Eric Barone

Terapia Akáshica


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un último punto: ¿Por qué motivo, entonces, nos envían a vivir aquí? ¿Cuál es el sentido de nuestra vida? En definitiva, obtendremos la contestación cuando sepamos cuál es nuestra «misión espiritual» Sin ella no tenemos razones para haber nacido. Con ella, podemos llegar a ser la persona exacta, en el lugar justo, haciendo el acto correcto y en el momento idóneo. Es la misma diferencia entre ser un barco a la deriva y un faro que, bien asentado en su montaña, guía a los barcos perdidos en la oscuridad de la vida. Que el lector se interrogue: ¿Qué prefiero ser, un barco a la deriva o un faro irradiante?

       ¿Cuáles son esos dos seres de los que habla la Terapia Akáshica, que viven en simbiosis dentro de nosotros mismos?

      Somos dos... cada uno de nosotros. ¡Eso ya lo sabíamos! -dirá el lector- pero ¿Quién es el otro? Un humorista escribió: «Si Freud hubiera sido un brujo y Jung un sacerdote, la Terapia Akáshica hubiera nacido antes.» Tal vez tenía razón; a lo largo de este texto descubriremos por qué no se podía disociar la psicología de la parapsicología, la magia de la ciencia, y en general lo material de lo espiritual.

      Las investigaciones iniciales de la T. Ak. evidencian que este ser físico, que la medicina moderna describe cada vez mejor, alberga a otro ser de índole energética, en parte ya descripto por las medicinas orientales.

      Si queremos comprendernos a nosotros mismos, necesitaremos descubrir a este otro yo, llamado a veces «espíritu», «alma», «consciencia superior» y que de ahora en adelante llamaremos el «ser bioenergético». Debemos conocer sus diferencias con el ser físico, que llamaremos el «ser neuronal», y veremos cómo ambos interactúan tan estrechamente, que nos parecerá casi imposible descubrir cuándo interviene uno y cuando el otro.

       ¿Cómo está constituido este «ser bioenergético»?

      ¡Cuándo comemos una manzana en realidad estamos comiendo dos! Nuestro ser neuronal (cuerpo físico) mastica la manzana del mundo de las tres dimensiones. La que hemos comprado en la verdulería, la digiere y absorbe sus nutrientes, así se desarrolla nuestro cuerpo físico. Mientras que el ser bioenergético, como contrapartida, extrae del agua de esta manzana toda la bioenergía que contiene. Aparentemente es lo que los alquimistas del medioevo llamaban «mercurio», los mesmeristas franceses «el magnetismo universal», los seguidores de Wilelm Reich «el orgon», los maestros hindúes «el prana» y los cristianos tal vez «el Espíritu Santo».

       Entonces... ¿qué es la bioenergía?

      En realidad, deberíamos preguntarnos ¿Cuáles son las dos bioenergías? La que «genera la vida» y la que «la borra». En un libro anterior (Hipnotismo & Bioenergía) las describí de la siguiente manera:

      «Nosotros llamaremos «Bioenergía» (que no se debe confundir con la Bioenergética de Lowen) a la energía ligada a la vida y adelantaremos una lista de definiciones que podrán ser útiles al lector.

      La bioenergía es de una única naturaleza, pero de doble polaridad que cambia automáticamente de sentido cada tres mil años. Existen pocos medios que podamos utilizar para obligarla a cambiar de polaridad cuando nos parezca necesario; citamos: la alquimia, los milagros de santos -obviamente siempre de naturaleza energética en razón de la gran vecindad que existe entre bioenergía y energías espirituales- y ciertas prácticas de vida espiritual (que no están ligadas al funcionamiento del cuerpo; no se trata, por ejemplo, de vegetarianismo ni de castidad). [ ... ]

      Se presenta bajo la forma de pequeños filamentos de 3 centímetros de longitud y de un trimillonésimo de milímetro de espesor. Se apoya y circula en un medio extraño y de naturaleza todavía inexplicada, el medio donde se mueven las fuerzas que relacionan los contrarios. Por ejemplo: entre la materia y el vacío, la fuerza de gravedad, la fuerza centrífuga y la centrípeta, la fuerza que permite a los neutrones conservar su vacío entre los núcleos y los electrones, la fuerza que en el chakra del corazón del hombre opone el egoísmo al altruismo, el límite entre el blanco y el negro, la luz y la oscuridad, el hombre y la mujer, la vigilia y el sueño, etc...

