Susanne James

Deseo en la toscana - Sin piedad - Un magnate despiadado


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soy un hombre infiel, y no tendré necesidad de aventuras cuando empecemos a vivir juntos, Laura. Estoy seguro de que serás lo suficientemente mujer para mí.

      –Pero…

      –¿Lo dudas? –Fabian frunció el ceño–. Vamos a intentar un pequeño experimento, ¿de acuerdo?

      Sonreía cuando se levantó y tomó a Laura de la mano para que hiciera lo mismo. Al sentir su temblor, humedeció el dedo índice en la sambuca de su copa y lo deslizó lentamente por el contorno de los labios de Laura. Cuando apoyó las manos en sus caderas sintió que la sensual tela de su vestido revelaba su delicada pero agradablemente sexy constitución.

      A pesar de que se excitó de inmediato, no permitió que el ardor de su sangre le hiciera demostrar su deseo de un modo que pudiera resultar abrumador. En lugar de ello besó a la mujer que tenía entre sus brazos con la misma paciencia y dedicación que un acuarelista habría dedicado a pintar con la punta de su pincel el delicado pétalo de una hoja. Cuando le acarició los pechos con las palmas de las manos se sintió secretamente encantado al notar cómo se excitaban al instante sus pezones. Por unos instantes se limitó a disfrutar del delicioso placer que le producía aquello y, muy pronto, la llama que tan provocativamente estaba ardiendo en su interior se transformó en un incendio.

      Atrajo instintivamente a Laura contra su pecho y la besó sin ocultar la creciente necesidad y el deseo que estaba experimentando. Cuando finalmente apartó sus labios de los de ella, vio con satisfacción que sus preciosos ojos grises reflejaban la misma necesidad, la misma voracidad.

      –Espero haberte demostrado que no necesitas preocuparte por las otras mujeres, Laura. Hay una poderosa química entre nosotros, una química que hará que seas tú la única que obtenga mi atención cuando estemos casados –dijo a la vez que la aferraba posesivamente por las caderas y la atraía hacia sí.

      –La química está muy bien, Fabian –replicó Laura con la voz entrecortada–, pero son necesarias muchas otras cosas para que un matrimonio funcione.

      –Comprendo tus preocupaciones… pero te confieso que ahora mismo sólo puedo pensar en una cosa.

      –Pero…

      –Tócame.

      Fabian tomó la mano de Laura y la guió entre sus cuerpos hasta la evidente erección que ocultaba la cremallera de sus pantalones. Ella contuvo el aliento, pero no retiró la mano. Fabian vio que se mordía el labio como si estuviera luchando por negar la ardiente necesidad que también recorría sus venas. Sonrió, intuitivamente consciente de que aquélla era una lucha que Laura no tenía posibilidades de ganar.

      Tomó un mechón de su pelo entre los dedos y jugueteó con él.

      –En la cama haré que todas tus preocupaciones se esfumen, dulce Laura, hasta que no puedas pensar en otra cosa que en el placer que estarás experimentando.

      La vulnerable mirada de Laura alcanzó de lleno el momentáneamente desprotegido corazón de Fabian.

      –Eso es precisamente lo que temo –susurró ella.

      Fabian pasó un brazo por su cintura, entraron de nuevo en la casa y avanzaron por los pasillos de mármol hacia su dormitorio.

      Fabian se había quitado la chaqueta, la camisa y los zapatos. Sus pies estaban una vez más desnudos, sin calcetines. Pero la mirada de Laura no se detuvo mucho rato en sus pies. No cuando la asombrosa perfección de su musculoso pecho y de sus atléticos hombros atraían su atención como si se tratara de una repentina aparición que la hubiera dejado sin aliento. Era tan increíblemente bello…

      Enfrentada con la realidad de aquel hecho, experimentó una intensa aprensión al pensar en tener que exponer ante él su cuerpo, imperfecto y marcado. Caminó instintivamente hacia atrás hasta que sus piernas toparon con el borde de la cama. Dejó escapar un gritito ahogado y, de repente, Fabian estaba ante ella, sonriéndole, haciéndole derretirse incluso antes de tenerla en la cama.

