Vinicius Ariola

Cuatro vientos


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vino a llevarla al hospital, desesperadamente su padre y su madre saliendo, corriendo del auto…hoy tengo certeza que fueron los cinco kilómetros que más rápido había recorrido en mi vida.

      Cuando llegué al hospital su padre y su madre estaba esperando alguna noticia de los médicos y yo me acurruqué en un banco de tres asientos donde se encontraban los padres de Carol. La madre de ella estaba desconsolada, eran las 11.35 am cuando pude ver la hora en la pared blanca de ese pasillo cuando el médico dice lo siento mucho, hicimos todo lo que estuvo a nuestro alcance, pero la perdimos. Los gritos de desesperación invadieron todo el hospital, se desmayó, los enfermeros la ayudaron y el padre decía quiero a mi hija de nuevo y dentro de mí yo me decía yo también la quiero de vuelta.

      Estuve sin reacción, me recuerdo salir caminando en dirección al mar, estuve allí por horas. Llegué a casa con los ojos hinchados de llorar, tantas cosas pasaban por mi cabeza. Entré al cuarto y Thiago me dice que dónde andaba y que mamá estuvo preocupada por mí. No tuve reacción, no pude responder nada. En ese momento que Thiago hablaba conmigo, entró mi madre por la puerta principal. Recuerdo salir rápido, ir a abrazarla con lágrimas corriendo por mi cara. Y ella diciéndome hijo nunca te vi así. Luego mi hermano respondió de inmediato siempre fue un frágil, madre, es débil y llora por cualquier cosa. Pedí para ir a la habitación de mi madre, entonces pude contarle a ella lo que estaba pasando. Sinceramente esperaba otra reacción, pobrecita. Pobre familia, buen hijo, deme permiso para conocer a esas personas.

      No sabía a quién recurrir. Un vacío tan grande, donde yo nada podía hacer para minimizar el dolor de la pérdida. Fue entonces cuando Carla fue hasta mi casa, vivíamos en el mismo barrio y me dice el cuerpo de ella va a llegar en cualquier momento, vamos. Recuerdo decir yo no soporto las ganas de llorar, tengo un odio tan grande por qué no me pasó a mí, yo no le haría falta a nadie, aquí en mi casa parezco un fantasma, siento que no existo. Tantas cosas malas me pasaron y cuando conozco la felicidad me la arrancan de mí. Mejor dicho, Carol fue arrancada de raíz y nuestra historia apenas había comenzado y este amor tan puro donde la vida tenía sentido, y ahora qué va a ser mi vida, solo en el mundo. Tú sabes que puedes contar conmigo siempre, dijo Carla.

      No voy a dar detalles del funeral ni del entierro pero después la vida se tornó un error tras otro. Comencé a salir a hacer cosas equivocadas. Empecé a faltar a clase, no tenía ninguna motivación. Buscaba peleas innecesarias en la escuela, mi vida dio un giro, poco después fui perdiendo contacto con Carla, poco a poco me fui aislando en un mundo tan terrible de donde solo muy pocos pueden salir.

       Conociendo la oscuridad

      ¿Cómo pueden ser tan grises los días y tan oscuros? La vida se vuelve sin sentido, vivo porque el aire es gratis. Así tenía mi vida sin Carol.

      Una noche casual, en el centro de Tramandaí, un verano maravilloso conocí unas personas medio difíciles de lidiar, si no conocieron los BC. Recuerdo un líder, al que decimos de la multitud. Se dirigió en dirección a un polideportivo, llamado Gigantinho y me dice ven a fumar. Ni siquiera sabía lo que iba a pasar. Encendieron y me dijeron es como un cigarrillo, solo que retiene un poco el humo.

      ¡wow! Recuerdo que después de la primera pitada estaba en un estado de paz, mi corazón se relajó y todo lo que me entristecía y dolía había desaparecido. Podía ver las cosas más claras y rápidas teniendo una mejor percepción. Eso realmente fue el inicio.

      A partir de esa noche empecé a usar la marihuana como mi mayor refugio. Tenía mis propios demonios y ellos estaban sofocándome. Tenía un odio y un vacío inmensos y no se llenaban de nada. Entonces conseguí un refugio, sé que no era la mejor opción, pero fue lo mejor que conseguí en esa época.

      Todas las cosas erradas traen consecuencias y algunas se reflejan en nuestra vida y en las vidas de quienes nos rodean. Y así fue como tuve problemas con las drogas porque ya no era solo un chico. Entonces mi mamá me envió a la casa de unos tíos para que no termine muerto.

