cocinar y defenderse de otros animales, constituyó una auténtica revolución en su historia y supuso la utilización de recursos energéticos como la madera.
En tales condiciones la población humana se mantenía en un equilibrio dónde el aumento implicaba una disminución de los alimentos disponibles, lo que se traducía en un mayor número de muertes por desnutrición. Se calcula que al final de este periodo, los seres humanos repartidos por el mundo apenas superarían los 5 millones de individuos, y su influencia sobre el ambiente era apenas superior a la de cualquier otra especie.
Durante esta etapa el impacto causado era muy bajo: el ser humano se comportaba como un depredador más, pues aunque se le achaca la desaparición de ciertas especies animales (bisontes, búfalos, mamuts, etc.), fue el cambio climático el principal responsable de dichas desapariciones y la acción del hombre solo aceleró sus efectos.
2.2. Fase agrícola-ganadera. Uso con transformación limitada del entorno
El panorama anterior cambió radicalmente hace unos 10.000 años con la aparición de la agricultura y la ganadería. Auténtica revolución que acabó con la dependencia directa de la naturaleza para obtener alimento, y que tuvo como consecuencia que las poblaciones fueran haciéndose cada vez más sedentarias. Una diferencia fundamental, en su relación con el ambiente, entre poblaciones nómadas y sedentarias, es que las primeras explotaban una amplia gama de ambientes y lugares, mientras que las segundas se limitaban a unos pocos ambientes próximos a sus residencias, por lo que su explotación fue muy intensa.
La agricultura posibilitó la producción de un excedente de alimentos y paralelamente la domesticación de algunas especies de animales facilitó la utilización de máquinas rudimentarias, el transporte y el desplazamiento.
Una de las consecuencias fue que parte de la población pudo dedicarse a actividades distintas a la adquisición de alimentos, y, con ello, se inició un importante desarrollo tecnológico: el descubrimiento de los metales e invención de utensilios revolucionarios como el arado, el carro de ruedas, variedad de armas, etc.
Como fuentes de energía, además de las utilizadas en la etapa anterior, se añaden la tracción animal y las energías hidráulica y eólica (molinos de agua y viento, buques de vela, etc.).
Tracción animal
Todo ello supuso un importante crecimiento poblacional, con el desarrollo de grandes ciudades y sociedades cada vez más complejas con trabajos especializados, durante esta etapa por ejemplo se realizan importantes obras de construcción, se inicia el comercio a gran escala, etc.
El resultado fue una mejora sustancial de la calidad de vida, pero, el mantenimiento de una población en crecimiento, implicó unas necesidades de alimentos y de otros recursos cada vez mayores.
La agricultura-ganadería ha sido y sigue siendo, uno de los mecanismos más importante de transformación ambiental: deforestaciones masivas para dedicar los terrenos al cultivo y al pastoreo con la consiguiente degradación del suelo, construcción de sistemas de regadío y vías de comunicación, etc.
Cuando se inició la agricultura y se extendió por todo el mundo, la población creció de una manera espectacular, de modo que al llegar el año 3.000 a. C. se habían alcanzado los 100 millones de personas. Una vez establecida a vida agrícola, continuó el crecimiento pero a un ritmo significativamente más lento, de modo que a mediados del siglo XVII la población era de unos 500 millones.
Por todo ello, en esta época la acción humana sobre la naturaleza fue intensa y una de las causas de la creciente degradación ambiental, pero restringida a las zonas más pobladas del planeta, quedando amplias regiones sin sufrir de manera importante influencia antrópica.
2.3. Fase industrial-tecnológica. Uso con transformación generalizada del entorno
El creciente agotamiento de los recursos forestales condujo al descubrimiento de una nueva y más potente fuente de energía: el carbón. Lo que permitió, a mediados del siglo XVIII, la invención de la máquina de vapor y el inicio de la revolución industrial, que supuso un profundo cambio en la vida humana y en sus relaciones con la naturaleza. A partir de este hecho se crean fábricas que atraen a un elevado número de emigrantes, con lo que se desarrollan grandes urbes, se mejoran las técnicas agrícolas y ganaderas, dedicándose cada vez más terrenos a tales menesteres, con lo que se incrementa la producción de alimentos, etc.
Desde el descubrimiento de la máquina de vapor el desarrollo tecnológico ha sufrido un ritmo acelerado, basado principalmente en la utilización de recursos energéticos no renovables: carbón, petróleo, gas natural y combustibles nucleares.
El aumento de la producción de alimentos y otros bienes, así como la paulatina mejora en las condiciones de vida, tuvo como resultado un pronunciado crecimiento de la población, de manera que en la actualidad está en torno a los 6.000 millones de habitantes.
En la actualidad los grandes progresos científico-tecnológicos, el crecimiento de las industrias, la explosión demográfica y el desarrollo de inmensas urbes dónde vive casi la mitad de la población mundial, han determinado enormes presiones sobre el medio natural a nivel planetario, que pueden conducir a su irreversible degradación y al agotamiento de los recursos.
Cualquier actividad actual humana produce consecuencias a veces catastróficas: contaminación atmosférica, ruidos, alteraciones climáticas, contaminación de ríos, lagos y mares, pérdida de suelo fértil, desertificación, pérdida de biodiversidad, alteración del relieve y del paisaje, acumulación de residuos, etc.
3. Los recursos del Medio Ambiente
Los recursos naturales son aquellos bienes materiales y servicios que proporciona la naturaleza sin sufrir alteraciones por el hombre.
Estos son valiosos para la sociedad tal y como la conocemos porque contribuyen al bienestar y desarrollo, de manera directa o indirecta. Es decir, constituyen las materias primas, minerales, alimentos; así como los servicios ecológicos, los cuáles son muy importantes para la continuidad de la vida.
Según su disponibilidad en el tiempo, la generación o regeneración y el ritmo de uso o consumo de estos recursos, podemos clasificar a los recursos naturales en renovables, no renovables e inagotables.
3.1. Los recursos naturales renovables
Los recursos naturales renovables son aquellos que pueden recuperarse por sí mismos, pero que deben utilizarse racionalmente para evitar su agotamiento. Ejemplos de recursos naturales renovables son:
El suelo
Uno de los principales recursos que brinda la naturaleza al ser humano es el suelo, ya que en él crecen y se desarrollan las plantas, tanto las silvestres como las que se cultivan para servir de alimento al ser humano y los animales.
La formación de los suelos depende de un largo y complejo proceso de descomposición de las rocas, en el cuál intervienen factores físicos, químicos y biológicos. La interacción de estos, como factores ecológicos, provoca la desintegración de los minerales que, unidos a los restos de animales y plantas en forma de materia orgánica, originan el suelo.
Los seres vivos intervienen en la destrucción de la roca madre y, además de los agentes climáticos, toman parte en la mezcla de sustancias del suelo, en su distribución horizontal, y añaden a este materia orgánica. Las sustancias de desecho de animales y vegetales, así como los propios cuerpos de estos al morir, son las únicas fuentes de materia orgánica del suelo, que proporciona a este algunos componentes esenciales, lo modifica de diferentes modos, y hace posible el crecimiento de fauna y flora variadas, que de otra manera no podrían existir.
La presencia de distintos tipos de minerales, las variaciones climáticas, la