decía que conocer el valor de los ecosistemas podría llevar a las empresas a cuidarlos mejor, pero los números que proporciona un instrumento como este han sido como la sangre en el agua: han llamado la atención de los inversores más depredadores. Los sistemas vivos (las cuencas hidrográficas, los minerales, los alimentos y la tierra) han terminado convertidos en activos “financieros” que, vistos como algo abstracto, no son más que nuevos objetos para la especulación. (21) Gracias al diseño, estos productos financieros contienen poderosos incentivos para que sus propietarios extraigan los activos a un ritmo acelerado. Esta mercantilización de la naturaleza ha dado lugar a un fenómeno no menos siniestro llamado “compensación de la biodiversidad”. Esto quiere decir que la destrucción de un ecosistema por la minería, por la exploración de tierras vírgenes o por una infraestructura de gran envergadura puede “compensarse” con la creación de un poco de naturaleza en cualquier otro sitio. (22) Una argucia así es ideal para las empresas que excavan minas o vierten hormigón porque proporciona trabajo a un ejército de los intermediarios, aunque el resultado para el suelo sea la destrucción acelerada del medio ambiente. La naturaleza es única y compleja. Algunos ecosistemas han necesitado cientos de años para llegar a su estado actual. La pretensión de que el hábitat puede recrearse como se quiera es otra idea falsa. (23)
Riesgo
Ninguna de las sombrías tendencias que he descrito anteriormente es una especulación catastrofista. Lloyds, en Londres, el epicentro en la gestión del riesgo global, ha advertido de que “es probable una crisis de suministro de petróleo a corto y medio plazo”. Para otro referente capitalista, el Foro Económico Mundial (WEF), el denominado peak oil, (24) el pico del petróleo es solo un elemento más en una guia sobre futuribles denominada Semillas de la distopia (Seeds of Dystopia). Lo más destacado de este entretenido informe es que incluye, entre otras cosas, una pandemia vírica asesina, una deflación inmanejable, una tormenta geomagnética que elimina Internet, una escasez mundial de alimentos y una “destrucción geofísica sin precedentes”. (25) Estos riesgos top trending “son una advertencia saludable acerca de nuestros sistemas más inestables” para el Foro Económico Mundial. Y no es el único en ocuparse de un panorama tan poco esperanzador. Lo que Global Risks hace por la economía, Global Trends 2030 lo hace por la geopolítica y la seguridad. (26) Este último informe, publicado por el Consejo Nacional de Inteligencia de Estados Unidos, advierte de que “estamos en un momento crítico de la historia humana […] los desastres naturales pueden llevar a los gobiernos al colapso”. Los climatólogos y ecólogos refuerzan estas advertencias. El Centro de Resiliencia de Estocolmo (SRC), por ejemplo, ha delineado nueve “límites planetarios” para los sistemas esenciales de vida, más allá de los cuales no hay nada que hacer. (27) El mapa del SRC es lo suficientemente alarmante (ya hemos rebasado la línea roja en tres de esos nueve sistemas) pero solo presenta los riesgos conocidos. Aún más alarmante es la posibilidad de una denominada “sorpresa” ecológica, un cambio transformacional, en uno o más sistemas naturales o humanos que pudiera ser repentino, no lineal, y catastrófico. Noah Raford, en su calidad de investigador de sistemas complejos explica que una interconexión excesiva hace que los sistemas se vuelvan vulnerables a la “transición de fase”, una palabra que suena más suave de lo que probablemente significa. Cuando un sistema alcanza un estado crítico, explica Raford, “incluso un cambio pequeño puede conducir a la fluctuación masiva y al colapso”. (28) Sabemos que estos acontecimientos pueden ocurrir, pero no sabemos cuándo, no son predecibles.