      No podemos decir que «es» la única energía constituyente de la vida sino uno de sus más importantes ingredientes. Sí podemos afirmar que «es» la energía de la consciencia, de la inteligencia y del saber. No es como la electricidad nerviosa, no pasa por los circuitos conocidos tales como neuronas, axones, dendritas. No participa de la materia cerebral misma, por ser de otra naturaleza más sutil; dicha materia cerebral está prisionera de un mundo de solamente tres dimensiones, (tal como todo lo que concierne a nuestro cuerpo físico y a los cinco sentidos). La bioenergía, por su parte, se mueve en un mundo de cuatro dimensiones; la cuarta dimensión en cuestión no es la del tiempo, sino la constituyente de este «medio de los contrarios» descripto anteriormente.

      En nuestro cerebro material, ella constituye una red de filamentos relacionados lógicamente entre ellos tal como las energías constituyentes de un software en una computadora. Digamos que, en el ser humano, las pistas por donde circula esta energía están ligadas a las moléculas de agua.

      Esta naturaleza sutil es el origen de que apenas el 2% de la consciencia more en el cerebro neuronal (neurofisiológico) mientras el 98% restante se encuentra disperso por varios otros lugares del cuerpo energético.

       ¿Cómo hace la bioenergía para incorporarse a nuestro organismo?

      Esta energía mezclada (bioenergía de vida con bioenergía de muerte), se almacena en el perineo, que funciona como tanque de decantación, dividiendo la energía de muerte de la energía de vida. En una persona sana, la primera es dirigida hacia el colon y eliminada con las deposiciones; la segunda es enviada hacia el diafragma donde se expone a un proceso de digestión (semejante al que ocurre en nuestro sistema digestivo, y con los mismos fines); en efecto, la digestión es necesaria porque la bioenergía, tal como la recibimos, no puede ser asimilada por nuestro organismo; el formato de esta energía todavía no refinada no es el adecuado para circular en las fibras de la Kundalini, que explicaremos a continuación. Esta digestión se produce gracias a dos catalizadores, la energía cósmica y la telúrica que se plasman arriba y abajo del diafragma. Es menester recordar este hecho, porque será la raíz de grandes consecuencias que descubriremos cuando persigamos el concepto de «consciencia».

      Esta energía se transfiere al coxis, viniendo con dos tipos de polaridades, no el yin y el yang como era de esperar, sino una polaridad digamos «vegetariana» y otra «carnívora», según la energía sea transportada por un alimento del mundo vegetal o del mundo animal. El proceso de fabricación de la Kundalini, función particular del coxis, consiste en dar a la energía un formato binario equilibrando los contrarios en cada una de sus partículas. Podemos decir que esta energía es a la vez corpuscular y ondulatoria, lo que da esperanza a la ciencia moderna, de algún día, poder medirla y cuantificarla.

      Del coxis es bombeada a través de un haz de fibras invisibles, situadas en la médula espinal, muy semejante a las fibras de vidrio, y llevada en dirección del cerebro. Nació así la famosa Kundalini, de la cual la T. Ak trazó un patrón de normalidad, expresado en el libro «Bioenergía Revelada». El pulso de la Kundalini indica el pulso vital y el dinamismo general de la persona, además de ser el sostén de su vida espiritual. Cuando llegue al cerebro será también el sostén de toda la bioenergía mental, pero nuestra Kundalini conocerá muchas aventuras antes de llegar a su destino final.

       ¿Qué puede ocurrirle a nuestra Kundalini durante su viaje hacia el cerebro?

      Desviará cierta cantidad de sus fibras en lo que llamamos los meridianos. Los acupuntores chinos identificaron 14 de ellos; los hindúes consideran que son 72.000 los “nadis” y, ciertamente, ambos tienen razón, ya que hablan de lo que es el sostén de la vida fisiológica. Recordemos: «meridianos = vida del cuerpo».

      En ciertos lugares privilegiados del cuerpo físico, existen concentraciones de varios de estos canales; su encuentro da nacimiento a los “chakras”. La tradición hindú lo fundamenta con exactitud científica: en las representaciones de los chakras, cada pétalo representa uno de los canales que llega a estas plataformas de