Berta Ermila Madrigal Torres

Líderes y liderazgo


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necesario, hasta la propuesta de que el líder y los seguidores deben compartir un compromiso interno para lograr un objetivo mayor, se ha reducido la diferencia entre el poder y la función del líder y la de sus seguidores.

      Según McCauley (2002), en un futuro no muy lejano el liderazgo se podrá entender como un proceso que conlleva acciones recíprocas. Esto implica que las personas que trabajan juntas, independientemente del papel de autoridad y poder que desempeñen, deberán ser concebidas como socias al determinar lo que tiene sentido, cómo adaptarse al cambio, cuál es la dirección apropiada y la visión que guiará el trabajo (que antes era especificada por un líder en particular). Esto es evidente en organizaciones multidisciplinarias donde se pondera la especialización, pues cada profesionista es una autoridad y el otro lo respeta porque sabe que la unión de competencias los llevará a alcanzar el éxito (fenómeno Barack Obama; liderazgo situacional, como el de Felipe Calderón y Hugo Chávez).

      El concepto moderno de liderazgo basado en el compromiso interno orientado a un fin común supera las limitaciones de la idea de influencia. La influencia está limitada por la capacidad del líder de crear una verdadera motivación sin usar únicamente la satisfacción de las necesidades externas de sus seguidores y las recompensas. Esto se refleja en las nuevas corrientes de acción y operación del liderazgo, así como en los cambios y nuevos enfoques de la ciencia administrativa. En el cuadro 2.6 se resumen los principales cambios en los conceptos del liderazgo.

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      Son los valores y principios lo que diferencia a un líder; por ejemplo, en Adolfo Hitler y Mahatma Gandhi los valores fueron muy diferentes. Gandhi apostó por la paz, por la no agresión. Es uno de los líderes sociales más grandes de la historia. En cambio, Hitler mostró su fuerza y poderío mediante las armas. En el siglo XXI se puede hacer la diferencia entre ellos.

      Para identificar un líder debemos recurrir no sólo a las definiciones y los alcances que hemos visto en los capítulos anteriores. Tomemos una parte del mensaje enviado por Denise Dresser a Carlos Slim,3 una persona hábil para los negocios y emprendedora.

      Habría mucho más que escribir y debatir en torno a su caso, pero basta decir que al escucharlo aquel día en el ITAM recordé el diálogo en la novela de Oscar Wilde, El retrato de Dorian Gray, donde Cecil Graham pregunta “Qué es un cínico?”, y Lord Darlington le contesta: “Un hombre que conoce el precio de todo y el valor de nada”. Es obvio que usted no le concede el menor valor a la responsabilidad corporativa, a los procesos democráticos, a la transparencia, a la construcción de un país con una clase empresarial que sepa competir en vez de bloquear, innovar en vez de expoliar, respetar la ley en vez de violarla.

      El texto anterior fue escrito por una de las más destacadas investigadoras de México, que ha sido líder en el sentido de describir la verdad.

      Otra forma de identificar cuando una persona no tiene un liderazgo consolidado es cuando no conoce el tema y utiliza un doble discurso. Para disimular esta deficiencia emite el mensaje de que es un líder democrático. Veamos el siguiente mensaje:

      —Como saben, la cátedra tiene recursos orales y humanos; pero si hay que pasar la charola y hacer coperacha, yo le entro.

      —¿Qué proponen?, ¿qué debe hacer cada quien, yo como coordinadora, quién tiene los elementos jurídicos para redactar algo, en fin?

      —Espero sus propuestas e indicaciones.

      Imagine que está usted ante esta invitación hecha por una coordinadora. Queda fuera de toda teoría o definición del liderazgo. Cuando el líder es un guía, es quien propone que hacer y cómo hacerlo, nunca espera indicaciones; al contrario, espera que éstas respondan a los valores y principios que rigen el proyecto, el equipo que coordina o el valor del líder, si existiera.

      Estos personajes se apropian del poder que les otorga el puesto y no hay equipo, estrategia, valores o principios que los haga cambiar la forma en que ejercen su liderazgo. Cuando tenga oportunidad, entérese de la vida social de los funcionarios públicos, con lo que se dará cuenta del uso y abuso del poder que hacen amparados en un puesto.

      Otro ejemplo es la invitación a comer a la casa de un colega. El invitado se siente halagado por el banquete, pero al llegar se da cuenta de que está entre colegas y personajes de la política, que el menú lo pagó la institución pero el evento lo hace en su casa. La invitación dice: “Te invito a mi casa a comer”.

      •El líder se conoce y reconoce por sus resultados y acciones (según el Diccionario de la lengua española, hacer, del latín facĕre: ejecutar, poner por obra una acción o trabajo, hacer prodigios). Aunque el líder o el directivo no hagan prodigios con sus acciones, hace maravillas y sus acciones dan resultados (Madrigal, 2009).

      •A veces sentimos que lo que hacemos es tan sólo como una gota en el mar, pero el mar tendría menos volumen si le faltara una gota. Madre Teresa de Calcuta (1910-1997), misionera yugoslava nacionalizada india.

      •Si ya sabes lo que tienes que hacer y no lo haces, estás peor que antes. Confucio (551-478 a.C.), filósofo chino.

      •Hay que unirse no para estar juntos, sino para hacer algo juntos. Juan Donoso Cortés (1809-1853), ensayista español.

      •Apresúrate; no te fíes de las horas venideras. El que hoy no está dispuesto, menos lo estará mañana. Ovidio (43-17 a.C.), poeta latino.

      •Casi todo lo que realice será insignificante, pero es muy importante que lo haga. Mahatma Gandhi (1869-1948), político y pensador indio.

      •Lo que es digno de hacerse, es digno de que se haga bien. Conde de Chesterfield (1694-1773), político y escritor inglés.

      •Si de verdad vale la pena hacer algo, vale la pena hacerlo a toda costa. Gilbert Keith Chesterton (1874-1936), escritor británico.

      El siguiente es un estudio de caso con el doble enfoque del liderazgo.

      En seguida hago un análisis científico y crítico del fenómeno Barack Obama, como hice en su momento y lo seguiré haciendo con el de Manuel López Obrador y el subcomandante Marcos en México, y el del Che Guevara en América Latina. De entrada, conviene preguntarse: ¿es una crisis de liderazgo lo que vivimos?

      El fenómeno de este tipo de personajes va más allá del seguimiento de sus fanáticos. La de Obama se ha convertido en una de las imágenes más comerciales que hay en el mercado estadounidense y países en los que tiene influencia. Me pregunto si es el precio que debe pagar para conservar la imagen. Lo más asombroso fue verlo en el Museo de Cera, en el Paseo de las Estrellas de Los Ángeles, donde aparece su figura al entrar en el teatro y, por supuesto, es la foto obligada que se tiene que comprar después de pagar 25 dólares por la entrada.

      Observamos que en cinco minutos pasaron seis familias, que multiplicadas por 30 dan 180 dólares