a largo plazo. Me he dado cuenta de que la vida tiene el feo hábito de intervenir cada vez que trato de controlar algo.
La mirada de Laura pareció ensombrecerse cuando dijo aquello, y Fabian intuyó que su mente había regresado por un instante a algún momento oscuro de su vida. Parecía una joven reflexiva, callada y sin malicia, muy diferente a la mayoría de las mujeres con las que solía entablar conversación. Para empezar, en su mirada no había el más mínimo destello de flirteo, algo a lo que estaba acostumbrado, aunque no le producía el más mínimo engreimiento. ¿Tendría una relación amorosa y estaría totalmente entregada a su pareja? ¿Hasta el extremo de que no se le ocurriría mirar a otro?
Fabian tamborileó con los dedos sobre la mesa al comprender que no le habría importado que Laura flirteara un poco con él. Obviamente, había llegado el momento de apartar sus pensamientos de un terreno tan peligroso.
–Carmela me ha dicho que en Inglaterra enseñabas música. ¿De qué edad eran tus alumnos?
–De seis y siete.
–¿Tan jóvenes?
–Nunca se es demasiado joven para disfrutar de la música.
–Por tu expresión, parece que te gustaba tu trabajo.
–Me encantaba –un ligero rubor cubrió las mejillas de Laura y Fabian no pudo evitar disfrutar de ello–. Por eso me disgustó tanto perder el trabajo.
–¿Qué sucedió?
–Sufrí un accidente –la expresión de Laura pareció indicar que había tomado un camino por el que habría preferido no circular. Hizo una mueca–. Pasé una convalecencia bastante larga y cuando regresé al colegio el director me explicó que las autoridades habían decidido cerrar el departamento de música debido a falta de presupuesto. Yo sabía que la música no era una prioridad en el currículum de la escuela, pero sabiendo cuánto disfrutaban los niños de mis clases, creo que fue una lástima que tomaran esa decisión.
–Algunos centros de enseñanza son muy estrechos de miras en lo referente a la enseñanza de las artes –dijo Fabian–. Pero, contando con profesores tan entusiastas como tú, es posible que eso cambie.
–No estaría mal.
A pesar de su interés por seguir averiguando cosas sobre la experiencia laboral de Laura, y de su curiosidad por el accidente que le había privado de su trabajo, la atención de Fabian se vio repentinamente requerida por Aurelia Visconti.
La cantante apoyó una enjoyada mano sobre la suya e hizo un mohín con los labios.
–¡Cariño! ¡No paras de hablar con tu pequeña amiga inglesa y estás haciendo que me sienta marginada! Estoy segura de que está lo suficientemente ocupada ayudándote a organizar el concierto como para encima monopolizar tu valioso tiempo libre.
Capítulo 3
LAURA no entendió todo lo que estaba diciendo la otra mujer, pero desde que había aceptado volar a la Toscana para reemplazar a Carmela no había dejado de escuchar cintas en italiano y de devorar libros de frases, de manera que, aunque la mirada de desdén de la cantante no hubiera manifestado con toda claridad el sentido de sus palabras, habría podido captar gran parte de su significado.
De pronto deseó que la comida terminara cuanto antes. Así podría tener una excusa para irse y volver al trabajo. De hecho, se preguntó si su anfitrión protestaría si le presentara sus excusas y se fuera de inmediato. Cuando miró a la diva y a Fabian, la mirada de éste reclamó la suya durante un largo y perturbador momento. Sintió que el estómago se le encogía como si estuviera a punto de dar un salto mortal.
–¿Sucede algo, Laura? –preguntó Fabian.
–No… no sucede nada. Sólo me preguntaba si te importaría que me saltara el postre para volver a trabajar cuanto antes. Estoy deseando ponerme a…
–¡Quiero que te quedes hasta que termine la comida! –dijo Fabian, sorprendido y furioso a la vez–. No estoy acostumbrado a que mis invitados se levanten en medio de la comida y se vayan. Por importantes que sean tus obligaciones, tendrás que esperar.
Consciente de que todas las miradas se habían vuelto hacia ella, Laura sintió que su rostro se acaloraba. Lo único que había pretendido era escapar de una situación en que se sentía incómoda, y era cierto que estaba deseando seguir adelante con el trabajo para el que había sido contratada. Pero, en lugar de ello, lo único que había logrado había sido ofender al único hombre al que no se podía permitir ofender. Fabian había vuelto a prestar atención a la deslumbrante criatura que tenía a su lado, pero su expresión y la especial firmeza de su arrogante mandíbula confirmaron las sospechas de Laura. Sintiéndose abatida además de acalorada, tomó un largo sorbo de su vaso de agua con la esperanza de aliviar su bochorno además de su sed.
Laura se había despedido afectuosamente de su amiga Carmela cuando finalmente había partido para su luna de miel y había pasado el resto de la tarde familiarizándose con sus nuevos deberes. Había llamado para presentarse a varias de las compañías que iban a brindar sus servicios la noche del concierto y había enviado una última remesa de invitaciones para la plantilla de un hospital cercano.
Acababa de encargar por teléfono el envío de un ramo de flores de parte de Fabian a la formidable Aurelia Visconti, que iba a alojarse en una villa cercana hasta después del concierto, cuando su jefe asomó la cabeza por la puerta. ¿Habría algo entre éste y la bella cantante de ópera? Era lógico especular al respecto después de cómo había reclamado la cantante su atención durante la comida… aunque Carmela le había mencionado que su jefe estaba divorciado y sin compromiso.
–¿Qué tal te vas haciendo con todo?
–De momento bien.
–¿Sin problemas?
–Nada que no pueda manejar.
–Bien. Sólo he venido para decirte que voy a salir y que no me esperes hasta el final de la tarde.
–De acuerdo.
–Mañana te trasladarás a mi despacho.
–Oh… ¿es realmente necesario? Empezaba a acostumbrarme a este sitio… El traslado podría hacerme perder un tiempo muy valioso para la organización del concierto.
–Apenas te llevará tiempo acostumbrarte. Tendrás que estar cerca de mí para hacer preguntas y para hablar con otras personas y solucionar problemas. Todo será más fácil si estamos juntos. ¿Necesitas preguntarme algo antes de que me vaya?
–Nada que se me ocurra en este momento.
Laura trató de no mostrarse afectada por la noticia de que iba a trabajar en el mismo despacho de Fabian. El incidente que había tenido lugar durante la comida le había hecho sentirse aún más consciente de él, y deseaba borrarlo cuanto antes de su memoria. Pero también se sintió frustrada al no tener la opción de preguntarle más sobre el concierto.
La breve conversación que habían mantenido sobre la vida y su planificación había despertado su curiosidad sobre cómo veía aquellos temas Fabian. ¿Sería aquel concierto aniversario una tradición para él y su familia? ¿Le parecería una responsabilidad excesiva y demasiado cara?
–En ese caso, buenas tardes y que disfrutes de la cena que va a prepararte María –dijo Fabian a la vez que esbozaba una sonrisa–. Es una cocinera excepcional y prepara la mejor lasaña de Italia. Ciao!
A continuación, Fabian se fue, dejando tras sí un agradable aroma a sándalo.
Laura se preguntó si iría a visitar a Aurelia.
Impaciente por el hecho de que aquellas irrelevantes consideraciones ocuparan su mente, se apoyó contra el respaldo de la silla, liberó su pelo de la cinta que lo sujetaba y suspiró al sentir que su cuello y hombros se relajaban.
Poco después de que Laura terminara de comer la deliciosa lasaña