Diego Giacomini

Papel pintado


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de cada pueblo, algunos individuos económicos aislados fueron adquiriendo, a medida que tenían una mejor comprensión de sus intereses económicos y paralelamente con ella, el conocimiento, ya casi obvio en sus circunstancias, de que al entregar unas mercancías de escasa capacidad de venta por otras más vendibles, estaban dando un paso importante por la senda de sus especiales objetivos económicos”.

       d) Del ganado a la moneda

      El primer medio general de intercambio que surgió fue el ganado, ya que era la mercancía con mayor capacidad de venta. Poco a poco la gente comenzó a cambiar sus bienes por cabezas de ganado para luego vender dichos animales a cambio de los bienes que necesitaba para satisfacer sus necesidades. Hay que destacar que la aparición del ganado como dinero no fue de un día para otro, ni masiva. Al comienzo, un pequeño grupo advirtió que era ventajoso cambiar sus bienes por ganado; a medida que estos visionarios progresaron, sus pares les fueron imitando. Así el uso de dinero fue haciéndose masivo.

      ¿Por qué el ganado era la mercancía más demandada? En el Neolítico, antes del surgimiento de las primeras civilizaciones, los pueblos eran mayormente nómades. Los animales domésticos constituían la porción principal de las posesiones de cada individuo. En un entorno sin carreteras, el hecho que el ganado se pudiera autotransportar fue clave para que se convirtiera en dinero. El ganado era más fácil de transportar que cualquier otra mercancía. Y tenía otras características muy ventajosas para convertirse en dinero: suficiente capacidad de conservación, bajo costo de mantenimiento y fácil guardado al aire libre.

      De modo que se acumulaba la riqueza en rebaños. Los pagos del intercambio, los precios de los bienes y servicios, así como las multas y castigos, se calculaban por cabezas de ganado en pie. Hay registros del ganado como dinero en numerosos pueblos antiguos: por ejemplo los de la península itálica, los germánicos, los asiáticos orientales o los semitas, tal como se ve en numerosos pasajes del Antiguo Testamento.

      Con el florecimiento del artesanado, sin embargo, el ganado fue perdiendo capacidad de venta. Los animales constituían un problema para los residentes en los pueblos, ya que ocupaban un espacio que comenzó a ser más escaso. El ganado comenzó a dejar de ser la mercancía más vendible y así comenzó a dejar de ser dinero. Los metales pasaron a ser, progresivamente, las mercancías con mayor demanda. No cualquier metal, sino los de mayor uso: el cobre, la plata y el oro. Con el cobre los campesinos hicieron sus primeros arados de metal, los guerreros sus primeras armas y los artesanos sus primeros instrumentos. Paralelamente, el cobre, el oro y la plata fueron los primeros metales con los cuales se hicieron utensilios y adornos. De nuevo, este proceso no fue repentino ni se dio del mismo modo en todos los pueblos; la extracción de esos metales exigía esfuerzo y tiempo. Coexistió durante mucho tiempo con el ganado-dinero hasta desplazarlo definitivamente.

      En definitiva, el oro y la plata se impusieron porque pasaron a tener la máxima comercialidad. Esta cualidad no cae del cielo, sino que depende de tres atributos: i) divisibilidad; ii) durabilidad y iii) portabilidad. A mayor divisibilidad, durabilidad y portabilidad de un bien, mayor capacidad para ser dinero. A lo largo de la historia hubo una importante variedad de mercancías (tabaco, azúcar, sal, té, lana, etcétera) que por su alto grado de comerciabilidad fueron utilizados, igual que el ganado, como dinero. Sin embargo, el oro y la plata desplazaron a las otras mercancías en ese rol. Su uso se fue extendiendo hasta generalizarse: eran divisibles, durables y portables. Además, su abundancia era lo bastante limitada como para tener un valor aproximadamente estable, pero no tan escasa como para que su producción y distribución fueran muy complicadas.

       e) La producción de dinero era un negocio privado… y podría seguir siéndolo

      La acuñación de monedas y lingotes de oro y plata comenzó como un negocio privado, ejercido en el libre mercado y sin intervención estatal. Los emisores sellaban las monedas y lingotes, garantizando su peso y fineza. En el siglo XXI nos parece una locura la moneda privada, ya que hace siglos que somos adoctrinados en la religión del Estado; los políticos nos metieron en la cabeza que la moneda es un asunto de soberanía nacional. Pero no es así: la moneda no tiene nada que ver con la soberanía. La acuñación privada funcionó (y funcionaría) igual que la producción de cualquier otro bien. Hubo emisores de moneda privada que acuñaban en las denominaciones y formas que el público prefería; el precio quedaba fijado por libre competencia en el mercado. Todo esto sería viable en la actualidad.

      Sin embargo, los políticos, los burócratas del estado y sus cortesanos, que protegen el monopolio del dinero estatal porque lucran con esta prebenda, argumentan que el fraude sería desmedido en un sistema monetario con acuñación privada. Ante esta patraña argumental vale la pena hacer cuatro comentarios:

      Primero: si la acuñación fuera privada y hubiese fraude, dicha irregularidad sería, por un lado, responsabilidad única del Estado, consecuencia del mal desempeño de los funcionarios públicos, que no cumplirían con su deber de proteger la propiedad. Bajo el sistema actual, es el Estado quien tiene a su cargo el monopolio de la persecución y castigo de toda actividad que atente contra la propiedad. Con acuñación y emisión privada en libre mercado, es función del gobierno la persecución del fraude. Toda empresa que fuera descubierta por el Estado estafando con la emisión