Katherine Garbera

Solo por una noche


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      Editado por Harlequin Ibérica.

      Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

      Núñez de Balboa, 56

      28001 Madrid

      © 2020 Katherine Garbera

      © 2020 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

      Solo por una noche, n.º 2140 - agosto 2020

      Título original: Her One Night Proposal

      Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

      Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

      Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

      Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

      ® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

      ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

      Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

      Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

      Todos los derechos están reservados.

      I.S.B.N.: 978-84-1348-635-2

      Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

      Índice

       Créditos

       Capítulo Uno

       Capítulo Dos

       Capítulo Tres

       Capítulo Cuatro

       Capítulo Cinco

       Capítulo Seis

       Capítulo Siete

       Capítulo Ocho

       Capítulo Nueve

       Capítulo Diez

       Capítulo Once

       Capítulo Doce

       Capítulo Trece

       Capítulo Catorce

       Capítulo Quince

       Capítulo Dieciséis

       Capítulo Diecisiete

       Si te ha gustado este libro…

      Capítulo Uno

      La comida con su familia los miércoles era siempre uno de los mejores momentos de la semana para Iris Collins. Era una tradición que comenzó cuando ella y Thea, su hermana gemela, volvieron a casa del internado, y que las había acompañado hasta la edad adulta. Siempre cenaban en el club del edificio de oficinas de su padre, en el distrito financiero de Boston. Hal Collins era el dueño de Collins Combined, una firma especializada en inversiones a largo plazo.

      El teléfono de Iris sonó justo cuando entraba en el edificio. Era su novio. Volvió a guardarlo en el bolsillo de su vestido entallado y abrazó a su hermana.

      –Sabía que ibas a llegar pronto. Yo también he venido rápido para que pudiéramos hablar antes de que lleguen papá y mamá –dijo Thea–. ¿Qué tal tu viaje con Graham?

      –Bien –contestó Iris.

      –¿Solo bien?

      Menos que bien, en realidad. Durante las vacaciones en Bermudas, Graham la había presionado para que fuera más osada en la cama y la cosa había terminado mal, con él bebiendo en el bar y ella sentada en el balcón escuchando las olas. Estaba intentando no romper antes de la boda de Adler, su compañera de habitación en la universidad, que se celebraría en diez días. Era dama de honor.

      El teléfono vibró. Otro mensaje de Graham.

      –Hablando del diablo…

      Sacó el móvil y leyó:

      Mira, las cosas no funcionan entre nosotros, así que hemos terminado. Espero que lo entiendas.

      –¿En serio? –exclamó Thea, que había leído por encima de su hombro–. ¿Rompe contigo con un mensaje de texto?

      Ojalá le sorprendiera, pero lo que sintió fue alivio. Rápidamente contestó.

      Iris: Claro que lo entiendo.

      Graham: Me lo imaginaba.

      –¿Entender, qué? –preguntó Thea.

      –Nada –respondió. No iba a hablar de sexo en el vestíbulo del edificio de su padre.

      Thea le quitó el teléfono de la mano y escribió:

      Iris: Por supuesto. Espero de la vida más de lo que tú puedes ofrecerme.

      –¡Thea, devuélveme el teléfono!

      Graham: Bien. Yo quiero a alguien que no sea básica, gris y aburrida. Que te den, zorra.

      Thea quiso volver a quitárselo, pero Iris lo apartó y se limitó a enviar el emoji del pulgar levantado.

      –¿Por qué has hecho eso? –protestó–. No tengo ganas de dar explicaciones.

      –¿De qué tienes que dar explicaciones? –preguntó su madre, que se había acercado por detrás y las abrazaba. Corinne Colins, Coco para sus amigos, una persona siempre desbordante, iba vestida de Ralph Lauren.

      –De Graham. El tío con el que salía.

      –Ha roto con ella con