su intensa satisfacción con un prolongado y ronco gemido.
–No podría moverme ni aunque quisiera –susurró ella con una semisonrisa.
–Cásate conmigo –dijo Fabian, y el brillo de sus ojos reveló su deseo, su necesidad.
Un intenso anhelo se adueñó del corazón de Laura. ¿Cómo podía rechazar a aquel sueño de hombre? Probablemente era una locura aceptar su proposición, pero sus sentimientos parecían tener vida y opinión propias, y eran demasiado poderosos como para ser ignorados.
Pensó en la dolorosa infancia de Fabian, en su necesidad de equilibrar su sufrimiento convirtiéndose en un buen padre para sus hijos. Y pensó en su propio deseo de convertirse en madre.
–De acuerdo –se oyó decir–. Acepto.
Alzó una mano, acarició la mejilla de Fabian y él volvió el rostro para besarle la palma de la mano. Mientras sentía que su corazón se henchía a causa de la emoción, Laura supo que había llegado a aquella decisión mucho antes de que Fabian se hubiera visto compelido a hacerle de nuevo su proposición.
Capítulo 8
DEBERÍAMOS ir a Roma.
–¿A Roma?
–Sí. Tengo un apartamento allí. Podemos tomar unas breves vacaciones y aprovechar la oportunidad para pasar unos días a solas. Te enseñaré todos los lugares que suelen visitar los turistas, y algunos no tan famosos que sólo conocen los romanos. ¿Te parece un buen plan?
–Claro que me parece un buen plan, Fabian, pero…
–¿Tienes alguna reserva al respecto?
Fabian hizo aquella pregunta mientras se vestía. Contemplando cómo se abrochaba su inmaculada camisa blanca, Laura se sintió como si estuviera suspendida en un sueño eufórico del que no quería despertar.
Las dos semanas anteriores habían sido un torbellino de actividad. Laura había hecho un rápido viaje a Inglaterra para ver a sus padres antes de regresar a la Toscana junto a un impaciente Fabian. Su familia se había quedado anonadada ante su repentina decisión de casarse con un hombre al que apenas conocía y Laura había tenido que esforzarse para convencerlos de que sabía realmente lo que estaba haciendo.
La ceremonia civil de su matrimonio había tenido lugar el día anterior. Sus testigos habían sido Carmela, que había vuelto de su luna de miel y creía que Laura y su enigmático jefe estaban realmente enamorados, y María. La encantadora Cybele había sido la niña de las flores y, después, tan sólo algunos selectos amigos de Fabian habían sido invitados a cenar en un discreto restaurante.
Pero Laura sabía que el futuro que le aguardaba no era precisamente un paseo romántico al atardecer con el hombre al que adoraba. A pesar de sus amorosas atenciones y de la preocupación que manifestaba por su bienestar, Fabian no se había casado con ella porque la amara. Lo había hecho porque quería desesperadamente un heredero y ella le había parecido la candidata más adecuada como madre.
Se sentó en el borde de la cama y cubrió su desnudez con la sábana a la vez que trataba de poner sus pensamientos en orden. A partir de aquel día ya no iba a ser la anónima Laura Greenwood, sino la señora Moritzzoni, de la fabulosa mansión Villa Rosa. Su marido era un hombre rico, influyente y respetado en su mundo, donde el nombre y linaje de una familia lo eran todo. Laura iba a ser la madre de sus hijos, pero no podía esperar recibir su amor y devoción a cambio.
Sintió que se le encogía el corazón. Lo que sentía por Fabian, algo con lo que éste no contaba, había convertido en una farsa aquel matrimonio de conveniencia. Después de la experiencia a la que apenas había sobrevivido con Mark, ¿cómo había podido ser tan insensata como para acercarse de nuevo al borde del volcán? La respuesta era que se había casado con Fabian porque después del trauma de los pasados años de su vida aún se atrevía a soñar que podía haber un futuro brillante para ella.