      No fue nada fácil cambiar la playa, el verano lleno de diversión y mujeres para vivir en el campo. Prácticamente, un nuevo comienzo no es tan nuevo. Bueno, no pude ver este cambio con buenos ojos.

      Fue así como a finales del año 1997 fui llevado por mi hermano Carlos a vivir en la frontera de Brasil y Argentina. No voy a mentir, fue la peor experiencia que tuve en mi vida. Fue un nuevo comienzo terrible. Odiaba literalmente estar en aquel lugar, todavía era menor y no tenía derecho a elegir nada. Al final, todas las decisiones tomadas en ese momento, no había sido nada favorable para mí.

      Entonces fue así como conocí un poco de la historia de mi familia y pude comprender más claramente las cosas, el porqué de mi madre viviendo en Tramandaí y el haber hecho a un lado su ciudad natal.

       Mis tíos

      No tengo palabras para decir gracias, sin mis tíos yo no sería nadie. Fue con mi tío Aguinaldo y mi tía Rita con quienes aprendí sobre espiritualidad, aprendí lo importante que es perdonarse a sí mismo para que podamos ayudar a alguien que lo necesite.

      Algunos aprendizajes fueron guardados en mi memoria por toda mi vida. Algunas tardes pasábamos hablando sobre religión ya que mis tíos eran de una religión de origen africana. No veo la necesidad de dar muchas explicaciones sobre eso porque esta parte de este libro es dedicado solamente para agradecer por el cariño y amor que tenían para conmigo y sobre todo por confiar en que podía convertirme en una mejor persona. El autor.

       Estrella

      Hablar de esta persona en particular no es nada fácil. Una mujer que crió a sus hijos sin miedo, sin tener siquiera un marido para ayudarla, como muchas que conozco y he conocido, que viven en apariencia en una porquería de matrimonio, siendo maltratadas por no tener el valor de seguir adelante y terminan humillándose y sufriendo diversos tipos de abusos por parte de su compañero. Son en situaciones como esta en donde nos damos cuenta de que en este mismo momento cuántas mujeres están sufriendo todo tipo de maltrato y por miedo no denuncian al opresor.

      Pero con Estrella no fue tan diferente. Su ex marido, del que no perderé mi tiempo diciendo su nombre, la maltrataba mucho delante de su hijo. Hasta que un día ella se escapó de su ciudad de origen para no ser asesinada por él. Los celos enfermizos que sentía este hombre eran demasiado, podía pasar a otro nivel. Estrella desde muy joven tenía lo que llamamos mediumnidad, ahora es bastante complicado hablar sobre ese tema porque algunos laicos dirán que es cosa del diablo, pero no voy a entrar en ese asunto.

      En algunas oportunidades Estrella me contaba que toda esta espiritualidad que sucedió en su vida fue muy repentina. Desde los siete años ella podía curar a las personas y siempre mi madre habla de que ni siquiera recuerda lo que realmente ella dijo en la oración que hacía. Pero eso ahora no es tan importante. La cuestión es que sus habilidades de curar y ayudar espiritualmente a las personas la llevaron a cambiar del país tropical por Argentina, rumbo a Resistencia, Chaco, en el nordeste del país.

      En fin, para mi madre fue un comienzo bueno y para mí fue un verdadero infierno. No hablaba el idioma. No tenía voluntad de aprender. Era una cultura totalmente diferente a mi realidad. Empezar mi vida en Argentina no fue nada bueno, tener que conocer personas y generar una convivencia no fue algo de la noche a la mañana. Realmente fue muy complicado, ya que yo no conocía a nadie y ni siquiera entendía lo que ellos hablaban. Adquirí un escaso conocimiento del idioma en dos semanas porque tenía que ordenar mi mente, dependía solamente de mí y de nadie más para la integración social. Sinceramente fue poco después de que comencé la escuela, entonces conseguí integrarme un poco más.

      Diariamente iba aprendiendo palabras nuevas, de personas nuevas escuché tanta estupidez como quién mejor si Pelé o Maradona. Eso llegó a un punto tan irritante que ya no podía soportarlo. Lo peor era mi madre, tratando de concretar que los hijos de sus clientes fuesen mis amigos. Eran personas sin nada para contribuir, solo decían tonterías. Su mentalidad a los 16 años era la mía a los 12. Así que, en lugar de ser divertido, era monótono. Menos mal que después de un tiempo una compañera me presentó a su hermano, Mauro. Él terminó siendo como un hermano para mí. Salíamos a jugar fútbol