variadas situaciones que el juego encierra en sí. Según Teodorescu (1984), «un equipo presupone una funcionalidad general (constante, realizada basándose en principios y reglas de coordinación de las acciones) y otra especial (variable, para cada partido, para cada adversario, en función de diferentes condiciones, etc.) (…) Tanto la funcionalidad general como la especial del equipo se realizan a través de una determinada programación de las acciones individuales y colectivas de los jugadores siguiendo un sistema de relaciones e interrelaciones dinámicas desarrolladas y coordinadas según unos principios y unas reglas tácticas». Bajo estas circunstancias, la complejidad de las diferentes misiones tácticas específicas parte de las finalidades y de los objetivos comunes, atribuyéndose de esta forma:
1. No restringir la iniciativa y la capacidad individual sino, por el contrario, tener en consideración que cada jugador es único en sus ambiciones personales, actitudes, preferencias y tendencias, por lo que hay que ampliar su «radio de acción» en términos de participación en el juego, fundamentalmente en lo que respecta a su creatividad e improvisación.
2. Asegurar la valoración de las particularidades de los jugadores en sus capacidades técnicas, tácticas, físicas o psicológicas. Esta valoración está condicionada por la creación (a través de las acciones individuales y colectivas) de las condiciones y situaciones de juego favorables para su realización.
3. Combinar diferentes misiones tácticas específicas, es decir, asegurar que el potencial (técnico, táctico, físico y psicológico) operacional de cada jugador se interrelacione y complemente, creándose así una fuerza integradora que establezca una cohesión en la homogeneidad y funcionalidad del equipo.
4. Sacar ventajas del conocimiento particularizado de la expresión táctica del equipo adversario minimizando o anulando los aspectos más eficaces y evidenciando las carencias de su preparación técnica, táctica, física y psicológica.
5. Establecer coordinadores de juego. Si es verdad que el colectivo y la capacidad de ayuda en un equipo resulta fundamental, no lo es menos que continúan existiendo jugadores que individualmente pueden decidir el partido; de ahí la importancia de los coordinadores del juego o de los jugadores de nivel técnico-táctico superior. Teodorescu (1984) refiere que «un gran número de las acciones técnico-tácticas (tanto ofensivas como defensivas) han determinado la aparición y especialización de los coordinadores del juego. Por esto, en el ataque el coordinador tiene como función específica adaptar de forma creativa, en las situaciones concretas del partido, el plan táctico del ataque. Este jugador se caracteriza por tener un elevado pensamiento táctico y una gran capacidad de ejecución técnica, así como por una fuerte personalidad y cierta autoridad sobre sus compañeros». Para Palfai (1982), «los equipos tienen necesidad de jugadores con cualidades humanas y competitivas especiales, capaces de conducir a sus compañeros, de organizar el juego de un sector o de un equipo, siendo los ejemplos que hay que seguir y animando a sus compañeros también en los momentos más difíciles». Durante un largo período de la evolución del juego, la preponderancia dependía de la singular capacidad técnico-táctica de algunos jugadores. De hecho, es absurdo pensar que el fútbol actual no les necesita o que han perdido importancia; la diferencia reside en que los nuevos factores vitales complementan y amplían el rendimiento de la acción de estos jugadores dentro del contexto del equipo, y naturalmente del juego. En este sentido, un equipo valioso se caracteriza por la complementariedad de sus elementos, lo que reside en una inequívoca aceptación mutua y en una comprensión recíproca.
Por lo tanto, la coherencia y la dinámica de estas manifestaciones, como hemos referido anteriormente, son tanto más eficaces cuanto más se traduzca su expresión final de forma unitaria y homogénea, no dando lugar a compartimentos estancos que sólo conducen al equipo a una mayor permeabilidad en su organización. La racionalización de estos desplazamientos compensatorios deriva esencialmente de un conjunto de misiones tácticas específicas atribuidas a cada jugador por el entrenador, que las adapta en función de las situaciones del juego y de los objetivos tácticos momentáneos del equipo.
LAS ACTITUDES Y LOS COMPORTAMIENTOS TÉCNICO-TÁCTICOS DE LOS JUGADORES
La estructura del juego, más allá del dispositivo de base (sistema de juego) que posiciona a los jugadores sobre el terreno de juego, establece igualmente las tareas o las misiones tácticas fundamentales que se integran en un conjunto de actitudes y de comportamientos técnico-tácticos generales y específicos.
• Las actitudes y los comportamientos técnico-tácticos de base de los jugadores
En este ámbito podemos encontrar cinco atributos fundamentales que todos los jugadores deben perfeccionar y desarrollar constantemente:
1. Seleccionar una atención que se concentre sobre los aspectos pertinentes del contexto de la situación. De este atributo resulta una costosa observación del comportamiento de los compañeros y los adversarios, condición fundamental para una correcta lectura y valoración de las situaciones de juego.
2. Planificar con anticipación las opciones que hay que decidir para las diferentes situaciones que el juego encierra en sí, reaccionando con un comportamiento distinto ante su imprevisibilidad y transitoriedad.
3. Respetar constantemente los principios establecidos por el equipo durante las fases del juego para que haya un lenguaje común de comunicación entre los jugadores, con el objetivo de aplicar una solución táctica eficaz a las situaciones momentáneas del juego.
4. Buscar fundamentalmente ventajas en términos numéricos, espaciales o temporales con el objetivo de transformar las situaciones del juego en fáciles soluciones tácticas, realizando de esta forma un juego simple y práctico para concretar los objetivos tácticos del equipo.
5. Utilizar todos los medios técnico-tácticos para cooperar constantemente con los compañeros con y sin balón, expresando actitudes en las que el interés colectivo se muestre por encima de los intereses individuales, pues éstos sólo tienen sentido cuando están soportados por la acción colectiva. La ejecución de los procedimientos técnico-tácticos se puede potenciar con determinación, agresividad y eficacia, transmitiendo estas características para aportar mayor capacidad a los compañeros y restar eficacia a los adversarios.
En el ámbito ofensivo podemos presentar los siguientes atributos fundamentales:
1. Buscar obstinadamente el gol intentando conseguirlo el mayor número de veces, lo que ha de reflejar una concepción y un método de juego concretos previamente establecidos por el equipo.
2. Cambiar, después de la recuperación de la posesión del balón, de una actitud defensiva a otra ofensiva, fundamentada en rápidos movimientos, con objeto de que el adversario no tenga el tiempo necesario para organizar convenientemente sus acciones defensivas, tanto individual como colectivamente.
3. Comprender, cuando estamos en posesión del balón, la responsabilidad de su mantenimiento y la cuota de responsabilidad en la concreción del objetivo del ataque (el gol). Por esto hay que penetrar (con o sin la posesión del balón) siempre que las circunstancias lo permitan, evitando que el adversario directo oriente sus comportamientos técnico-tácticos hacia zonas de juego importantes.
4. Asegurar una ocupación racional