de mi encarcelamiento y quince días después de la muerte del conde Spada, el día 29 de diciembre (ahora comprenderéis por qué se me ha quedado tan fija esta fecha importante), hallábame yo leyendo por centésima vez aquellos papeles, que iba coordinando, porque el palacio iba a pasar a ser posesión de un extranjero. Yo pensaba salir de Roma y establecerme en Florencia con todo el dinero que poseía, que eran unas doce mil libras, mi biblioteca y mi famoso breviario. Hallábame, pues, como digo, fatigado por aquella tarea, y algo indispuesto por un exceso que había hecho en la comida, y dejé caer la cabeza entre las manos y me quedé dormido.
Eran las tres de la tarde. Cuando desperté, el reloj daba las seis.
Al levantar la cabeza, halléme en la más profunda oscuridad. Llamé para que me trajesen luz, pero nadie acudió. Entonces resolví servirme de mí mismo, que era además un hábito filosófico, que iba a serme muy necesario. Con una mano cogí la bujía ya preparada, y con la otra busqué un papel para encenderlo en la moribunda llama que quedaba en la chimenea, pero por miedo a que, debido a la oscuridad, cogiera un papel interesante en vez de otro inútil, hallábame perplejo, cuando recordé haber visto en el famoso breviario que estaba sobre la mesa un papel viejísimo, ya casi negro, que seguramente servía de registro o seña, y sin duda había durado tantos años en aquel libro por la veneración con que los herederos lo miraban. Busquélo, pues, a tientas, lo encontré, lo retorcí, y acercándolo a la llama lo encendí.
Pero al mismo tiempo y como por encanto, a medida que el fuego se propagaba, vi aparecer una letras negruzcas, que por momentos iban convirtiéndose en pavesa. Asustéme, estrujé en mis manos el papel para apagarlo, encendí la bujía en la luz de la chimenea, examiné conmovido el papel quemado, y comprendí que una tinta misteriosa y simpática había trazado aquellas letras, que sólo el fuego pudo hacer inteligibes.
Lo quemado era como una tercera parte del papel, y el resto lo que habéis leído esta mañana. Volvedlo a leer, Dantés, que luego, para que lo entendáis, yo completaré las frases y el sentido.
Y el abate, con aire de triunfo, presentó el papel al joven, que en esta ocasión leyó ávidamente estas palabras, escritas con una tinta como herrumbrosa:
Hoy 25 de abril de 149 mer S. S. Alejandro Vl, co contento con haberme hec heredarme, y me reserve l Caprara y Bentivoglio, qu dos. Declaro pues a mi sobr redero universal, que he esc conoce por haberlo visitado grutas de la isla de Monte-Cris rras de oro, dinero acuñado, joyas. Yo sólo conozco la e que puede ascender a dos manos con corta diferenci tando la roca vigésima, a c Este en línea recta. Dos grutas: el tesoro yace en segunda. Como a mi úni clusiva propiedad el refe 25 de abril de 14 CES
-Ahora -añadió el abate-, leed este otro.
Y presentó a Edmundo otro papel con otros fragmentos de renglones.
Tomólo Edmundo y leyó:
8 me ha convidado a con que me presumo que no ho pagar el capelo quiera a suerte de los cardenales e han muerto envenena ino Guido Spada, mi he ondido en un sitio que él en mi compañía, en las lo, cuanto poseo en ba pedrería, diamantes y xistencia de este tesoro, millones de escudos ro a, y se encontrará levan ontar desde el ancón del aberturas hay en estas el ángulo más lejano de la co heredero, le dejo en ex rido tesoro. 98. AR SPADA.
El abate observaba con ansia las impresiones de Dantés.
-Ahora -dijo, viendo que éste había llegado al último renglón-, ahora juntad los dos fragmentos, y juzgad por vos mismo.
