surgida tampoco se apoderó de mi mente ni se instaló en ella.19
35. »Luego, al calmarse la ideación y la reflexión, alcancé el segundo jhāna, en el que hay gozo y felicidad nacidos de la concentración, está libre de ideación y reflexión, y va acompañado de unificación de la mente y serenidad interior, y moré en él. Sin embargo, Aggivessana, la sensación de placer surgida tampoco se apoderó de mi mente ni se instaló en ella.
36. »Luego, al desvanecerse el gozo, permanecí ecuánime, atento y lúcido, experimentando con el cuerpo aquel estado de felicidad que los Nobles llaman “Vivir feliz, atento y ecuánime”, con lo que alcancé el tercer jhāna y moré en él. Sin embargo, Aggivessana, la sensación de placer surgida tampoco se apoderó de mi mente ni se instaló en ella.
37. »Luego, al renunciar al placer, al renunciar al dolor, y previa desaparición de la alegría y la frustración, alcancé el cuarto jhāna, sin dolor ni placer, completamente purificado por la atención y la ecuanimidad, y moré en él. Sin embargo, Aggivessana, la sensación de placer surgida tampoco se apoderó de mi mente ni se instaló en ella.
38. »Entonces, con la mente así concentrada, purificada, nítida, intachable, libre de impurezas, maleable, dispuesta para la acción, equilibrada, imperturbable, dirigí la mente hacia el conocimiento y recuerdo de mis vidas anteriores. Recordé mis múltiples vidas anteriores, es decir, un nacimiento, dos, tres, cuatro, cinco, diez, veinte, treinta, cuarenta, cincuenta, cien, mil, cien mil nacimientos, muchos ciclos cósmicos de contracción, muchos ciclos cósmicos de expansión, muchos ciclos cósmicos de contracción y expansión: “Allí, así me llamaba, tal era mi familia, tal era mi apariencia, tal era mi alimento, así experimenté placer y dolor, tanto así duró mi vida, allí fallecí y en otra parte reaparecí, allí, así me llamaba, tal era mi familia, tal era mi apariencia, tal era mi alimento, así experimenté placer y dolor, tanto así duró mi vida, allí fallecí y aquí reaparecí”. Así, recordé mis múltiples vidas anteriores con sus características y detalles.
39. »Éste fue, Aggivessana, el primer conocimiento que logré en el primer tercio de la noche. La ignorancia se desvaneció y el conocimiento surgió, las tinieblas se desvanecieron y la luz surgió, como sucede cuando uno permanece alerta, constante y diligente. Sin embargo, Aggivessana, la sensación de placer surgida no se apoderó de mi mente ni se instaló en ella.
40. »Luego, con la mente así concentrada, completamente purificada, nítida, intachable, libre de impurezas, maleable, dispuesta para la acción, equilibrada, imperturbable, dirigí la mente hacia el conocimiento del nacer y morir de los seres. Con el ojo divino purificado, que va más allá del humano, vi a los seres falleciendo y reapareciendo, conocí a los seres inferiores, superiores, bellos, feos, afortunados, desafortunados según sus acciones anteriores y supe: “Ciertamente, los seres de mala conducta corporal, de mala conducta verbal, de mala conducta mental, que insultan a los Nobles, que sostienen concepciones erróneas, cuyas acciones se derivan de concepciones erróneas, tras la muerte y descomposición del cuerpo, reaparecen en la perdición, en un mal destino, en lugares de sufrimiento, en los infiernos. Pero aquellos seres de buena conducta corporal, de buena conducta verbal, de buena conducta mental, que no insultan a los Nobles, que sostienen concepciones verdaderas, cuyas acciones se derivan de concepciones verdaderas, tras la muerte y descomposición del cuerpo, reaparecen en un buen destino, en algún mundo celestial”. Así, con el ojo divino purificado que va más allá del humano, vi a los seres falleciendo y reapareciendo, conocí a los seres inferiores, superiores, bellos, feos, afortunados, desafortunados y supe que renacen según sus acciones anteriores.
41. »Éste fue, Aggivessana, el segundo conocimiento que logré en el segundo tercio de la noche. La ignorancia se desvaneció y el conocimiento surgió, las tinieblas se desvanecieron y la luz surgió, como sucede cuando uno permanece alerta, constante y diligente. Sin embargo, Aggivessana, la sensación de placer surgida no se apoderó de mi mente ni se instaló en ella.
