Laila Hotait Salas

Siempre nos quedará Beirut


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económica y el resto de los ciudadanos, que había provocado una brecha radical entre la educación y el legado cultural de unos y otros. Otro factor importante fueron las trabas que el Gobierno del Líbano, al igual que los de otros países árabes, ponía a la producción, especialmente si comparamos con lo poco en que contribuía a su desarrollo,[73] haciendo que la relación entre el mundo del cine y el Gobierno se redujera a la del censurador y el censurado.[74] Como consecuencia de este panorama, el público general carecía de una formación audiovisual compleja o rica que le permitiera construir una relación sólida con el nuevo cine, que se mostraba preocupado por una realidad de la que no huía, sino que la afrontaba y cuestionaba. Sobre la relación entre el nuevo cine árabe y el público local, reflexionaban numerosos textos de la época. También lo hacía el cineasta libanés Bourhane Alawieh en una entrevista con Mohammad Rida[75] y sostenía que los cineastas locales de la época estaban estrictamente condicionados por un público demasiado habituado a las películas de baile y lucha, y que, aunque ambicionaran el cambio, no podían alejarse totalmente, al menos en aquella primera fase, de este tipo de cine si querían obtener cierto éxito local; de ahí la importancia de distinguir la existencia —como haremos más adelante— de ciertos títulos “bisagra” entre una época y estilo y otro.

      La producción: primeros pasos hacia un

       cine de autor en el Líbano