Víctor Montejo

El pájaro que limpia el mundo


Скачать книгу

de mi presencia que tu olor me ofende; pues verte de luto a mi me conmueve y espanta, y de ribete, tu andado mal equilibrado hacen de ti, un tipo abominable y feo.

      ¡Qué pena, qué tristeza! El zopilote, defendiéndose a capa y espada, ya con la voz temblorosa y los ojos llorosos, y sacando fuerzas de su conmovedora flaqueza, de ésta forma quiso explicar a su bien amada la triste y lamentable situación en que se encontraba.

      —Hermosa palomita no me justifique mal, este olor que despido es de un valioso perfume; esta ropa que yo visto, es mi uniforme de gala; el marcado paso que llevo me lo enseñaron en el cuartel; como ve, no soy tan cualquiera como aparento ser, sino alguien que muy pronto se recibe de teniente y coronel.

      Le causó gracia a la paloma las explicaciones del enamorado, y se rió:

      —¡Ji, ji, ji! ¿Perfume llamas tú al hedor insoportable de tu pico? ¿Y uniforme de gala al nauseabundo color de tus alas?

      —Señorita, no interesa tanto el traje como el valor mismo de la persona, y si usted es de otro linaje, sírvase no tomar en broma mis palabras ni el color de mi plumaje.

      La paloma volvió a reírse:

      —¡Ji, ji, ji! Me da risa tu discurso. ¿Y qué me dices de tus blancuzcas patas? ¿O acaso son también polainas que se han gastado tanto por el uso?

      Al escuchar esto, el zopilote respondió:

      —Gentil señorita, no creí que fuera usted tan inconsciente al discriminarme de tal manera; pero sea mi condición cual fuera yo tengo mi dignidad que me alienta; y juro, que si fui su pretendiente, fue porque no la vi tan violenta.

      Así se pasó la paloma, enumerándole infinidad de defectos al pretendiente; hasta que cansada le dijo, despidiéndole:

      —¡Basta, te recomiendo meterte con los de tu clase y no conmigo, bruto, insolente!

      El zopilote se alejó pensativo para dar paso a las autoridades que se acercaban en esos momentos a realizar una de sus ya rutinarias actividades: condecorar a uno de los suyos por su esforzado trabajo por el medio ambiente y en bien de la humanidad. El frustrado zopilote detuvo sus pasos y limpiándose sus ojos llorosos, dispuso curiosear lo que en esos momentos se iniciaba.

      Uno de los funcionarios principales pidió la presencia de la paloma y con un flamante discurso, exaltando cualidades que posiblemente sus ojos nunca habían visto, habló:

      —Yo, el promotor de la campaña contra la contaminación, hago entrega de este significativo galardón a la señorita paloma de Castilla, por su valiosa participación en el plan regional de limpieza ambiental.

      El zopilote, que en uno de los oscuros rincones observaba la ceremonia, quiso opinar, pero sabía de antemano que no sería escuchado. Se vio las uñas y se tocó el pico. ¡Cuánto había trabajo en limpiar el medio ambiente y contra la contaminación; y jamás le habían reconocido sus méritos! En cambio, quien jamás se manchó el pico y el plumaje, era quien se llevaba los galardones. ¡Qué injusticia, caray! Y así, el zopilote se alejó sin resentimientos. Mientras tanto, la condecorada ascendía una por una las ramas altas de aquel árbol, para que todos la vieran, para que todos le aplaudieran. Fue entonces, que entre las peladas ramas se escuchó un ruido repentino. Un gavilán se había lanzado de pique y arrebatado entre sus garras a la hermosa paloma de Castilla.

      Todo esto fue tan rápido, velozmente, que lo único que vieron los allí presentes, fueron varias plumas blancas que cayeron como diciéndole adiós al sentido pretendiente. Entonces, viendo que todo estaba concluido, el desdichado zopilote alzó lentamente el vuelo y se fue por los aires dudando, pensando y llorando:

      —¡Tonto de mí, permanecer cautivo en este gran valle de dolores, lágrimas y discriminación! ¿Por qué no vivir como antaño, alejado de odios y rencores y libre de tristes desengaños?