42. »Luego, con la mente así concentrada, completamente purificada, nítida, intachable, libre de impurezas, maleable, dispuesta para la acción, equilibrada, imperturbable, dirigí la mente hacia el conocimiento de la destrucción de las corrupciones. Supe tal y como es: “Esto es el sufrimiento”, supe tal y como es: “Éste es el origen del sufrimiento”, supe tal y como es: “Éste es el fianl del sufrimiento”, supe tal y como es: “Éste es el camino que lleva al final del sufrimiento”; supe tal y como son: “Éstas son las corrupciones”, supe tal y como es: “Éste es el origen de las corrupciones”, supe tal y como es: “Ésta es la destrucción de las corrupciones”, supe tal y como es: “Éste es el camino que lleva a la destrucción de las corrupciones”.
43. »Cuando supe y vi todo esto, mi mente quedó liberada de la corrupción del deseo de los sentidos, mi mente quedó liberada de la corrupción del devenir, mi mente quedó liberada de la corrupción de la ignorancia. Cuando quedé liberado, supe que estaba liberado y supe: “Aniquilado el renacer, consumada la vida de santidad, hecho lo que había por hacer, no hay ya más devenir”.
44. »Éste fue, Aggivessana, el tercer conocimiento que logré en el último tercio de la noche. La ignorancia se desvaneció y el conocimiento surgió, las tinieblas se desvanecieron y la luz surgió, como sucede cuando uno permanece alerta, constante y diligente. Sin embargo, Aggivessana, la sensación de placer surgida no se apoderó de mi mente ni se instaló en ella».
(de MN 36: Mahāsaccaka Sutta; I 240-249)
(3) La ciudad antigua
«Monjes, antes de mi iluminación, cuando era un Bodhisatta sin iluminar completamente, pensé: “Ciertamente este mundo está sumido en la miseria, pues uno nace, envejece y muere, cae de un estado, renace en otro, pero no conoce la salida de este sufrimiento, a saber, del envejecer y del morir. Sin duda debería yo conocer la salida de este sufrimiento, del envejecer y del morir”.
»Entonces, monjes, pensé: “¿Qué es aquello que, cuando existe, existen también el envejecimiento y la muerte? ¿Qué condiciona la existencia del envejecimiento y la muerte?”. Entonces, monjes, mediante la atención cuidadosa, descubrí a través de la sabiduría que: “Cuando existe el nacimiento, existen el envejecimiento y la muerte. El envejecimiento y la muerte condicionan la existencia del nacimiento”.
»Entonces, monjes, pensé: “¿Qué es aquello que existe cuando existe el nacimiento? Existe el devenir. Existe el asimiento. Existe el deseo. Existen las sensaciones. Existe el contacto sensorial. Existen las seis bases de los sentidos. Existe el organismo psicofísico. ¿Y qué condiciona la existencia del organismo psicofísico?”. Entonces, monjes, mediante la atención cuidadosa, descubrí a través de la sabiduría que “Cuando existe la consciencia, existe el organismo psicofísico. La consciencia condiciona la existencia del organismo psicofísico”.
»Entonces, monjes, pensé: “¿Qué es aquello que, al existir, también existe la consciencia? ¿Qué condiciona la existencia de la consciencia?”. Entonces, monjes, mediante la atención cuidadosa, descubrí a través de la sabiduría que “Cuando existe el organismo psicofísico, existe la consciencia. El organismo psicofísico condiciona la existencia de la consciencia”.20
»Entonces, monjes, pensé: “Ciertamente, esta consciencia se remonta hasta el organismo psicofísico y no sigue más allá. En tanto esto es así, uno vive, envejece y muere, cae de un estado y renace en otro, es decir, la consciencia condiciona la existencia del organismo psicofísico y el organismo psicofísico condiciona la existencia de la consciencia.21 El organismo psicofísico condiciona la existencia de las seis bases de los sentidos. Las seis bases de los sentidos condicionan la existencia del contacto sensorial, etc. Éste es el origen de todo este montón de sufrimiento”.
»“Origen, origen”. Así, monjes, surgió en mí la visión de una realidad nunca antes oída, surgió el conocimiento, surgió la sabiduría, surgió la intuición, surgió la iluminación.
»Entonces, monjes, pensé: “¿Qué es aquello que, no existiendo, tampoco existen el envejecimiento y la muerte? ¿Con la cesación de