Sherryl Woods

E-Pack HQN Sherryl Woods 3


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      –¡Papá! ¿Sabes qué?, ¡soy el asesor de Emily!

      Boone sonrió al verle tan entusiasmado, pero miró a Emily con expresión interrogante.

      –¿Y eso?

      –B.J. tiene muy buen ojo para el diseño de interiores, me da muy buenos consejos.

      Boone ni siquiera intentó ocultar su escepticismo.

      –Tiene ocho años, ¿qué consejos puede darte?

      –Se ha dado cuenta de inmediato de que los muebles que estaba viendo en mi portátil no encajaban aquí –sonrió al añadir–: Y me lo ha dicho sin cortapisas, esa es una cualidad positiva en un asesor.

      Boone no pudo evitar soltar una carcajada al oír aquello, y no pudo por menos que admitir:

      –Sí, no se calla casi nada. Si se le pasa por la cabeza, lo suelta por la boca –alborotó el pelo del niño en un gesto juguetón–. No habrás estado dándole la lata a Emily, ¿verdad?

      El pequeño protestó con indignación:

      –¡Ya te he dicho que soy su asesor!, ¡ella quiere que la ayude!

      –Ojalá pudiera servir las mesas por mí –comentó ella.

      Estaba deseando alejarse de Boone, pero no le entusiasmaba demasiado tener que lidiar con la hora punta de la comida; a juzgar por el montón de gente que estaba llegando, estaba claro que, como de costumbre, Cora Jane había acertado al decidir reabrir.

      –Puedo ayudar a llevar y traer cosas –se ofreció B.J. de inmediato.

      –Lo siento, campeón, pero tenemos que irnos –le dijo Boone–. Tengo que volver a mi restaurante, solo he venido a ver cómo va la cuadrilla de Tommy con el tejado.

      –A juzgar por los martillazos que he oído cuando estaba dentro, deben de estar avanzando bastante –comentó Emily.

      –Sí, Tommy me ha dicho que la cubierta de protección va a estar colocada antes de que empiece a llover esta tarde, y también van a empezar a poner las nuevas tejas.

      –Eso va a ser todo un alivio para la abuela, le preocupaba que entrara más agua y hubiera más daños; por cierto, ¿te ha dicho que el mueble de la caja registradora está hecho un desastre?

      –Sí, echaré un vistazo antes de irme. Conozco a un ebanista muy bueno al que suelo recurrir, se llama Wade. Puedo pedirle que venga mañana, para hacer otro mueble a medida y cualquier otro cambio que Cora Jane quiera en el comedor.

      –¿Crees que mi abuela va a querer cambiar algo? Tengo suerte de que me haya dado permiso para traer a los pintores.

      –Sí, es una defensora acérrima de mantener las cosas tal y como están –la observó con ojos penetrantes antes de preguntar–: ¿Aún te molesta eso, o ya te has resignado?

      –Voy a seguir dándole la lata, pero no creo que sirva de mucho.

      –Bueno, voy a echarle un vistazo a ese mueble y después me voy. Vamos, B.J.

      –¡Yo quiero quedarme aquí! –protestó el niño.

      –Esta tarde no, todo el mundo está muy ocupado y molestarías. Cora Jane no puede vigilarte cuando tiene tanto trabajo.

      –Ya le vigilo yo –se ofreció Emily, antes de tener tiempo de pensárselo dos veces–. Si a ti te parece bien, claro. Entre la abuela, Gabi, Samantha y yo, no habrá ningún problema. Puede quedarse en la cocina, a Jerry le encanta que le haga compañía; además, supongo que tendrás que hacer un montón de cosas en tu restaurante, ¿no? Me he enterado de que ha sufrido bastantes daños.

      –Sí, pero…

      B.J. empezó a dar saltitos, y miró suplicante a su padre.

      –¡Por favor, papá!

      –Lo siento, campeón. Ya está todo arreglado para que pases la tarde en casa de Alex, su madre me ha dicho que puedes quedarte a dormir allí.

      –¡Yo prefiero quedarme aquí!

      –Solo tendremos abierto hasta las tres –intervino Emily–. Después nos pondremos a limpiar otra vez el local, y podremos tenerle entretenido con eso; cuando acabemos, alguien puede llevártelo al restaurante o a tu casa –se preguntó si el verdadero problema era que Boone quería estar libre aquella noche porque tenía una cita. A lo mejor estaba saliendo con alguien–. Si tienes planes para esta noche, puede quedarse a dormir en casa de la abuela –le ofreció, con toda naturalidad.

      –No, no tengo planes –le contestó él, con voz un poco tensa–. Por regla general, le encanta quedarse a dormir en casa de Alex, porque ellos tienen las videoconsolas que yo me niego a comprarle.

      –¡Pero hoy quiero quedarme aquí a ayudar!

      Boone no tuvo más remedio que claudicar al verle tan empeñado en quedarse, pero no disimuló su renuencia.

      –Vale, está bien. Deja que hable con Cora Jane.

      –No hace falta, ya se lo digo yo –le aseguró Emily.

      –De acuerdo, ¿te va bien que pase a buscarle por vuestra casa a eso de las siete y media? Así no tendrá que esperar en mi restaurante a que yo termine si tengo que quedarme allí más tiempo del previsto.

      –Perfecto. Saber que vas a ir a buscarle a casa será la excusa perfecta para conseguir que la abuela salga de aquí a una hora decente.

      –Genial, todos contentos –comentó él con ironía, antes de agacharse para mirar a su hijo a los ojos–. Haz caso a lo que te digan, y no les des más trabajo ni a Emily ni a la señora Cora Jane.

      –¡Te lo prometo! –el niño se fue corriendo, por si a su padre se le ocurría cambiar de opinión.

      Boone miró a Emily y admitió, ceñudo:

      –Esto no me hace demasiada gracia.

      –Ya me he dado cuenta, ¿te importaría explicarme por qué?

      –Ya te dije que me aterra que le hagas daño cuando te vayas.

      Su sinceridad no la tomó por sorpresa, pero que tuviera tan poca fe en ella la hirió más de lo que esperaba.

      –Es un niño fantástico. No voy a decepcionarle, te lo prometo.

      Él le sostuvo la mirada al decirle con firmeza:

      –Espero que lo cumplas, Em. Ese niño es lo más valioso que tengo en mi vida, ya ha sufrido bastante.

      –Y tú también. Lo entiendo, Boone –le aseguró, consciente del dolor que habían sufrido padre e hijo.

      Él vaciló un instante mientras seguía mirándola a los ojos, pero al final asintió y se limitó a decir:

      –Nos vemos luego.

      Emily tragó con dificultad al verle dar media vuelta y alejarse, y susurró:

      –Hasta luego.

      Se preguntó si había cometido un grave error al hacer una promesa que no iba a poder cumplir por muy buenas que fueran sus intenciones; al fin y al cabo, ella no tenía ni idea de cómo proteger el corazón de un niño.

      A eso de las seis y media de la tarde, cuando Boone estaba a punto de dar por terminada la jornada y de ir a buscar a B.J. a casa de Cora Jane, su móvil empezó a sonar. No reconoció ni el prefijo ni el número que vio en la pantalla, pero contestó de todas formas.

      –Boone, soy Emily.

      Se puso alerta de inmediato al notar que parecía alterada y le temblaba la voz.

      –¿Qué pasa?, ¿le ha pasado algo a B.J.?

      –Se ha caído en el aparcamiento y se ha cortado con un clavo que sobresalía de un tablón –le explicó ella atropelladamente, como si estuviera ansiosa por soltar las palabras cuanto antes. Respiró