Andrés Sánchez Bodas

El suceder humano


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en 2019 y 2020, con la idea de hacer una nueva edición ampliada. Luego lo reconsideré y decidí que podría escribir un nuevo libro, volviendo a una idea que quedó inserta como el capítulo 11 de mi libro Manifiesto Humanístico, donde brevemente me vuelvo a preguntar acerca de la inquietud sobre cómo somos lo que somos –que en varios de mis libros fui esbozando– y que nominé como “Acerca del suceder psíquico”. Entonces retomé ese capítulo y, con alguna pequeña modificación, lo integro con las reflexiones posteriores mencionadas. Y a eso voy.

      Es así que el lector se va a encontrar con un entramado de ideas, acerca de las cuales espero que vuelvan a plantear preguntas para pensarnos desde otro lugar de los habituales, que se han ido manifestando desde el siglo pasado hasta ahora. Esta urdimbre es como pienso acerca de nosotros los humanos y la naturaleza/universo, en donde estamos siendo.

      Cada lector se hará dueño del texto a su manera; la mía, al leerme como si fuera otro el que lee, lo percibo como una poesía escrita en prosa, como una música sinfónica en el despliegue de momentos que hacen a un todo, como una pintura donde la paleta marca distintos colores que, integrados, muestran una imagen de quienes somos. Estoy convencido de que somos una creación artística, cada uno de nosotros está en ese cuadro viviente, siendo a su vez una obra que se va haciendo mientras estamos aquí con los demás, en un nosotros, donde participamos, como una narración de un relato histórico social en un presente que camina hacia un futuro.

      Nota sobre el Prólogo

      Al decidir publicar un libro, todo autor piensa en quién podría prologarlo.

      En ese pensar se incluye un alguien que se respete profesional y humanamente; en relación con la primera debe ser alguien con trayectoria y saberes suficientes, para que, en pocas líneas, pueda hacer una síntesis comprensiva que invite a leer la obra. En la segunda instancia, quizás la más importante, un alguien que inspire humanismo en su ser persona en acción.

      Ese alguien es mi colega español, el Doctor en Teología pastoral sanitaria, Máster en Bioética, Máster en Counseling, José Carlos Bermejo.

      Ese alguien es un ser humano comprometido en la ayuda a personas sufrientes como pocos en el mundo. Su quehacer es, para mí, admirable, porque además de ejercer su profesión y dirigir un centro asistencial sumamente prestigioso, no solo en España, su país, sino en el mundo, es un prolífico escritor y sus textos son referentes para todo aquel que estudie o sea un profesional de toda disciplina que dirija su tarea a acompañar procesos de ayuda “psi” y espiritual.

      Estoy muy agradecido por su estar presente en este texto, de una manera breve, sencilla y profundamente comprensiva de lo que pretendo transmitir.

      Te invito a leer una síntesis de su trayectoria al final del libro.

      Nota sobre la Exégesis quiasmática

      Cuando culminé el último borrador –eso es un texto que se publica–, decidí preguntarle a mi colega Ezequiel Russo, si tenía ganas de leerlo y escribir un prólogo, me dijo que sí, y le envié lo escrito. Días después me hizo llegar su colaboración; debo decir que me impactó y, luego de dialogar con él, pensé que lo escrito no era un prólogo sino una interpretación del texto, una brillante exégesis, un aporte que se entramó con unas preguntas que vengo haciéndome hace un tiempo.

      Lo que hoy sostengo, ¿es más que una apertura, una deconstrucción del modelo de Carl Rogers, o una nueva forma de pensar la ayuda?; ¿Un pensar lo humano que, si bien basado en el autor mencionado, se abre hacia un humanismo integrador?; ¿Una serie de ideas que unidas dan cuenta de otro modo de reflexionar sobre mi profesión, que facilitan, no solo integrar recursos metodológicos, sino –quizás–, cumplir el sueño de Abraham Maslow, el de habilitar un pensamiento que permita integrar modelos psicológicos y filosóficos, que tienda a unificar criterios?