      Apoyó un dedo bajo su barbilla para que lo mirara.

      –Sólo quiero hacer que te sientas bien… No hay nada que temer.

      Paralizada, Laura vio que inclinaba la cabeza hacia ella, apartaba un poco la tela de su vestido y apoyaba los labios en la piel que quedó expuesta. Se puso a temblar como si nunca fuera a parar de hacerlo.

      –Bella –murmuró Fabian.

      Laura temió que su corazón fuera a estallar cuando él tomó el borde de su vestido y se lo sacó por encima de la cabeza.

      Una vez descartado el vestido de alta costura, Fabian la rodeó con sus brazos. El roce de sus pieles fue como una descarga eléctrica que dejó aturdida a Laura.

      Su íntima proximidad pareció ejercer el mismo efecto febril sobre él. Un ligero empujón y el trasero de Laura entró repentinamente en contacto con la sensual seda de la colcha que cubría la cama. Fabian se agachó para quitarle los zapatos sin apartar la mirada de ella. Tras besarla provocativamente en la comisura de los labios y en el cuello, se irguió y se quitó los pantalones y los calzoncillos que llevaba debajo. Maravillada, Laura contempló la firme y tonificada piel que quedó expuesta y sintió que se le secaba la boca al comprobar la asombrosa y generosa evidencia de su deseo.

      Con una leve sonrisa, Fabian apoyó una mano en el centro de su pecho y le hizo tumbarse en la cama. Un segundo después la estaba cubriendo con su poderoso cuerpo a la vez que tomaba sus labios en un beso con el que le exigía todo lo que tuviera que darle, y aún más. Deslizó eróticamente las palmas de las manos por la satinada superficie de sus pechos a la vez que los contemplaba con evidente placer. Luego la miró a los ojos.

      –Eres tan preciosa… –murmuró.

      –Cuando me miras así… siento que es cierto –replicó ella, con el corazón desbocado. Mark nunca le había dicho que era preciosa… siempre había estado demasiado ocupado haciéndole notar sus imperfecciones.

      A continuación, Fabian la besó apasionadamente en los labios. Su aliento era cálido y su lengua, eróticamente sedosa. Laura temió que el deseo que estaba experimentando fuera a hacerle estallar si no le daba pronto lo que anhelaba. Aquel hombre contenido, descreído del amor, que mantenía una silenciosa lucha con su pasado, aquel hombre paradójico que anhelaba tener hijos pero no una mujer a la que amar, había liberado algo en su interior que casi había olvidado que estaba allí. Algo necesario, que había reprimido a lo largo de su difícil y doloroso matrimonio con Mark.

      Fabian murmuró algo junto a su oído y se irguió para tomar un preservativo de la mesilla de noche. Laura contempló sin aliento cómo lo deslizaba expertamente por su excitado sexo antes de inclinarse para quitarle las braguitas. Luego le hizo separar los muslos con su rodilla y, tras acariciarla unos momentos con el extremo de su sexo, la penetró profunda y lentamente. Laura arqueó la espalda a causa del impacto mientras una intensa oleada de calor recorría su cuerpo, y supo que nunca olvidaría aquel primer e íntimo contacto con Fabian.

      Se aferró a sus duros bíceps, que se endurecían como hierro cada vez que la penetraba. Sus movimientos le hicieron olvidar que no era perfecta, que tenía cicatrices con las que tendría que convivir el resto de su vida, tanto exteriores como interiores. Fabian estaba murmurándole apasionadas palabras en su propia lengua y, aunque Laura no entendía todo lo que le estaba diciendo, el sonido de su voz y la intensidad de su expresión hicieron que su sangre cantara.

      Se rindió de buen grado a las avalancha de sensaciones que crecían en su interior y, mientras Fabian la penetraba una y otra vez, fue incapaz de contener los gemidos de placer que se acumulaban en su garganta.

      –No puedes contenerte ahora, mi preciosa Laura.

      –Fabian… ¡qué me estás haciendo!

      –Dímelo… –susurró él antes de inclinarse para tomar uno de sus pezones entre los dientes–. ¿Qué te estoy haciendo?

      –Estás haciendo… estás haciendo…

      Laura dejó escapar un gritito ahogado