Aunque le dolía que Fabian se hubiera referido al viaje a Roma como a unas breves vacaciones, y no a la romántica luna de miel que ella secretamente añoraba, estaba decidida a vivir día a día y a alentar su sueño pasara lo que pasase.
–No tengo ninguna reserva. Es sólo que después de lo de anoche…
–Lo de anoche fue maravilloso.
Fabian se acercó a Laura con una traviesa sonrisa en los labios, le hizo levantarse de la cama y apoyó las manos en sus caderas para atraerla hacia sí.
–¡Aunque apenas dormimos! –replicó ella mientras sujetaba la sábana contra su pecho para evitar que se cayera.
–Fue nuestra noche de bodas… ¿de verdad esperabas dormir? –preguntó él burlonamente.
–Puede que no… pero ahora mismo necesito un rato para relajarme y poner mis pensamientos en orden. ¡Me siento aturdida después de todo lo que ha pasado!
–De acuerdo, señora Moritzzoni. Desayunaremos en la terraza y después puedes tomarte el tiempo que quieras para pensar en todo lo sucedido. Lo de ayer fue bien, ¿no?
–Sí… todo fue muy bien.
–¿Y te preocupa algo?
–Sólo que acabes lamentando que nos hayamos casado. ¿Y si acabas conociendo a una mujer de la que realmente te enamores, Fabian? ¿Has pensado en esa posibilidad? ¡Puede que acabes arrepintiéndote de haberte atado a mí!
–Eres una romántica incorregible, mi dulce Laura.
Aunque las palabras de Fabian desgarraron el corazón de Laura, la mirada que le dedicó fue inconfundiblemente tierna.
–No hay posibilidad de que me suceda algo así. Sé exactamente lo que estoy haciendo y por qué, y no me arrepiento de nada. Ya te he dicho antes que no hay que fiarse de las emociones, y me mantengo en mi idea. Estoy seguro de que con el tiempo llegaremos a ser buenos amigos… ya somos amantes… y cuando tengamos hijos nuestro matrimonio estará basado en unos sólidos cimientos de amistad y respeto, no en una precaria aventura amorosa que se esfuma al cabo de pocas semanas o meses.
Laura permaneció en silencio, a pesar de que la poca fe de Fabian en el amor laceró su corazón. ¿Estaría destinado a creer siempre aquello a causa del comportamiento de su ex esposa? Quería preguntarle más cosas sobre su pasado y sobre ella, aunque sabía que aquello era algo de lo que no quería hablar. Pero antes o después tendría que tratar de superar aquel muro que los separaba si quería que su futuro juntos tuviera alguna probabilidad de éxito. A pesar de sí misma, se obligó a cambiar de tema.
–Por cierto, en lo referente al trabajo, me gustaría buscar un puesto de profesora de música cuanto antes. Ya he pasado demasiado tiempo alejada de la enseñanza debido al accidente, y necesito volver a hacer lo que me gusta. Dijiste que respetarías mis deseos al respecto.
–Por supuesto –Fabian se acercó más a ella, tomó un mechón de su cabello dorado y lo contempló un momento antes de mirarla a los ojos–. Eso no supondrá ningún problema. Podrás trabajar hasta que te quedes embarazada. Después, tendremos que revisar la situación… ¿de acuerdo?
Laura sintió una mezcla de regocijo y temor ante la idea de quedarse embarazada de su marido. Tener un bebé suyo la uniría más a él… ¿pero qué sucedería si llegara a darse cuenta de que lo amaba?
–De acuerdo –dijo, con la boca repentinamente seca.
–Y no será difícil encontrarte un puesto de trabajo adecuado. Tengo muchos contactos en el mundo de las artes y la educación, de manera que no tardarás en volver a dedicarte al trabajo que tanto te gusta.
–Eres muy amable, pero… –Laura se ruborizó ante la mirada casi predatoria que le estaba dirigiendo Fabian, y apartó la suya, decidida a terminar lo que estaba diciendo–. No quiero favores especiales. Me gustaría obtener el puesto por mis propios méritos, no por tu influencia. Y ahora necesito ducharme. Ya me he entretenido demasiado y…