      Al leer el aporte de Ezequiel –por consenso con él lo ponemos como cierre del texto– tengo la sensación de que de eso intenta tratarse: desde una mirada holística encontrar en el concepto de quiasma, la posibilidad de un cruce en la entrama de variadas formas que se fueron expresando en el siglo pasado y en lo que va de este. Ezequiel Russo tiene esa idea acerca de mi obra, no solo de esta en particular. Y aquí tampoco puedo dejar de lado los aportes de José Gómez Laumann y María Reyes, en mi anterior libro Quiasma, del cual deviene este, y que se unen al escrito de Ezequiel. Los lectores y el tiempo harán su evaluación.

      Encontrarás un resumen de su trayectoria al final del libro.

      Apertura SOBRE EL SUCEDER DE LO HUMANO

      Acerca del cómo somos, y lo titulo como un suceder porque lo prefiero al de estructura, proceso, personalidad, u otra usual nominación que se observa en diversos autores.

      Lo hago porque estoy convencido del fluir permanente de lo vivo, de que no somos un ser, ni un acontecer sino un suceder, un transitar, un venir un estar y un ir hacia todo junto en un aquí.

      Es así que, para comenzar, me baso y sostengo la idea de lo organísmico, concepto introducido por el prestigioso neurólogo Kurt Goldstein, “padre” de la Psicología Humanística, que incluye e integra a todo el funcionar psíquico, tanto el sustrato material (el cuerpo, la mente) y su producción, como sus aspectos resultantes, lo que denominamos psiquis.

      Somos un ser organísmico, biosociopsicoespiritual, en ese orden explicativo dado que cada uno suma, integra y depende del anterior.

      Pensar desde este lugar nuestro funcionar personal, es decir que todo lo que implica estar vivo posee una base o impronta común.

      Desde allí se observa un factor de funcionamiento similar, sea el órgano que fuere que observemos o estudiemos, siendo la mente un “órgano” más, que responde a las mismas leyes básicas de motivación, producción y acción.

      Somos materia y energía que fluye, interactuando con el medio, desde un sistema dual, por un lado, cerrado y dependiente de su funcionalidad; por el otro, abierto y receptivo al ingreso de material o información.

      El cuerpo es una entrama de órganos que posee un ordenamiento básico, que vive mientras se cumple.

      Cada órgano es construido para producir algo en especial:

       Primero, disponible en y desde su construcción biológica.

       Segundo, recibe un estímulo.

       Tercero, lo incorpora y lo procesa.

       Cuarto, lo saca de sí, como respuesta, o como excremento.

      Este orden es dado aquí solo a modo explicativo, porque en el funcionar todo está fluyendo continua, quiasmática y recursivamente, pero si detenemos, a modo de estudio y explicación lingüística –escrita u oral– la observación, se hace lineal, y vemos esos pasos.

      Cada órgano funciona así, y todo el cuerpo también.

      Veamos ejemplos simplificados y en una jerga secular no científica.

      El corazón succiona la sangre y la distribuye expulsándola de su interioridad de órgano. El riñón toma los líquidos, los purifica y los expele, y el aparato urinario los expulsa como orina. El aparato digestivo recibe la comida, la metaboliza, la procesa, y lo que no sirve lo hace excremento, materia fecal. El aparato genital masculino produce esperma y, al ser estimulado, la expulsa por el pene. El aparato genital femenino produce óvulos; cuando no son fecundados son expulsados como menstruación y, cuando son fecundados, producen un feto, que luego de nueve meses saca de su cuerpo.

      Todo lo que entra es procesado según sus características y de acuerdo con el sistema implicado; a posteriori lo redistribuye en concordancia con lo que el organismo necesita, lo bueno se lo queda, lo malo o aquello que puede hacerle daño si persiste adentro, lo saca de sí mismo.

      El cuerpo como un todo cumple esas leyes mientras está vivo.

      La mente, como resultado