Eiríkur Örn Norddahl

Illska


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      Pero, pese a todo, no le apetecía escribir sobre un movimiento político muerto. Así que sería más emocionante escribir otra tesis de mierda sobre los tanques de la segunda guerra mundial, o sobre la degeneración de la Revolución francesa.

      Fue entonces cuando empezó a hablar con Arnór. Había empezado a pensar que le apetecía cambiar la tesis. Escribir sobre la gente de extrema derecha en vez de sobre los populistas xenófobos. Escribir sobre gente como Arnór. Gente como los idiotas del Club. Pero también, aunque lo hiciera dando rodeos, sobre el elemento xenófobo generalizado que se extendía desde la derecha más extrema y recorría todos los partidos políticos, toda la burocracia y todas las instituciones de Islandia. Pero ya no estaba segura de nada.

      ***

      Pero la explicación más plausible de esos márgenes de error es esta: los gitanos siguen estando perseguidos en Europa; es decir, no nos podrían resultar más indiferentes. Los gitanos son unos pobres desdichados y unos marginales que no pueden levantar cabeza en ningún sitio, perseguidos en todas partes por igual, sea en Islandia o en Lituania. Carecen de recursos para defenderse por sí solos. No pertenecen a las instituciones políticas de sus sociedades y no tienen acceso a nuestra justicia. En muchos sitios, ni siquiera tienen derecho de sufragio. Son muy pocos los que han dedicado su tiempo a estudiar el tema de los gitanos —y lo que les hicieron— durante el Holocausto, porque pertenecen al grupo de los salvajes y estamos convencidos de poder referirnos a su naturaleza de ladrones, su vida de puterío y su machismo. Creemos saber todo lo que sucede detrás de las puertas cerradas de sus caravanas, sin siquiera haber echado un solo vistazo a su interior. Son el pequeño otro, aquel que miramos, pero nos negamos a ver. Aquel de quien contamos historias a fin de agrandar nuestra propia moralidad, nuestra amplitud de miras y nuestra civilizada forma de vida.

      ***

      Unos días antes de su partida, la llamaron para decirle que se iba a crear una Asociación de Lituanos de Islandia. Para «mejorar la imagen de los lituanos», como especificaron. Agnes deseaba liberar su pasado de Snorri Sturluson y Mindaugas. De violadores y víctimas. Liberarse del Contubernio Báltico y del Contubernio Nórdico (por no mencionar el Contubernio Balcánico del que les acusaban algunos islandeses un tanto despistados) en Eurovisión. Liberarse del Holocausto, la Unión Soviética, Hófí, Bogdan, Dorrit, la crisis y la guerra del bacalao. Liberarse de la Revolución Cantada y de la Revolución de las Cacerolas.

      Respondió con evasivas a las preguntas de la mujer del teléfono, que insistía en que confirmase si iba a participar o no. Afortunadamente, estaría ya en Jurbarkas cuando se celebrara la reunión fundacional. Era imposible. No tenía sentido. Este pueblo. Estos pueblos. Racistas y violentos. Y estúpidos. Unos estúpidos de mierda que solo sabían ladrar.

      Mierda.

      Naturalmente, no odiaba a nadie. A lo mejor era por eso precisamente por lo que no podía integrarse en la Asociación de Lituanos de Islandia. Porque le costaba demasiado reconocer ante sí misma que hiciera falta un grupo de presión específico para decirles a los islandeses que los lituanos no eran simples violadores. Para que la gente comprendiera que no existía diferencia real entre los delitos islandeses y los lituanos —que los lituanos no eran más bestias ni sus delitos eran en absoluto más premeditados que los cometidos por islandeses—. Un grupo de catorce individuos robando pantalones vaqueros y cosméticos en un centro comercial no eran una mafia, sino una pandilla.

      ***

      Los gitanos de Europa —igual que los inmigrantes procedentes de países pobres— son un problema que hay que atajar. No saben leer y mean en el agua que beben, venden a sus hijas a los prostíbulos y empujan a nuestros hijos a la droga. Y encima visten unas ropas grotescas.

      Igual que Hitler no entendía que los polacos eran un pueblo amigable, de blancos, y no unos salvajes inmorales, tampoco se dio cuenta de que los judíos formaban parte de la franja superior de la clase media occidental. Uno puede permitirse muchas cosas contra los pobres que nunca se permitiría contra gente culta de clase media.

