pueblo de Betania, a dos millas al este de Jerusalén. Es aquí, tal como Lucas lo describe, que «una mujer llamada Marta le recibió en su casa».
Lucas no lo menciona, pero asumo que Marta también recibió a Sus discípulos. Lo que significa que ella tuvo que preocuparse mínimo por 13 lugares más en la mesa. Y es improbable que ella tuviera por adelantado un horario del itinerario de Jesús. Todo indica que esto fue una visita inesperada y espontánea.
Ponte en las sandalias de Marta… supón que tu pastor y sus doce amigos llegaran a tu casa una tarde y dijeran, «¡Jorge! ¡Gaby! ¡Qué bueno verlos! Estábamos pasando y pensamos detenernos y cenar con ustedes». ¿Cómo responderías?
Tratarías de verte entusiasmado. «¡Qué privilegio!» dirías, con una sonrisa falsa en tu cara. Mientras entran, empezarías a disculparte por el lavabo lleno de platos sucios, los juguetes de los niños en el piso de la sala. Al mismo tiempo estarías mentalmente hurgando por la alacena, preguntándote cómo convertirás una caja de arroz en un gran banquete.
¿Puedes imaginarte a Marta? Ella no maneja un restaurante -ella maneja un hogar.
Si el pueblo de Betania tuviera un restaurante de comida china o un Pizza Hut, tal vez ella hubiera mandado a Jesús y Sus discípulos en esa dirección. Pero eso no era una opción. Marta ahora tiene un grupo inesperado para cenar. Y a pesar de que ella tal vez tenía las mejores intenciones, es casi inevitable que existiera algún tipo de lucha en su interior.
Para este momento la cena no era lo único que hervía en la cocina de Marta. Lo que comenzó como un acto genuino de amabilidad tomó un giro inesperado. Ahora ella está enojada, y haciendo todo lo posible para proyectar un sentimiento de culpa en María.
«Señor» ella grita, interrumpiendo la enseñanza de Jesús, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude».
Siendo una mujer sincera e industriosa, Marta se puso a trabajar para preparar una buena comida. Podemos pensar que ella asumió que su hermana María -probablemente su hermana menor- la acompañaría en la cocina. Imagina su reacción cuando ella ve a María sentada a los pies de Jesús, escuchándolo enseñar. Aquí está Marta, sudando por esta enorme tarea de hospitalidad, mientras su hermana está relajada, inconsciente e inmutada. ¿Piensas que eso podría haber puesto a prueba su actitud mínimo un poco?
Obviamente, no fue un diálogo cordial, y Marta, por supuesto, no tenía idea que quedaría registrado en la Biblia. Pero en este punto ella estaba frustrada, reaccionando pecaminosamente a lo que ella sentía que era una verdadera insensibilidad. La reputación de Marta ha sufrido a lo largo de los años, así que agregaré algo en su defensa. Ella aprendió a través de la amable corrección del Señor, como lo aclaran los Evangelios posteriormente. También, se le alaba por servir. El servicio es un tema enfatizado a lo largo de la Escritura. Fue su actitud pecadora, no su servicio, lo que metió a Marta en problemas.
Al ver la actividad como una prioridad mayor que escuchar al Señor, Martha erró en tres puntos.
1. Acusó a Dios. «¿Señor, no te da cuidado…? Lamentablemente, yo he dicho o pensado eso mismo muchas veces. Si no desarrollamos un estilo de vida de escuchar, inevitablemente comenzamos a dudar del amor de Dios. Nos convertimos altamente susceptibles a falsas interpretaciones de nuestras circunstancias, y es probable que seamos gobernados por nuestras emociones.
Cuando no hemos estado esperando en Dios y escuchando Su voz, fácilmente nos volvemos desconfiados de Su cuidado. Pocas cosas hieren más a Dios que ser acusado de indiferente ¿Sabes por qué? Porque no hay nadie a quien le importemos tanto como a Dios. Nadie se interesa tanto en nosotros como el Señor. Mientras estudiamos la Escritura y escuchamos Su voz nos volveremos conscientes y estaremos seguros de Su cuidado constante.
2. Se distrajo. El American Heritage Dictionary [Diccionario de la herencia americana] define «distraído» como «sufrir de emociones conflictivas; turbado». Cuando no hacemos tiempo para esperar delante de Dios, nos distraemos fácilmente. Nuestra perspectiva se distorsiona, nuestras emociones se agitan y se empieza a generar ansiedad. Marta encaja en esta descripción perfectamente.
Y no creas que Marta está sola en esto -todos estamos bien familiarizados con la distracción y la preocupación. Porque cuando dejamos de escuchar, nos empezamos a preocupar, y preocuparse es una ofensa seria hacia Dios. De hecho, decimos, «Yo no confió en ti, Señor». Pero cuando alabamos y esperamos en Dios, la preocupación rara vez es un problema, porque en la presencia de Dios recibimos seguridad de Su soberanía, sabiduría y cariño. A pesar de que las circunstancias permanezcan iguales, ahora tenemos una perspectiva eterna la cual remueve la preocupación del corazón y la reemplaza con paz.
3. Acusó y condenó a su hermana. No esperar en Dios ni escuchar Su voz normalmente culmina en crítica y comparación con los demás. Frecuentemente somos tentados a resentirnos con los demás, particularmente si parecen ser «más espirituales». Pero si somos honestos, admitiremos que a veces reaccionamos pecaminosamente hacia otros en la misma manera que Marta reaccionó hacia María. Lo que esto revela, entre otras cosas, es que no hemos estado esperando en Dios.
Me conmueve la forma en la que Jesús le respondió a Marta. Pudo haberse puesto de pie y dicho, «¿Tienes alguna idea de a Quién Le estás hablando? ¡Cómo te atreves a ordenarme! ¡Yo te creé!» En lugar de eso, Él Se sentó ahí, esperó hasta que ella terminara de revelar su corazón pecaminoso, y simplemente dijo «Marta, Marta».
(Por cierto …si el Señor usa tu nombre dos veces, prepárate para la reprensión. Es tiempo de acomodar el respaldo y regresar la mesa a su posición original).
«Afanada y turbada estás con muchas cosas», le dijo Jesús. «Pero sólo una cosa es necesaria. María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada".
Por favor nota que Jesús no fue empático con Marta. A pesar del entusiasmo con el que ella le sirvió, Él no justificó su actitud en lo más mínimo. Porque aunque el servicio de Marta fue entusiasta, no fue dirigido por el Espíritu ni motivado por la gracia de Dios. Más bien fue una obra de la carne, la cual puede atrapar al cristiano en legalismo no fructífero y en obras muertas. Muy a menudo el resultado es frustración inducida por uno mismo, enojo y desánimo.
Una vez que hemos sido reconciliados con Dios a través de la persona de Cristo y Su obra terminada, es importante que cultivemos una relación con Dios practicando las disciplinas espirituales (adorar, orar, estudiar la Escritura, etc.). En esto, no debemos empeñarnos en imitar a Marta, sino a María, quien, en las palabras de Cristo, escogió «la buena parte, la cual no le será quitada». Imitar a María en su devoción al Señor no sólo es escoger la buena parte, sino es escoger lo que es eterno.
Un enfoque radicalmente diferente
¿Qué se necesita para agradar a Dios? ¿Para conocerlo de forma más íntima? ¿Para discernir Su voluntad? ¿Para servir a Su propósito? Primero, se necesita un corazón que escucha, porque el discipulado comienza contemplando, no actuando.
Si no estás escuchando regularmente la voz de Dios, pregúntate a ti mismo, «¿Estoy haciendo tiempo para escuchar?» Si tu horario