Dantés obedeció; de los fragmentos unidos resultaba lo siguiente:
Hoy 25 de abril de 149… 8, me ha convidado a co mer S. S. Alejandro VI, co… n que me presumo que no contento con haberme hec… ho pagar el capelo quiera heredarme, y me reserve l… a suerte de los cardenales Caprara y Bentivoglio, qu… e han muerto envenenados. Declaro pues a mi sobr… ino Guido Spada, mi he redero universal, que he esc… ondido en un sitio que él conoce por habeslo visitado… en mi compañía, en las grutas de la isla de Monte-Cris… lo cuanto poseo en barras de oro, dinero acuñado… pedrería, diamantes y joyas. Yo sólo conozco la e… xistencia de este tesoro, que puede ascender a dos… millones de escudos romanos con corta diferenci… a, y se encontrará levantando la roca vigésima, a c… ontar desde el ancón del Este en línea recta. Dos… aberturas hay en estas grutas: el tesoro yace en… el ángulo más lejano de la segunda. Como a mi úni… co heredero, le dejo en exclusiva propiedad el refe… rido tesoro. 25 de abril de 14… 98. CES… AR SPADA
-¿Lo comprendéis ahora? -dijo Faria.
-Esta era la declaración del cardenal Spada, el testamento tan buscado en vano -contestó Edmundo, sin osar aún creerlo.
-Sí, mil veces sí.
-Pero ¿quién lo ha completado de este modo?
-Yo, con la ayuda del fragmento existente, adiviné el resto, calculando la longitud de las líneas por la del papel, y deduciendo de lo no quemado lo que debía decir lo quemado, como un átomo de luz que viene del cielo, guía a aquel que camina por un subterráneo.
-¿Y qué hicisteis cuando pensasteis haber adquirido esa convicción?
-Determiné marchar, y marché al instante, llevando conmigo el principio de mi grande obra sobre Italia, pero hacía mucho tiempo que la policía imperial no me perdía de vista. Napoleón quería entonces dividir el reino en provincias, al contrario de lo que quiso apenas tuvo un heredero. Mi precipitada marcha despertó, pues, las sospechas de la policía, que estaba muy lejos de poder adivinar su verdadero objeto, y me prendieron cuando iba a desembarcarme en Piombino.
-Ahora, amigo mío -prosiguió Faria mirando a Dantés con ternura casi paternal-, ahora sabéis tanto como yo. Si nos escapamos juntos, la mitad del tesoro es vuestro, si muero aquí y os salváis solo, os pertenece por entero.
-Pero ¿no tiene en el mundo ese tesoro dueño más legítimo? -preguntó Dantés vacilando.
-No, no, tranquilizaos. La familia se ha extinguido del todo. Además, el último conde Spada me hizo su heredero. Legándome aquel breviario simbólico, me legó cuanto contenía. No, no, tranquilizaos. Si llegamos a apoderarnos de esta fortuna, podemos gozarla sin remordimientos.
-¿Y decís que ese tesoro asciende… ?
-Asciende a dos millones de escudos romanos, trece millones de nuestra moneda.
-¡Imposible! -exclamó Dantés, asustado ante lo enorme de la soma.
-¡Imposible! ¿Y por qué? -repuso el anciano-. La familia Spada era una de las más antiguas y poderosas en el siglo XV. Además, en aquellos tiempos no se conocían ni especulaciones ni industria, esta acumulación de dinero y joyas no es inverosímil. Todavía existen familias romanas que se mueren de hambre, teniendo vinculado un millón en diamantes y pedrerías de que no pueden disponer.
Edmundo, vacilando entre la alegría y la incredulidad, creía estar soñando.
-Si os he ocultado este secreto tanto tiempo -prosiguió Faria-, ha sido para probaros y sorprenderos. Si nos hubiéramos escapado antes de mi ataque de catalepsia, os habría llevado a la isla de MonteCristo, pero ahora -añadió con un suspiro-, vos me llevaréis a mí. Ea, Dantés, ¿no me dais las gracias?
-Ese tesoro os pertenece, amigo mío -respondió el joven-, os pertenece a vos solo, yo no tengo ningún derecho a él, ni siquiera soy pariente vuestro.
-¡Vos sois hijo mío, Dantés!