      Hermosa reflexión la del zope, que nos ha dejado en estos renglones su preclaro pensamiento: «Triste fin tendrá el mundo presente si prevalece así la corrupción y el engaño, porque donde no hay amor ni comprensión lo único que triunfa y con pesar, es la discriminación, el odio y la muerte.»

Illustration

      De ratón a murciélago

      No' tx'ow xhpak'i sotz'al

      Illustration Cuando el Creador y Formador creó a todos los animales, cada especie corrió a reconocer el lugar que habitaría según se les había indicado. Los felices fueron los pájaros que volaron cantando a los guatales a hacer sus nidos. Solamente Tx’ow, el ratón, se había quedado estático contemplando el maravilloso vuelo de las aves.

      — ¡Vete! —le decía Watanh. — Vete a comer granos de maíz, semillas y toda clase de comida olvidada. Pero Tx'ow no hacía caso y permanecía en el mismo lugar, resentido y con un leve temblor de cuerpo.

      Enojado, Watanh lo tomó de la cola y lo aventó entre los matorrales. Tx'ow continuó con su hermético silencio, solamente le atraía observar con ojos saltones, el vuelo de los pájaros cantores.

      Luego, se observaba a sí mismo y se entristecía. Podía dar pequeños saltos pero volar, ¡le faltaba esa gracia!

      Después de meditar largo rato, el pequeño Tx'ow dijo:

      —Ahora es cuando. Y antes de que pase más tiempo, iré a convocar a los pocos de mi especie (que al principio eran muy pocos), pues han de estar también inconformes como yo.

      De esta forma Tx'ow convenció fácilmente a sus hermanos y una tarde la delegación ratonil se presentó ante Watanh chillando:

      —¡Witz'itz'i'! ¡Witz'itz'i'!

      —¿Qué quieren? ¡Hablen!, les ordenó Watanh.

      La delegación hacía esfuerzos por hablar pero no pudo. Los miembros lo intentaban y únicamente «¡witz'itz'i'!» decían.

      El sabio Watanh comprendió que llegaban a protestar por su condición y les dijo:

      —¿Quisieran ustedes volar como pájaros?

      Los delegados prorrumpieron en un bullicioso ¡witz'itz'i', witz'itz'i'! mientras movían la cabeza en señal afirmativa. — Bien, dijo Watanh. —Mañana deben llegar al lugar de Txejwob'al y allí les daré la oportunidad.

      La delegación se alejó satisfecha, pensando en la proximidad de una resolución favorable a sus demandas. Y para celebrar el gran acontecimiento, hubo regocijo en las madrigueras toda la noche.

      Al amanecer, Watanh ya estaba en el punto señalado cuando se fueron asomando los inconformes roedores.

      —¡Listos, a la prueba!, ordenó Watanh.

      —Los que logren saltar esta zanja, obtendrán alas de inmediato y se irán volando. Los que fallen y no pasen la prueba, permanecerán en su misma condición.

      Los protestantes se enfilaron uno detrás del otro y se lanzaron a la gran aventura.

      Los que lograban con penalidades alcanzar el otro borde, recibían sus alas y se iban volando a las cavernas, sin cambiar de aspecto. Los que no lo lograron y aterrizaron entre el lodo, se conformaron con su suerte.

      Al terminar la gran prueba, Watanh les advirtió:

      —Ya no quiero que me vuelvan a molestar. Ustedes los Tx'ow, seguirán alimentándose de granos y semillas y podrán, si quieren, treparse a los árboles a hacer sus nidos. En cambio los ganadores de la prueba se llamarán desde hoy Sotz', y el día será para ellos noche. Se alimentarán de sangre y de mosquitos y dormirán de cabeza, prendidos en las paredes de las cuevas, desde hoy y para siempre.

      Así fue como Tx'ow aprendió a aceptarse a sí mismo y entendió que sus parientes los Sotz', tampoco habían encontrado la felicidad en su nueva condición de quirópteros; aunque en el