del partido dominante: la reacción fue intentar desprestigiarme para frenar el cambio que se avecinaba en Zacatecas.
Desde muy joven he hecho mía una máxima de Goethe que dice que “es muy fácil pensar. Obrar es muy difícil, y obrar según nuestro pensamiento es lo más difícil del mundo”. También tengo como principio el ser autocrítico, así que mientras me encontraba militando en el PRI, mantuve siempre mi postura de señalar aquellas cosas con las que no estaba de acuerdo. Pero en ese instituto político eso no sólo no era bien visto, era mal recibido. Considero que, sin autocrítica, las democracias tienden a distorsionarse, lo cual no se puede permitir, y aun así, en ese entonces hubo quien no estuvo de acuerdo con el hecho de que me expresara libremente; con ellos había que seguir la consigna del marqués de la Croix: a callar y a obedecer. Negarme la candidatura fue una primera acción para tratar de detenerme, pero no fue la última.
Cuando desde Bucareli el entonces secretario de Gobernación me advirtió que me disciplinara, diciéndome que si me iba tendría que atenerme a las consecuencias, pues la maquinaria sería implacable, no me quedó duda de que el cariz democrático del partido estaba totalmente desvanecido. Los ataques no tardaron en hacerse sentir.
Días después, el presidente nacional del PRI, Mariano Palacios, en un mitin en Zacatecas, relató que su partido “no quiso postular, en una etapa de alta competencia electoral, a quien pudiera resultar vulnerable a críticas, a señalamientos político-electorales, por vínculos con un mundo de actividades turbias”, y al día siguiente, ya lejos de ahí, denunció con más precisión, pero sin aportar prueba alguna, que yo tenía vínculos con narcotraficantes que operaban en territorio zacatecano.16 Ahí comenzó a gestarse la infamia.
Hoy, a la luz de los años, estoy convencido de que en ese entonces la hidra de mil cabezas en la que se había convertido el PRI pensó que, como era costumbre con otros correligionarios, podrían atemorizarme y obligarme a que retrocediera en mi decisión de hacer valer la voluntad popular. No fue así. Un día después de las declaraciones de Palacios, convoqué a una conferencia de prensa en la que mostré el expediente que desde el PRI se estaba preparando en mi contra. Señalé enfáticamente que con trabajo y con honestidad, y con la ley en la mano, vencería cualquier intento de desprestigio. Desde entonces hasta ahora, estoy convencido de que el trabajo todo lo vence.
Este mismo expediente, con el que el que me cuestionaban sobre supuestas actividades ilícitas, nutrido de acusaciones falsas e inventos desproporcionados elaborados por el gobierno del PRI, fue enviado íntegro por el gobierno al entonces presidente del PRD, Andrés Manuel López Obrador, para que no se le ocurriera postularme debido a estos antecedentes. Era más que inexplicable que, habiendo sido dos veces diputado federal, senador y, en ese momento, representante legislativo ante el IFE, hasta entonces les resultara sospechosa mi trayectoria política. Para cualquier observador del acontecer político resultaba clara la sucia maniobra para tratar de eliminar a un contendiente.
Meses después, el propio presidente del PRD me confesó que este hecho intimidante y difamatorio le hicieron confirmar su intuición de que el PRD se alzaría con su primera victoria en Zacatecas.
En esa ocasión, las acusaciones se derrumbaron rápidamente. Pocos días después, el mismo Palacios se desdijo en cadena nacional, justificando la decisión de la imposición en excusas que nada tenían que ver con las acusaciones que él mismo formuló anteriormente, pues aseguró que mi expediente estaba limpio.
La maniobra no les funcionó, la voluntad popular se reflejó en las urnas. Con el 45 por ciento de los sufragios emitidos y siete puntos porcentuales arriba del candidato oficialista —mi más cercano competidor—, el voto de las y los zacatecanos me favoreció para ser su gobernador durante el periodo 1998-2004.17
Sin embargo, el andamiaje que se construyó desde la cúpula política en mi contra causó daños morales y políticos irreversibles. La elección en Zacatecas estuvo viciada de origen con recursos públicos en favor del PRI; había una clara intención de avasallar y aplastar la opción política de izquierda. Lograron hacer fraude en las comunidades rurales donde, por falta de recursos, teníamos dificultades para vigilar la totalidad de las casillas. A pesar de esto, en las zonas urbanas fue amplia la diferencia.