Estas alarmas alimentan a la comunidad catastrofista, pero no todos están de acuerdo en que tengamos que tomar en serio tales peligros. Al contrario, las tendencias que para cualquiera de nosotros suponen un “riesgo”, para otros son oportunidades. Algunos seguidores de la tecnología ven el aumento de la interdependencia de los sistemas como una buena noticia; significa que nuestra economía está en un crecimiento evolutivo hacia un modo “postproductivo”. (29) Las fronteras y los límites son también un anatema para el Foro Económico Mundial; los riesgos se describen en sus fatalistas informes como “oportunidades de transformación” que debemos aprovechar para “mejorar el estado del planeta” y perseguir el “objetivo fundamental [...] de un futuro crecimiento”. (30) No hay ningún reconocimiento (ni una palabra) de que ese crecimiento económico pudiera ser posiblemente la causa de estas tendencias mortales para la biosfera. Simplemente se ignora el hecho de que un crecimiento exponencial en un planeta limitado contraviene las leyes básicas de la física y de la matemática. (31)
Esto no significa negar que la resiliencia, “la capacidad de recuperarse” como bien explica un libro, (32) sea una condición deseable. El problema es que mucha gente percibe la resiliencia, ya sea dinámica o de otro tipo, como una nueva variedad de la gestión de riesgos que brinda la oportunidad de continuar con la rutina de siempre. “No podemos evitar impactos en un mundo cada vez más complejo, lo único que podemos hacer es fabricar mejores amortiguadores”, decía un comentarista. La metáfora serviría sólamante si todo lo que nos rodea fuera una carretera asfaltada desfigurada por los baches, pero no es así. Esos “bultos” sobre los que conducimos parecen más bien los cuerpos, metafóricos o no, de los sistemas vivos.
La brecha metabólica
¿Por qué alguien podría llegar a considerar la posibilidad de hacer eso? Si esos poderosos individuos no son estúpidos, entonces ¿por qué creen tan firmemente en un sistema que lleva al ecocidio? La explicación que parece más razonable es la existencia de una “brecha metabólica” entre el hombre y la Tierra. La idea es que una combinación de superficies pavimentadas y medios de comunicación omnipresentes nos ciega cognitivamente y nos impide ver la salud de los sistemas vivos de que formamos parte. (33) Como Timothy Morton expresa de forma tan elocuente, una buena manera de pensar acerca de la brecha metabólica es que “ya ha tenido lugar la catástrofe ecológica”. (34)
¿Puede repararse esa brecha metabólica? En un libro de 1962, The Structure of Scientific Revolutions, Thomas Kuhn introdujo el término “cambio de paradigma” para describir la forma en que las cosmovisiones científicas se someten periódicamente a una transformación radical en lo que parece a su vez un salto inesperado. (35) Estos “repentinos” cambios de paradigma en la visión del mundo duran años, a veces décadas, en las que los científicos perciben anomalías que no encajan con la tendencia dominante. ¿Es quizá inminente un cambio de paradigma en la forma de entender el “progreso” y la “economía”? ¿Hay motivos para ser optimistas y pensar que el mito moderno de que la biosfera es un repositorio de recursos para impulsar un crecimiento sin fin pueda ser sustituido por algo nuevo? En los capítulos que siguen propongo otra historia que, en efecto, nace ahora. Este nuevo relato describe una economía basada en la energía social, con el 5 % de los recursos actuales, que no solo sea posible sino que haga de este planeta un mundo mejor. Esta historia no trata de una futura utopía imaginada; se basa en medidas que se tomen hoy, que permitan impulsar una nueva narrativa. De acuerdo con el Consejo Alemán Asesor sobre Cambio Global (Wissenschaftliche Beirat der Bundesregierung Globale Umweltveränderungen), un importante organismo científico que asesora al Gobierno Federal alemán sobre “Megatendencias del Sistema Tierra”, se ha iniciado una “transformación global de los valores” en torno a estos principios. (36) Este pensamiento post-materialista no se limita a la sensibilidad verde del mundo rico. En Corea del Sur, México, Brasil, India y China, esta institución vio que una mayoría significativa de la gente “apoya medidas ambiciosas para la protección del clima” y que para lograrlo da “la bienvenida a un nuevo sistema económico”. (37) Aunque los valores descritos están aún en un estado “latente”, y a pesar de que numerosas leyes y mucha inercia institucional siguen siendo un obstáculo, su conclusión es que el cambio político y social es algo real que avanza cada día que pasa.
Esto plantea interesantes cuestiones: cabe preguntarse si es posible que tengan lugar profundos cambios de paradigma en las visiones del mundo de la ciencia, si las “sorpresas” ecológicas pueden transformar los sistemas naturales, como han demostrado los científicos, y si los actuales estados monolíticos pudieran mudar por la “multipolarización”, como predicen los think tanks militares. En ese caso, es seguro que el profundo desfase en los sistemas culturales de creencias abriría el camino a algo totalmente nuevo. Una consecuencia de todo ello anima