, hay que aclarar que todo el oro y la plata en existencia eran dinero. No importaba la forma en la cual estaban: un botón de oro y un prendedor de plata eran dinero. Sin embargo, algunas formas eran más cómodas que otras. Con el tiempo, el oro y la plata comenzaron a ser fraccionados en pequeñas piezas acuñadas para las transacciones menores y en barras para las operaciones importantes. Obviamente, esta acuñación demandaba tiempo, esfuerzo y recursos. Así surgió el negocio de la acuñación de moneda.
e) La producción de dinero era un negocio privado… y podría seguir siéndolo
La acuñación de monedas y lingotes de oro y plata comenzó como un negocio privado, ejercido en el libre mercado y sin intervención estatal. Los emisores sellaban las monedas y lingotes, garantizando su peso y fineza. En el siglo XXI nos parece una locura la moneda privada, ya que hace siglos que somos adoctrinados en la religión del Estado; los políticos nos metieron en la cabeza que la moneda es un asunto de soberanía nacional. Pero no es así: la moneda no tiene nada que ver con la soberanía. La acuñación privada funcionó (y funcionaría) igual que la producción de cualquier otro bien. Hubo emisores de moneda privada que acuñaban en las denominaciones y formas que el público prefería; el precio quedaba fijado por libre competencia en el mercado. Todo esto sería viable en la actualidad.
Sin embargo, los políticos, los burócratas del estado y sus cortesanos, que protegen el monopolio del dinero estatal porque lucran con esta prebenda, argumentan que el fraude sería desmedido en un sistema monetario con acuñación privada. Ante esta patraña argumental vale la pena hacer cuatro comentarios:
Primero: si la acuñación fuera privada y hubiese fraude, dicha irregularidad sería, por un lado, responsabilidad única del Estado, consecuencia del mal desempeño de los funcionarios públicos, que no cumplirían con su deber de proteger la propiedad. Bajo el sistema actual, es el Estado quien tiene a su cargo el monopolio de la persecución y castigo de toda actividad que atente contra la propiedad. Con acuñación y emisión privada en libre mercado, es función del gobierno la persecución del fraude. Toda empresa que fuera descubierta por el Estado estafando con la emisión