Aun el día de la elección, por instrucciones del presidente Ernesto Zedillo, se intentó vulnerar la voluntad política de las y los zacatecanos y arrebatar la elección de manera claramente ilegal. Meses después de los comicios, en una entrevista,18 el presidente nacional del PRD —y actual titular del Ejecutivo federal— describió la manera como el gobierno de la República intentó pervertir el sentido democrático y destruir la aspiración de cambio de las y los zacatecanos. Vale la pena hacer mención de ella a profundidad.
El “MURO 98”
La infamia contra nosotros fue tan significativa y descarada que, en aquella entrevista, Andrés Manuel López Obrador declaró que tuvo que intervenir durante el proceso electoral de Zacatecas para que el presidente Zedillo desmantelara el fraude que se estaba tramando desde la Secretaría de Gobernación, en contubernio con el gobernador estatal saliente. El hoy presidente de México narró las discusiones que entabló con Ernesto Zedillo durante las seis distintas reuniones que sostuvieron, en las que fue muy firme e insistente en que la democracia fuera respetada y reforzada en el país.
Conforme pasaba el tiempo, los encuentros entre ambos se fueron volviendo más ríspidos; Andrés Manuel insistía en que Zedillo debía ser la bisagra que diera paso a la democracia, y este último cada vez era más firme en la idea de que no podía ir en contra de su partido, y por ello, en el marco de la elección de gobernador en Zacatecas, el secretario de Gobernación trató de utilizar un método que les había resultado infalible: la cooptación, así que trató de hacer que dejara de lado la democracia, a cambio de un consulado en Miami.
Andrés Manuel López Obrador señaló también durante la entrevista, que recibió la advertencia de que si el PRD me postulaba se tendría que atener a las consecuencias. Una vez oficializada mi candidatura —narra—, las sospechas de fraude eran alarmantes, y por ello el PRD instrumentó una sigilosa estrategia para cuidar 300 casillas el día de la elección, a fin de que los operadores priistas no se apoderaran de ellas.
Un par de semanas antes de los comicios, las sospechas se confirmaron, pues en el documento denominado “MURO 98, capítulo Zacatecas”, fechado el 25 de junio —10 días antes de la jornada electoral—, se detallaban las acciones que deberían seguir la Secretaría de Elecciones y la Coordinación General de Información del CEN del PRI, y que coincidieron con lo que ocurrió el día de los comicios.
En el documento se estimaba que la votación real del PRI sería de 175,000 sufragios, y que la votación denominada como de seguridad sería de 223,000. La diferencia entre ambas, 48,000 votos, tendría que ser cubierta a través de la intervención en alrededor de 300 casillas, que podrían ser propicias para realizar las acciones de los fraudes del pasado, como rellenar urnas con boletas.
En el texto se precisa que esas 300 casillas se instalarían en los seis municipios donde la oposición no había presentado candidatos para ayuntamientos y en las zonas donde el traslado de la documentación electoral implicaba desplazamientos de más de 30 minutos, al ser de nula o escasa acreditación de representantes de la oposición, pues estaban ubicadas en zonas de alto analfabetismo, rurales, semirrurales o mixtas.
El fraudulento plan establecía también la manera en que se tendrían que seleccionar los representantes y funcionarios de las 320 casillas, estableciendo que el perfil de las personas indicadas debería ser proporcionado por la Secretaría General de Gobierno, y que los operadores electorales —a cargo cada una de cuatro casillas— estarían acreditados como asistentes electorales, y podrían participar en el traslado de las urnas, “facilitándose el trabajo de campo poselectoral donde así se requiera”.
En el documento también se constataba el cinismo con que operaba la oposición, pues refería que era recomendable que en la adulteración de las actas se le dieran algunos votos a la oposición, “para evitar las impugnaciones por casillas zapato”. En el colmo de la desfachatez, el escrito llegaba al grado de indicar que las líneas de acción