mejor, pero lo malo es que podría parecer de colegio nacional, uno de esos colegios fiscales sin nombre, solo con número, como los que salen por televisión en los noticieros de la noche que mira tu papá en la cocina cuando llega del trabajo. Qué horrible, muchacha. La sirena indica que el recreo ha terminado y hay que volver a las clases. Pero Valeria no se mueve de su sitio. Sigues mascando chicle, como si no fuese contigo la cosa. ¿Acaso tienes que correr? Que corran los otros, no por algo estás en quinto de media, caray. Daniela se pone de pie, se arregla el cabello hacia un lado. Ya está la afanosa, ya está la niña bien, apuradita por llegar a clases, ¿no?
–Tenemos que ir al salón –dice Daniela.
Valeria se levanta de su asiento. No sabes muy bien por qué, pero estás algo contrariada con Dani. Las dos comienzan a caminar. Daniela lo hace en silencio. Estará en shock, la muy cojuda. El domingo irá a confesarse, la muy santita. Si no fue nada lo del beso, mucho peor fue lo que le pasó a María Gracia en la fiesta de la botella borracha. Y esa vez también fue a confesarse, la Dani. ¿Se lo dirá a alguien? ¿Se lo dirá al chico con el que saldrá al cine a ver Roger Rabbit después de las clases? Valeria se sube los tirantes de la falda, se acomoda la insignia azul y roja sobre el pecho izquierdo. Tal vez hoy le den su primer beso a Dani. Tal vez el lunes ya esté con enamorado. ¿Y tú?
–Voy a contarte un secreto.
A Valeria le cuesta reconocer la voz. Te avisan que te llama una amiga del colegio. Cuando te pones al teléfono, ella no dice su nombre. Solo dice que quiere verte para despedirse de ti antes de viajar fuera del país. Entonces Valeria abre los ojos, enormes. Ya no tienes dudas. A dónde te vas, le preguntas. María Gracia no responde, la comunicación tampoco es buena. Hay lluvia de fondo. Valeria mira el calendario de Avícola San Fernando colgado en la pared de la cocina, la ventana hacia el patio trasero, la ropa tendida. Insistes. ¿Cuándo regresas? Pero no va a regresar y lo sabes. María Gracia te pide que vayas hoy mismo a su casa, que su avión sale mañana, que tiene que contarte algo.
–¿Un secreto?
Valeria y Daniela llegan al patio que está junto al coliseo. Tú no sabes si creer o no en lo que te contó ese día María Gracia, ¿verdad? Una mancha ploma y blanca de alumnos se dirige hacia las aulas. No sabes si creerlo por todo el escándalo que se armó, no se habló de otra cosa por meses, especialmente sobre ese tema. Y ahora vas a contárselo a Dani, como para meterle un sartenazo tan o más fuerte que el de tus besos con María Gracia, jiji. Valeria levanta la vista. Detrás del cerco vivo, al otro lado de las canchas de fulbito, se alza el pabellón de secundaria. ¿Un secreto?, te vuelve a preguntar Dani. Tú volteas hacia ella. Un secreto, sí.
–María Gracia sigue siendo virgen –dice Valeria–. Nadie la tocó esa noche.
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