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“... La preservación de mi vida en aquella deprimente calamidad que al parecer azotaría a toda la ciudad, y que a pesar de lo grande que era, pudiese que mis miedos, como los de la otra gente, representaban ser mucho mayores de lo que en realidad eran…
“Los recelos de la gente fueron estimulados, además, por el error de una época durante la cual -creo- el pueblo se mostró más adicto a las profecías, conjuros astrológicos, sueños y cuentos de comadres, de lo que se haya mostrado nunca, antes o después. No sé si esta desgraciada disposición surgió originalmente de las tonterías de algunos que ganaron dinero gracias a ellas, imprimiendo predicciones y pronósticos…
“Pero aun aquellas sanas reflexiones -que, correctamente dirigidas, hubieran conducido a la gente a caer sobre sus rodillas, confesar sus pecados y elevar la vista hacia el misericordioso Salvador en busca de perdón, implorando su compasión en el tiempo de la angustia, con lo que hubiéramos podido resultar una segunda Nínive- tuvieron un efecto totalmente opuesto sobre el pueblo, ignorante y estúpido en sus deducciones. Así como antes se había mostrado inicuo y atolondrado, ahora fue arrastrado por el miedo a extremos de tontería. Antes, para saber qué sería de ellos, corrieron hacia nigromantes, conjuradores, brujos y toda clase de embaucadores (que alimentaban sus temores y los mantenían
“Una visita de la plaga” (tomada de “Diario del Año de la Peste”, relato escrito por Daniel Defoe y publicado en 1722, sobre el azote de la enfermedad infecciosa a Londres, en 1665).
Facebook, 12 de marzo de 2020
A gobiernos de este mundo, precipitados, muchos, en el abismo de la impopularidad y carcomidos, demasiados, por el óxido de la corrupción y el descreimiento, un agente infeccioso microscópico les ha entregado una última oportunidad que es bendición y castigo.
Bendición porque es el momento de comportarse a la altura del liderazgo que exige esta situación de hecatombe en la salud y de síncope en la economía. De castigo… bueno, porque si son inferiores a lo que demanda esta circunstancia inédita, hundirán a sus naciones en el caos y la confusión de los días por venir.
“Estamos en guerra, en una guerra sanitaria”. Ultimátum o eufemismo, así lanzó el presidente de Francia, Emmanuel Macron, una serie de medidas restrictivas y mandatorias para sus ciudadanos. También él, no tuvo la prudencia de detener la celebración de la primera vuelta de las elecciones municipales, cuya segunda ronda ha quedado aplazada. En todo caso, sus determinaciones, no hay de otra, tienen que ver con la vida privada de las personas, con los ámbitos que hasta hace pocos días eran de nuestra entera y arrogante libertad.
No serán las últimas medidas. Serán las menos duras. Para Francia y para otros países. Con el paso de los días, con las
Las medidas tomadas por los mandatarios locales y regionales de Colombia están dando la sensación que estamos disparando perdigones al aire. Muchos demandan un liderazgo del presidente para que todo ello se concrete y ampare bajo una sola sombrilla de autoridad, que aglutine y proyecte una idea de nación, de todos por todos.
Y es que no puede ser de otra forma. El paso de los días, tal vez de las horas, demostrará que en medio de los chistes – nunca había existido, por obvias razones, una peste tan burlada y memeada como esta--, la vaina es en serio. Muy en serio. Y que el cumplimiento de las normas más básicas –el lavado de manos, quedarse en la casa, la distancia mínima entre las personas, suprimir nuestra efusividad mitad postiza, mitad entrañable, etc.— es crucial en la supervivencia nuestra y en la contención del contagio.
No basta que cada uno ande tomando por ahí sus medidas insulares de salvación. Que son bienvenidas, no faltaba más.
Todo es cuestión de tiempo, también. Oportunidad. Pertinencia. Las demoras, las vacilaciones, las dilaciones pueden convertirse en lágrimas. En noticias luctuosas. Por eso necesitamos que la cabeza esté a la cabeza y que su mano sea firme. Ya. Tendrá todo nuestro apoyo.
Facebook, 17 de marzo de 2020
La calamidad de salud que azota al mundo, gústenos o no, será también la enfermedad infecciosa más caricaturizada y ‘memeada’ de la historia. Es una paradoja infame, solamente posible por el desbordado sentido del humor bueno y la mentecatez del chiste funesto que inundan las redes sociales.
Memes, montajes y burlas se han prodigado y recreado con la singular orgía de compra de papel higiénico que se ha dado en los países afectados, incluido Colombia. Paquetes y “pacas” de rollos desbordan la contención de los carritos de mercado. Y miles de personas salen de tiendas y de grandes superficies con el artículo en la mano. Como un trofeo, protección tutelar contra una especie de jinete del Apocalipsis, encarnado en la bestia de una diarrea ecuménica.
La demanda fenomenal del papel toilette, como se le llama con afrancesado acento, ha quedado registrada en imágenes que hacen incontrovertible la desmesura. Incluyen el registro de un hombre en Australia –donde se reguló la venta per cápita--, que, cuchillo en mano, disputó a muerte la última unidad que había dejado la rapiña. Ha sido tan sorpresivo y multitudinario este delirio, que ya se ha convertido en una curiosidad científica.