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El PRESENTE libro es la crónica de 20 años de infamia: el poder usado para el descrédito de un adversario político a través de declaraciones de una investigación —manipulada de origen— que no encontró pruebas.
Quizá la prueba más precisa de la urdimbre que tejió el gobierno la acaba de publicar el periodista y articulista Jorge Fernández Menéndez,*1 quien hace una remembranza de lo sucedido.
[...] sobre su supuesta relación con el narcotráfico. Son falsas, es público, y lo sé porque me tocó ser protagonista en torno a aquellas acusaciones.
Comenzaba el año de 1998 y Monreal, entonces un duro legislador priista, no sería, como era su legítima aspiración, candidato a gobernador por su partido en Zacatecas. Cuando lo supo, rompió con el PRI y luego de un acuerdo con el presidente del PRD, Andrés Manuel López Obrador, se convirtió en candidato del sol azteca. Desde entonces la relación de Monreal y López Obrador ha sido, con altibajos, leal y sólida.
Hace 22 años, era un reportero mucho más joven, pregunté en el gobierno federal encabezado entonces por el presidente Zedillo, por qué Monreal no sería candidato del PRI, cuáles eran las causas de fondo. Se me dijo que era por una presunta relación de sus hermanos y otros familiares con el narcotráfico. Para reafirmar ese dato desde los más altos niveles del gobierno federal se me hizo llegar un voluminoso expediente con documentación oficial sobre esas relaciones.
Pregunté a las mismas muy altas fuentes si la información era publicable, se me dijo que sí y que era parte de una investigación en marcha que devendría en unos días más, hablamos de febrero de 1998, en una acusación formal contra esos familiares de Monreal que lo descalificarían como candidato. La información fue publicada en esta columna, que entonces salía en El Financiero, y circuló profusamente, sobre todo en Zacatecas. Pero nunca hubo una investigación. Las mismas fuentes que me habían entregado la información, semanas después me dijeron que no había acusación alguna contra Monreal o sus hermanos, que no tenía sustento la acusación que ellos mismos habían elaborado.
Me tocó estar en Zacatecas el día de la elección de gobernador en 1998, que ganó Monreal, y como entonces lo publiqué, sostuve que si desde esas muy altas fuentes gubernamentales se había distribuido esa información y luego desde allí mismo se la había desmentido, sólo existían dos opciones: la información era falsa y no estaba sustentada, o la investigación no había tenido otra intención de que el expriista no llegara a la gubernatura y, por lo tanto, fracasado el objetivo, había sido desechada. De una u otra forma, si no había investigación, la acusación era falsa y Monreal (que no aparecía él mismo en la investigación, sino algunos hermanos y otros familiares) no era responsable de nada y todo había sido una manipulación fallida, en la que, tenía que reconocerlo, me habían utilizado. Lo escribí y lo dije en radio y en televisión, poco antes de las elecciones de 1998, el día de los comicios y la misma noche que Monreal ganó las elecciones [...]
La maldad de los hombres es insaciable.
ARISTÓTELES
A las víctimas de la maquinación y la
perversidad políticas, cuyas vidas
y las de sus familias fueron destruidas
por el abuso del poder y la impunidad.
RMA
Nota preliminar
ONCE años han tenido que transcurrir para concluir la elaboración de este libro al que he titulado La infamia. Para María Moliner,2 una infamia es una maldad o vileza cometida en contra de alguien, una canallada pues. Por eso decidí darle este título al texto que tienen en sus manos, porque lo sucedido a mi familia y a mí representa una injusticia, una canallada, la cual desde el poder se concibió y diseñó en el año 2009, con el propósito de destruir políticamente a quienes fuimos opositores a un gobierno surgido del fraude electoral, y que fue perseguido por la ilegitimidad hasta su conclusión.
Confieso haber disfrutado su escritura y que su redacción me apasionó. A lo largo de estos años, pacientemente, fui compilando información; acudiendo a averiguaciones ministeriales, investigaciones políticas, hemerotecas, expedientes judiciales, reportajes, columnas, artículos de fondo y editoriales publicados en medios de comunicación convencionales y digitales; incluso al registro de actos proselitistas, a campañas de guerra ruin y sucia, a actuaciones simuladas e ilegalidades electorales toleradas.
Fui registrándolo todo: lo analicé y valoré para plasmarlo en este documento —el libro número 28 de mi autoría—, cuyo veredicto final dejo a consideración de quienes lean sus páginas.
Este trabajo relata una historia real, una experiencia que a nadie le deseo y que lastimó y dañó, social, económica, moral y políticamente a la familia y al apellido Monreal. En él se describe, de manera cronológica, cómo se fue urdiendo la trama, y cada uno de los datos está sustentado con pruebas documentales públicas y de naturaleza jurídica diversa e incuestionable.
Los ataques sistemáticos en mi contra y de mi familia iniciaron desde 1997 —con mi renuncia al PRI—, continuaron en 1998 durante mi campaña política para gobernador —que se convirtió en una lucha contra el cerrado y autoritario sistema político mexicano—, y luego se retomaron en 2006, cuando el candidato del Partido Acción Nacional (PAN), Felipe Calderón Hinojosa, fue impuesto como presidente de la República, y México estaba por entrar en una espiral de violencia que hasta el día de hoy lastima a la sociedad en su conjunto.
Lo peor de todo es que hoy existe un consenso en torno a que el cambio en la estrategia de seguridad no necesariamente tenía como eje el interés nacional de todas y todos los mexicanos, sino, por un lado, dar concesiones a los Estados Unidos de América y, por otro, adquirir por la fuerza la legitimidad que el proyecto en el gobierno no pudo obtener a través de los mecanismos democráticos.
Como prueba están los datos y elementos relevantes de ese sexenio, que hoy, que están saliendo a la luz pública, se vuelven relevantes, pues lo sitúan en un plano de franca complicidad con el crimen internacional y la delincuencia organizada. A esto se le suma la reciente detención y sujeción a proceso en la Unión Americana de Genaro García Luna, quien fuera secretario de Seguridad Pública de aquella administración, acusado por delitos de tráfico de drogas, recibir sobornos del Cártel de Sinaloa y falsedad de declaraciones en la Corte Federal del Distrito Este de Nueva York, lo cual amplía la verdad popular sobre la errática, simulada y selecta guerra contra el narcotráfico en México.
Hoy, 14 años después, en que dio inicio esta espiral de violencia, estos elementos son reveladores, pero en ese momento las fuerzas políticas en el poder encontraron en la guerra contra las drogas una justificación para rebasar los límites del Estado, en un intento por lograr reivindicar la imagen fraudulenta con la que su proyecto llegó a la Presidencia. Desde entonces, miles de personas fueron acusadas injustamente, a partir de una política autoritaria, en la que los procesos de investigación —que son primordiales en cualquier nación donde priva el Estado de derecho— fueron simple y sencillamente ignorados.
Muchas de estas personas: jóvenes víctimas del crimen organizado, campesinos que nada tenían que ver con actividades criminales y personas que iban en contra del autoritarismo del antiguo régimen fueron injustamente encarceladas, algunas se encuentran aún purgando una sentencia que no les corresponde. Otras pudieron hacer frente a las falsas acusaciones realizadas en su contra, resistiendo los embates de quienes hicieron del Estado y de su monopolio de la fuerza un instrumento de persecución.
Es por ello, por todas aquellas víctimas que no tuvieron voz, que he decidido contar cómo mi familia, a causa de mi posición política frente al atropello democrático, fue víctima de asedio y de la persecución estatal. No lo puedo negar, ha sido un camino largo y difícil, pero hoy, después de más de