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      A favor de la crisis podría decirse, sin embargo, que, gracias a ella, los islandeses sintieron en sus propias carnes lo que era que otros los señalaran con el dedo y se burlaran de ellos. De pronto, solo se escribía de los islandeses en el extranjero para afirmar que eran unos reyes de las finanzas degenerados que les habían arrebatado el dinero mediante engaños a organizaciones benéficas y pobres ancianos de toda Europa. Los islandeses, a los que nunca les había molestado lo más mínimo que los medios de comunicación convirtieran en delincuentes a los lituanos —«¿Vas a seguir negando que fueron ellos los que violaron a esa mujer?»—, se sintieron de pronto terriblemente asustados por su propia imagen. Se celebraron montones de reuniones y se crearon asociaciones para decirle al señor Gordon Brown, primer ministro del Reino Unido, que los islandeses no eran terroristas (y que no podía bloquear los bienes de los comerciantes islandeses). Jamás tantos islandeses habían defendido una causa propia de forma tan unánime. Por todo el país, en los glaciares y en el mar, la gente posaba sosteniendo pancartas y se hacían fotos: Mr. Brown, we are not terrorists. Porque, como todo el mundo sabe, los terroristas son varones morenos con barba larga y turbante, de modo que en una foto no hay problema ninguno en saber quién es terrorista y quién no. Y los violadores, bueno, esos llevan el pasaporte lituano en el bolsillo del pantalón.

      El Gobierno gastó cientos de millones en la campaña Inspired by Iceland, para convencer a los extranjeros de que Islandia no estaba pasando por tiempos difíciles a causa de las erupciones volcánicas (o las complicaciones económicas), pero el subtexto —y el significado— eran evidentes para todos: Nosotros no somos salvajes. Somos personas civilizadas. Guapos y fuertes. No nos odiéis. Nosotros no somos el otro. Nosotros somos nosotros. ¿No te acuerdas? ¿Björk, Sigur Rós? Somos Halldór Laxness. Comemos con cuchillo y tenedor. Somos hippies desnudos sumergidos en piscinas de agua termal. Raritos, pero no malos.

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      ¿Qué creéis que fue de los gitanos tras la liberación de Auschwitz, y Ravensbrück, Dachau y todos los demás? Simplemente los llevaron de un campo de concentración a otro para que se fueran amansando durante unos cuantos años más, mientras las autoridades aliadas se convencían de que no eran simples carteristas que se hacían pasar por víctimas.

      ***

      VIOLAN A UNA MUJER Y SE BURLAN DE ELLA

      El Tribunal Supremo confirmó ayer la detención, hasta el lunes, de dos lituanos sospechosos de violar a una mujer de 45 años la noche del sábado al domingo. Los hombres fueron detenidos el domingo por la tarde, una vez la policía hubo visionado las cámaras de seguridad de la discoteca a la que había acudido la mujer.

      La mujer acusó a los dos hombres y contó a la policía que estaba en una discoteca del centro de Reikiavik. Se le acercaron dos hombres, uno de los cuales empezó a hablar con ella en inglés. Al cerrar la discoteca, los hombres la acompañaron por la calle Laugavegur. Fueron juntos a un callejón, en la esquina de Laugavegur y Vitastígur, donde los hombres la agredieron violentamente. Uno de ellos, que la mujer identifica como el más fuerte, la empujó contra el capó de un vehículo, derribándola sobre este. Al mismo tiempo la golpeó en el rostro y le tiró del pelo. Mientras tanto, el otro hombre le bajó los pantalones y los dos hombres, juntos, le arrancaron el chaquetón, la camiseta y el sujetador. El más fuerte intentó introducir su miembro sexual en la vagina de ella, y la mujer afirma que le produjo mucho dolor. El otro hombre intentó también introducirle su miembro en la vagina, mientras el más grande la sujetaba por el cuello e intentaba meter su miembro en la boca de la mujer.

      La lastimó y le golpeó el rostro con el miembro hasta que la mujer no tuvo más remedio que abrir la boca. El otro hombre se dio la vuelta, se subió sobre ella y le puso el trasero en el rostro. Le metió el pene en la boca y le dijo en inglés que la dejarían libre en tres minutos si colaboraba. Una vez terminada la agresión, los dos hombres la dejaron libre. La mujer añadió que los dos se habían burlado de ella durante la violación y después de esta.

      Agnes se levantó, fue al baño y vomitó.

      ***

      Una