Barry M. Katz

Make it new


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(ID Two, IDEO)

      Scott Underwood (IDEO)

      Paul Bradley (IDEO, Frog Design)

      Aleksey Novicov (Softbook)

      Hartmut Esslinger (Frog Design)

      Herbert Pfeiffer (Frog Design, Montgomery-Pfeiffer)

      Steve Peart (Frog Design, Vent)

      Jock Hokanson (Frog Design)

      Peter Weiss (Frog Design)

      Jeanette Schwarz (Frog Design)

      Doreen Lorenzo (Frog Design)

      Mark Rolston (Frog Design)

      David Hodge (Frog Design)

      Dan Harden (Frog Design, Whipsaw)

      Gadi Amit (Frog Design, New Deal Design)

      Robert Brunner (GVO, Interform, Lunar, Pentagram: Ammunition)

      Brett Lovelady (Frog Design, Astro Studios)

      Yves Béhar (Frog Design, Fuseproject)

      Branko Lukić (Frog Design, IDEO, Studio NONOBJECT)

      Jeff Smith (GVO, Interform, Lunar)

      Gerard Furbershaw (GVO, Interform, Lunar)

      Ken Salazar (Lunar)

      Ken Wood (Lunar) John Edson (Lunar)

      Sam Lucente (IBM, Hewlett-Packard)

      John Guenther (Design Four, Hewlett-Packard)

      Astro Teller (Google)

      Jon Wiley (Google)

      Isabelle Olsson (Google)

      Mike Simonian (Google, Mike & Maaike)

      Bill Wurz (IDEO, Jump!, Google)

      Kate Aronowitz (Facebook)

      Paul Adams (Facebook)

      Soleio Cuervo (Facebook, Dropbox)

      Aaron Sittig (Facebook)

      Maria Giudice Hot Studio, Facebook)

      Christopher Ireland (Cheskin Research, Mix and Stir)

      Davis Masten (Cheskin Research)

      Dan Adams (Tesla Motors)

      Franz von Holzhausen (Tesla Motors)

      Gregg Zehr (Amazon Lab 126)

      Fred Bould (Bould Design)

      Eliot (Seung-Min) Park (Samsung Design America)

      Jim Newton (Tech Shop)

      Mark Hatch (Tech Shop)

      Krista Donaldson (D-Rev)

      Heather Fleming (Catapult Design)

      Jocelyn Wyatt (IDEO.org)

      Valerie Casey (Designers Accord)

      Tengo que dar también las gracias a

      Leslie Berlin (Stanford University)

      Kristin Burns (Stanford University)

      Chris Bliss (CCA)

      Kate Brinks (Nest)

      Cathy Cook (Facebook)

      Raschin Fatemi

      Rebecca Feind (San José State University)

      Davina Inslee (Vulcan Investments)

      Kathy Jarvis (Xerox PARC)

      Chirstopher Katsaros (Google)

      Bert Keely

      Leslie Letts (Amazon)

      Sarah Lott (Computer History Museum)

      Henry Lowood (Stanford)

      Anna Mancini (Hewlett-Packard)

      Karin Moggridge

      Anna Richardson White (Google)

      Kinley Pearsall (Amazon)

      Elizabeth Sanders

      Dag Spicer (Computer History Museum)

      Josilin Torrano (Facebook)

      Richard Saul Wurman (TED)

      Brandon Warren (IDSA)

      Como se indica a menudo en el texto, son muchos mis vínculos profesionales con algunas de las organizaciones que aparecen en este libro: el California College of the Arts, la Universidad de Stanford, o IDEO. Los lectores tendrán que juzgar por sí mismos si he acertado en mi denodado esfuerzo por mantener un punto de vista equilibrado e independiente. Aunque he tratado de llevar a cabo todas mis entrevistas de una manera profesional, debo señalar que también tengo innumerables amigos, colegas y conocidos en estas instituciones y en toda la comunidad del diseño de Silicon Valley (por lo menos, hasta que apareció este libro). Todos ellos han contribuido de manera profunda, pero no documentada, con muchos años de conversación informal. Quisiera mostrar mi profundo agradecimiento a los cientos de personas a las que no he podido nombrar, y extiendo mis disculpas a cualquiera que pudiera haber olvidado sin darme cuenta.

      “Hazlo nuevo”

      Ezra Pound, 1934

      No pasa un mes sin que no reciba a una delegación extranjera deseosa de construir un Silicon Valley en su propio país, ya sea en Irlanda, Polonia, Chile o Taiwán. Mi respuesta suele ser siempre la misma: “ni se puede, ni se debe intentarlo”. Silicon Valley es el resultado de una confluencia única de circunstancias imposibles de reproducir, ni en el tiempo, ni en el espacio. Esa puede parecer una mala noticia. Pero la buena es que cada lugar tiene su propia cultura, y el desafío para los innovadores es identificar esos valores, organizarlos y ponerlos en marcha.

      Silicon Valley evolucionó hasta convertirse en una densa red de piezas interconectadas. Aunque las compañías tecnológicas más conocidas ocupan un lugar central, lo hacen dentro de un sistema de interdependencias entre todas ellas. En ese entorno se incluyen los fondos de capital riesgo que invierten en esas compañías, los despachos de abogados que protegen su propiedad intelectual, las publicaciones comerciales que las promueven, y las universidades que proporcionan fuerza de trabajo a esas empresas. Todo ello ha recibido la necesaria atención, (2) pero, sorprendentemente, se ha pasado por alto un componente crítico del ecosistema de Silicon Valley: aparte de algunos libros, ciertos perfiles de celebridades y revisiones efímeras de los últimos gadgets y dispositivos, no se ha puesto apenas atención al papel del diseño en todo ese entramado. Es un imperdonable olvido que no hace justicia a los diseñadores que han tenido tan importante papel en un proceso que ha transformado la región de San Francisco en el motor económico de los Estados Unidos. Nadie ha sido más escéptico en este aspecto que los propios diseñadores: “No creo que pueda hacerse una historia con todo esto”, concluía uno de ellos al final de una larga entrevista. “Solo pensaba que tenía que ir a trabajar”, decía otro, encogiéndose de hombros. (3) El primer objetivo de este libro es mostrar el diseño como el eslabón perdido en ese ecosistema de la innovación que da forma a Silicon Valley.

      Que los ordenadores pasaran de la trastienda de las oficinas a la mesas de trabajo supuso un importante impulso, pero la comunidad del diseño de Silicon Valley llevaba ya décadas formándose. En ese sentido, una segunda tarea de este libro es rastrear los orígenes de ese proceso y describir su desarrollo. Tal cosa nos lleva a los primeros años de la última postguerra, cuando un reducido número de empresas dedicadas a la electrónica se establecieron de forma dispersa entre los huertos y viñedos que cubrían el denominado Heart’s Delight Valley (el valle que deleita los corazones). (4) Las más grandes, Hewlett-Packard, Ampex o IBM, empleaban por entonces a un puñado de diseñadores para poco más que empaquetar equipos electrónicos en los embalajes adecuados. Sólo a finales de los años setenta, cuando algunas otras compañías como Commodore, Radio Shack, y la incipiente Apple Computer, comenzaron a prestar atención al mercado