de vida?
–No tenía. Créeme, si hubiera dinero en algún sitio lo habría encontrado. Cuando murió descubrí que había estado solicitando créditos a un interés altísimo. Y tenía que haberlos pagado así como ayer.
–Entiendo.
Kate se preguntó si sería verdad y tragó saliva para pasar la dura bola de emoción que se le había alojado en la garganta. Lo dudaba mucho. La combinación de desesperación, culpa, rabia, dolor y miedo que había sentido cuando supo lo que había hecho Mike resultó explosiva. Además, ¿había necesitado Theo dinero alguna vez tan desesperadamente como para hacer cualquier cosa con tal de conseguirlo? Lo dudaba mucho. Había conseguido su primer millón a los diecisiete años, y su fortuna no había hecho más que crecer desde entonces.
–Lo tendrás.
Ella se lo quedó mirando asombrada. ¿A qué se refería? ¿Tener qué?
–¿Disculpa?
–Dame tus datos bancarios y yo pagaré la deuda y estableceré un fondo de fideicomiso para pagar todo lo que tu hermana necesite durante todo el tiempo que sea necesario.
¿Cómo? Aquello era imposible.
–¿Estás hablando en serio? –preguntó sin dar crédito.
–Sí.
–¿Por qué harías algo así?
Los ojos de Theo se nublaron y Kate distinguió un destello de lo que parecía… ¿qué? ¿Culpabilidad? ¿Angustia? ¿Remordimiento? Aunque seguramente se trataría solo de irritación porque Kate hubiera interrumpido su ocupada agenda con lo que él percibía como un problema.
–Porque puedo hacerlo –dijo Theo finalmente.
Eso era una verdad innegable. Era uno de los diez hombres más ricos del mundo, según un artículo del periódico que había leído. Pero en cualquier caso, ¿qué hombre de negocios con reputación de implacable haría algo así?
–¿De verdad esperas que me crea que eres así de altruista? –preguntó Kate, incapaz de contener el escepticismo.
–No me importa demasiado lo que creas.
Qué amable.
–Bueno, pues muchas gracias , pero no puedo aceptarlo –afirmó ella con rotundidad–. Es demasiado.
–¿Y de dónde vas a sacar el dinero?
–Ya se me ocurrirá algo.
–Más te vale que sea pronto.
Sí, esa era la cuestión. Se estaba quedando sin tiempo. Y se sentía agotada por la preocupación del dinero.
–Solo por curiosidad, ¿qué querrías a cambio? –preguntó. No porque se lo estuviera planteando, que no, sino porque sin duda semejante cantidad de dinero tendría un precio.
–Nada.
Ella se lo quedó mirando fijamente.
–¿Nada? ¿Y por qué no?
–¿Necesito una razón?
–Yo sí. Tú estás en el mundo de los tratos. Nadie consigue nada gratis. Hasta yo sé eso.
–Tienes mi palabra.
–No sé cuánto vale tu palabra –¿y si, en el hipotético caso de que Kate aceptara, Theo decidiera de pronto que su dinero le daba derecho a decidir sobre el futuro de Milly? ¿Y si en algún momento decidía dejar de pagar?
–Haré que mis abogados redacten un contrato –dijo él. Estaba claro que había leído el escepticismo en su rostro–. Tú puedes poner la condiciones. No las cambiaré.
–Las cosas que parecen demasiado buenas para ser verdad, generalmente lo son.
Theo apretó las mandíbulas.
–Acepta mi oferta, Kate. Es la única sobre la mesa.
Cierto. Pero…
–Nunca podré devolvértelo.
–No hay necesidad.
–Me sentiré en deuda.
–Entonces te sugiero que lo superes –respondió él con sequedad– Porque debes saber que voy a hacer esto, con tu consentimiento o sin él. Si accedes las cosas irán más rápido, esa será la única diferencia.
Y de pronto, ante tanta intransigencia, lo que quedaba de la resistencia de Kate se vino abajo.
¿Por qué seguía luchando contra aquello? Las llamas estaban a punto de alcanzarla. Y lo que Theo proponía borraría todas sus preocupaciones de un plumazo. Si él podía permitírselo y quería ayudar, ¿por qué no iba a dejarle hacerlo? Tal vez sí tuviera sentimientos, al fin y al cabo. Tal vez Mike y él sí hubieran sido buenos amigos. Y al final, ¿qué más daba? No tenía por qué caerle bien, y sus motivos no eran asunto de Kate. Le estaba ofreciendo un acuerdo sin letra pequeña que le quitaría a los acreedores de encima, y lo que era más importante, aseguraría la comodidad de Milly para el resto de su vida, además de los mejores tratamientos disponibles. Así que, aunque sentía que estaba haciendo en cierta forma un pacto con el diablo, no podía no aceptar su ayuda.
–Muy bien, de acuerdo –murmuró asintiendo con la cabeza–. Tú ganas.
Capítulo 2
THEO no estaba tan seguro de haber ganado. Tal vez hubiera conseguido el resultado que buscaba, pero teniendo en cuenta la gigantesca deuda que tenía con Mike, lo menos que podía hacer era apoyar económicamente a Kate y a su hermana, y desde luego no disminuía la tremenda y omnipresente culpa que sentía por la parte que le tocaba en la muerte de su hermano. De hecho se sentía todavía peor, porque tendría que haber sabido lo de los créditos.
Y luego estaba la batalla para mantener el control, que había empezado a perder desde el momento en que Kate entró en su despacho, detonando una reacción salvaje y completamente inesperada en él.
No estaba preparado para el efecto que produjo en él. La primera y única vez que se habían visto, después del funeral de Mike, una experiencia extremadamente dura por varios motivos, no dio pistas al respecto. Sin embargo, cuando había entrado por la puerta todos sus sentidos se pusieron en alerta. El modo en que se movía, de forma lánguida y sinuosamente elegante, le había hipnotizado. Y cuando se acercó al escritorio, las fotos de la página web regresaron de golpe a su cabeza. A cada paso que avanzaba hacia él, la sangre de Theo se calentaba y las preguntas empezaban a resonarle en la cabeza. «Olvídate de los datos y las aficiones», pensó con el pulso latiéndole con fuerza y el cuerpo duro. Eran otras cosas lo que le interesaban.
Y luego estaba el pequeño pero significativo detalle relacionado con su experiencia sexual. El «ninguna» implicaba que todavía era virgen, pero independientemente de su significado, no debería haber despertado el más mínimo interés en él. Y, sin embargo, para su rabia, lo encontraba fascinante porque en lo único que podía pensar era en por qué. Tenía veintiséis años no podía deberse a falta de oportunidades. Tenía el aspecto de una diosa. Tal vez no se tratara de una belleza convencional, pero desde luego era impresionante con su cabello largo y rubio, los grandes ojos azules y la estatura.
Pero Theo estaba haciendo un buen trabajo disimulando la atracción que le corría por las venas de forma bastante efectiva, porque estaba acostumbrado a mantener conversaciones que no tenían nada que ver con lo que le estaba pasando por dentro. Kate no sabría nunca nada sobre el fiero deseo que latía en su interior. Además, era algo puramente físico y que carecía de importancia.
–¿Necesitas algo más? –le preguntó con frialdad. Su voz no daba ni una pista de las turbulencias que estaba experimentando por dentro.
–No, gracias. Lo tengo todo bajo control.
Suerte para ella.
–Si