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Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
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28001 Madrid
© 1999 Carla Bracale
© 2020 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Más que una secretaria, n.º 1519 - noviembre 2020
Título original: Wife for a Week
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
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Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-1348-878-3
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Capítulo 1
NECESITO una esposa.
Angela Samuels miró a su jefe, preguntándose si habría oído mal.
–¿Disculpe?
Hank Riverton se inclinó hacia delante, observándola con sus ojos azul oscuro, examinándola. Angela sintió que sus mejillas se acaloraban mientras él deslizaba la mirada desde su pelo castaño rizado, que probablemente habría escapado parcialmente del pasador con que lo sujetaba a la altura de la nuca, hasta la punta de sus cómodos pero feos zapatos negros.
Su jefe asintió, como si hubiera quedado satisfecho tras el examen.
–Serás perfecta. Por supuesto, solo se trata de algo temporal. Una semana. Eso es todo lo que necesito.
–Lo cierto es que no sé de qué está hablando, señor Riverton –dijo Angela.
Él frunció el ceño, algo que no mermó en lo más mínimo su atractivo.
–¿No hemos hablado ya del asunto? ¿De Brody Robinson y el encuentro de matrimonios que organiza su esposa?
Angela negó con la cabeza. Hank suspiró y se pasó una mano por el pelo.
–Pensaba que ayer te había dicho algo al respecto.
Angela volvió a negar con la cabeza.
–A mí no –nunca habría olvidado una conversación sobre la posibilidad de convertirse provisionalmente en la esposa de su jefe.
–¿Conoces a Brody Robinson?
–Es el dueño de las galletas Brody –contestó Angela. Robinson era el cliente más importante de Hank. Era un pintoresco pseudo vaquero que había hecho una fortuna explotando la receta de las galletas de su abuela.
–Hace poco ha comprado un rancho en Mustang, Montana, y mi «esposa» y yo hemos sido invitados a ir. El año pasado, cuando conseguí captarlo como cliente, Brody dedujo por su cuenta que estaba casado.
Angela miró a su jefe, sorprendida. Hank Riverton era el hombre con menos aspecto de casado que había conocido en su vida.
–¿Y cómo pudo llegar a esa conclusión? –preguntó.
Hank le dedicó una sonrisa ligeramente avergonzada.
–Dedujo que estaba casado por lo que estaba diciendo, y yo no hice nada para corregir su impresión –la sonrisa desapareció de su rostro y volvió a fruncir el ceño–. Ya conoces a Brody, Angela. Conseguimos captarlo como cliente con unos anuncios basados en la familia, el hogar y los valores tradicionales. Brody es el hombre más conservador que conozco, y cree que somos almas gemelas.
Angela reprimió una risa. ¿Hank River conservador? ¡Absurdo! Sobre todo en lo referente a su vida personal y a sus relaciones. Sospechaba que su dormitorio tenía instalada una puerta giratoria para facilitar la entrada y salida de sus amantes.
–¿Qué es eso del encuentro de matrimonios? –preguntó.
Hank se reclinó contra el respaldo de su asiento.
–La esposa de Brody es una psicóloga especializada en salvar matrimonios. Ha desarrollado un programa de una semana con el que pretende profundizar en el compromiso y la intimidad entre parejas. El caso es que Brody ha pensado que sería un buen regalo invitarnos a mí y a mi «esposa» a su rancho de Mustang, donde su mujer organiza los cursos. Así que el lunes por la tarde tengo que estar en Mustang, y si no me presento con una esposa, existen serias posibilidades de que Brody cancele su cuenta con nosotros.
–¿Y Sheila? –preguntó Angela, refiriéndose al último amor de Hank.
Él la miró con gesto incrédulo.
–Piensa un poco, Angela –dijo en tono irónico–. ¿Te parece que Sheila da el tipo de mujer casada?
No. Aquella pelirroja de cuerpo escultural no parecía