Jorge Castelo

Tratado general de fútbol


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fundamentales del juego del fútbol, que se muestran en la necesidad de los jugadores de soportar sacrificios luchando constante y continuamente contra las dificultades inherentes a la complejidad de sus funciones específicas dentro del equipo (coordinándolas con los restantes compañeros) y con las diferentes situaciones de juego (variabilidad-imprevisibilidad); paralelamente, las cualidades intelectuales de los jugadores se caracterizan por un pensamiento (solución mental) lógico, flexible, original y crítico en la búsqueda de una ejecución técnico-táctica (solución motora) que permita modificaciones autónomas según las circunstancias, pues sólo así se puede alcanzar un elevado grado de eficacia. Por ello cada situación del juego expresa una dimensión táctica y una estrategia única.

      De esta forma, si observamos dos situaciones de juego similares, vemos que no son iguales. Aunque la dinámica de un juego deportivo colectivo como el fútbol permite acciones preestablecidas estudiadas y entrenadas, no se reproducen de la misma forma durante el partido. Por lo tanto, toda acción de ataque o de defensa, con o sin el balón, es discreta y se resuelve según el contexto de la situación; además, su realización exige un programa de acción (dentro de un grupo de opciones) adecuado a la situación y a los objetivos estratégico-tácticos que se pretende alcanzar.

      4. Creatividad e improvisación. Los jugadores de fútbol expresan en la actualidad comportamientos técnicotácticos caracterizados por su adaptabilidad a los contextos situacionales del juego en la búsqueda de soluciones heterogéneas y eficaces; su anticipación, es decir, la capacidad de discernir y prever las modificaciones de la situaciones de juego, y su creatividad, que define la capacidad de idealizar y ejecutar nuevas soluciones imprevisibles desde el punto de vista defensivo, en el que se aumenta el factor sorpresa (iniciativa) del juego.

      NIVELES

      En conformidad con lo anterior, establecemos los dos niveles de análisis de la estructura del juego:

      • Bases de la racionalización del espacio de juego a través de la distribución coherente y homogénea de los 11 jugadores del equipo en el espacio de juego, constituyendo sectores (o líneas) formados por varios jugadores que ejercen sus funciones de forma concertada.

      • Bases de la racionalización de las misiones tácticas de los jugadores que se establecen en función de las potencialidades individuales de los jugadores, de los objetivos tácticos del equipo y del conocimiento más o menos pormenorizado de las circunstancias en las que determinado partido se va a jugar, incluyendo, naturalmente, las particularidades fundamentales del equipo contrario.

      El sistema de juego proporciona una base racional que permite canalizar la toma de conciencia por parte de todos los jugadores sobre sus derechos y deberes, fundamentalmente en lo que respecta a sus funciones y limitaciones. En otras palabras, se subordinan las acciones individuales a las colectivas a través de una distribución coherente de sus comportamientos con el objetivo de asegurar la coordinación y cooperación entre ellos en la búsqueda del aumento de la rentabilidad y de la eficacia del equipo. Además, esto no significa que cada jugador no encuentre dentro de esta concepción de organización de equipo el «espacio» necesario para reflejar su propia personalidad, su improvisación y su creatividad, ya que éste es un presupuesto integrante de la estructura del juego del equipo. Las situaciones de posesión o no del balón, que se corresponden con complejos movimientos en torno a él (apoyo o cobertura del compañero en posesión del balón o marcaje del adversario con balón) aparentemente sin sentido, corresponden en realidad a situaciones altamente rentables en términos de espacio y tiempo para la concreción de los objetivos momentáneos del equipo (el gol o la recuperación de la posesión del balón). Es en esta ocupación racional constante y fluida del espacio en función de las situaciones momentáneas del juego donde la estructura de juego del equipo expresa su movilidad y flexibilidad al no posibilitar al equipo contrario sus acciones en ningún momento del juego para ocupar, crear y explorar espacios vitales para el desarrollo de la eficacia del proceso ofensivo propio, y restringir, vigilar y marcar espacios vitales cuando se desarrolla el proceso defensivo. Bajo esta perspectiva el espacio de juego ofrece en todo momento la posibilidad de transformar el significado preciso del comportamiento de los jugadores dependiendo de sus intenciones y proyectos, donde todos los movimientos, lejos de ser independientes unos de otros, se influencian mutua y recíprocamente. Un jugador interviene siempre en la organización del juego, aunque sea adversario o compañero, facilitando o impidiendo mediante sus desplazamientos el juego colectivo.

      LA DINÁMICA DE LOS ESPACIOS DE JUEGO

      La estructura esquemática del juego vuelve evidentes diferentes zonas con alto significado. En este sentido, cada jugador se encuentra ante espacios dinámicos funcionalmente unidos entre sí que se modifican en un sentido particular y después ante los comportamientos técnico-tácticos individuales y colectivos de los jugadores, que buscan conducir el juego hacia ciertos espacios y evitar otros. En resumen, podemos observar:

      1. Espacios de gran seguridad y de responsabilidad individual y colectiva donde se busca no crear situaciones peligrosas para la portería propia.

      2. Espacios donde existe cierto equilibrio entre la seguridad y el riesgo, es decir, se busca, por encima de todo, mantener la estabilidad dinámica de la organización del propio equipo, no descuidando la posibilidad de desequilibrar la organización del equipo contrario.

      3. Espacios donde hay cierto equilibrio entre el riesgo y la seguridad, donde se pretende sobre todo desequilibrar la organización del equipo adversario, sin descuidar la estabilidad dinámica de la propia organización.

      4. Espacios de riesgo donde se culminan las grandes combinaciones tácticas en la búsqueda de la concreción eficaz de la acción ofensiva.

      DIVISIÓN DE LOS ESPACIOS DE JUEGO

      El terreno de juego es un espacio rectangular que para los partidos internacionales tiene 110 m como máximo de largo y como mínimo 100 m y de ancho un máximo de 75 m y un mínimo de 64 m. Está marcado por líneas bien visibles, y además de éstas, la división del espacio de juego puede comportar otras líneas (imaginarias) que describen los carriles y los sectores del terreno de juego.

      • Los carriles del terreno de juego

      Proyectando dos líneas longitudinales que unen las áreas pequeñas de las porterías, se forman tres carriles de juego:

      1. El carril central. Es un espacio delimitado por la proyección de las líneas laterales de las áreas pequeñas de portería y contiene gran número de zonas vitales del terreno de juego. La importancia de esta zona se deriva fundamentalmente del establecimiento de ángulos frontales (formados por la posición del balón y por la portería adversaria o propia) que proporcionan la posibilidad de concretar elevados niveles de eficacia en el cumplimiento de los objetivos establecidos tanto en el proceso ofensivo como en el defensivo. Este carril está privilegiadamente ocupado y explorado en el plano ofensivo por jugadores claramente organizadores de las acciones del equipo, pues gozan de excelentes condiciones para pasar a los compañeros posicionados tanto en los carriles laterales –cambiando el ángulo de ataque– como en el central –a través de pases con cambio de orientación– con el objetivo de aislar a uno de sus compañeros. En el plano defensivo, los equipos buscan privilegiar la ocupación de una forma concentrada del carril central para disminuir las distancias relativas entre los defensas y, de esta forma, desarrollar una organización