el “atraso” transitorio que se originó en la época del crecimiento longitudinal.
El final de los procesos de crecimiento tiene lugar mucho después de la etapa puberal. De la condrificación definitiva y la fijación del armazón óseo en su conjunto no se puede hablar hasta pasados los 20 años de edad.
Capacidad de rendimiento deportivo
Con el acelerón del crecimiento de la musculatura aumenta rápidamente la capacidad de rendimiento corporal del joven, sobre todo en los ámbitos dependientes del asentamiento de la fuerza muscular.
Con el aumento de la capacidad de rendimiento deportivo el joven revive aquellos éxitos personales cuya ausencia durante la fase de crecimiento longitudinal fue corresponsable de la pérdida de la seguridad en sí mismo y de la confianza en sus capacidades.
Confianza en sí mismo
Estas vivencias felices ejercen un influjo positivo tanto sobre su desarrollo psíquico como sobre su relación con el entorno. La confianza en sí mismo, uno de los requisitos esenciales para la mejora del rendimiento en el deporte y en todos los demás ámbitos, crece con el tiempo. Con el aumento de confianza en sí mismo el joven es capaz de asentar y fortalecer ventajosamente el sentimiento de la propia valía, esto es, la valoración propia de sí mismo dentro del grupo, tan importante para el desarrollo de la personalidad. De esta forma, se crean para él las condiciones decisivas para dirigir su interés, que se desvía desde el propio ego hacia el entorno.
Pensamiento objetivo
Mientras que hace sólo unos pocos meses el joven valoraba todos los acontecimientos y el comportamiento de sus semejantes desde la perspectiva casi única de sus propias preferencias, deseos y necesidades, con una forma de pensar fuertemente referida al ego (egocéntrica), al acercarse el final de los síntomas de crecimiento de la pubertad va madurando hasta que su personalidad comienza a separar progresivamente persona y objeto, a pensar y actuar de forma más objetiva y razonable.
Esto se ve claramente en un equipo de fútbol cuando se habla, en esta etapa vital, de los objetivos comunes y de las posibles vías para alcanzar el éxito. El joven se compromete más intensamente con el objetivo, y deja de tomar las correcciones y las propuestas de mejora a cargo del entrenador o de otros jugadores como un ataque personal contra él. En lugar de esto, el despertar de la confianza en sí mismo le hace pronto sentirse como un miembro reconocido de su grupo, que puede aportar sus propios pensamientos y examinar y comentar de forma crítica las ideas y propuestas de los demás.
Su forma de análisis, cercana al problema, le permite también comprender y tolerar las diferencias de rendimiento y de carácter entre sus compañeros. Aumenta la disponibilidad y también la capacidad para hablar seriamente sobre sus propios problemas y sobre los de los demás, para ver y admitir las inconveniencias de su comportamiento y para asumir su responsabilidad ante una cosa o un compañero.
Figura 2. Los jugadores quieren saber qué entrenan y porqué lo hacen.
Examen crítico
Con la capacidad para pensar y actuar de forma objetiva y razonable el joven adopta en el trascurso de la 2ª fase de desarrollo puberal una actitud crítica frente a su entorno y frente a las exigencias y actividades de éste. Ya no se da por contento con una formulación. Quiere conocer por propia experiencia las causas, las razones, examinar el contexto y preguntar sobre circunstancias colaterales. Examina la validez de las opiniones y las formas de comportamiento. Para el joven en el final de la etapa de desarrollo puberal las órdenes no son ya tareas que tiene que cumplir, como en la edad escolar, obedeciendo para asegurarse con ello el reconocimiento del entrenador. Ahora las afirmaciones enunciadas y las normas son examinadas con lupa. El joven necesita que le convenzan. Ha de formar su propio juicio. Lo que le convence produce en él un compromiso especial, tesón, constancia y una gran fuerza de voluntad, que muestran a las claras su temperamento aún juvenil.
Su capacidad de comprensión y juicio crítico le capacitan ahora para hacer valer sus propias ideas, objetivos y visión frente a un entorno crítico. Las últimas aportaciones al asentamiento y la consolidación del perfil de la propia personalidad suponen el fin de la maduración psíquica que convierte al niño en un adulto.
4. La adolescencia (etapa de la maduración; juveniles, 16-18 años de edad)
Los procesos de crecimiento se vuelven más lentos y dan paso a la maduración física.
La capacidad de rendimiento corporal alcanza el nivel del adulto, con las excepciones de la fuerza máxima y de la resistencia de velocidad.
El asentamiento y la fijación definitivos de las capacidades mentales y psíquicas dan pie a la especialización deportiva del joven.
La objetividad y la capacidad de tolerancia marcan la transición hacia la personalidad adulta y madura.
Con el concepto de adolescencia nos referimos a la época del asentamiento completo y final de todos los rasgos corporales, mentales y psíquicos de la personalidad.
La apariencia externa recuerda ya en gran medida a la del adulto. No obstante, esta fase de la maduración debe incluirse aún entre los años de desarrollo. Es en estos años de transición hacia la edad adulta cuando se completa la maduración corporal. El crecimiento de la estructura ósea y del sistema musculoligamentario suele continuar en la misma tónica de descenso progresivo de la velocidad hasta concluir la segunda década de la vida. Sólo a partir de este momento podemos hablar de una condrificación plena y de unaconsolidación de la estructura ósea.
Con la maduración plena, previa a la vida adulta, la movilidad de los procesos nerviosos sufre también una consolidación creciente. La interacción entre nervios y músculos apenas se puede mejorar a través del entrenamiento.
No obstante, durante esta época de transición el joven se sigue mostrando capaz de aprendizaje en el ámbito del comportamiento motor (coordinación). Esto puede explicarse por el marcado asentamiento de las capacidades mentales, que permiten comprender secuencias motoras más complicadas y llevarlas a la práctica en fragmentos de movimiento aislados.
Capacidad de asumir carga
Durante muchos años se han expresado dudas sobre esta capacidad de carga plena del joven en los últimos años de la juventud, previos a la maduración plena y la vida adulta. Así se explica que estos años de vida del adolescente se clasifiquen a menudo dentro del final de la 2ª fase de desarrollo puberal.
Las investigaciones de la medicina deportiva en las dos últimas décadas han mostrado claramente que el joven de 17 y 18 años puede hacer frente sin problemas a un entrenamiento de alto rendimiento, tal como lo efectúan los adultos, sin riesgos para su salud. Las dos únicas excepciones son en este punto el entrenamiento de la fuerza máxima (los huesos y músculos están aún madurando) y de la resistencia de la fuerza (reservas energéticas aún menores, que suponen pérdida de sustancia más rápida y necesidad de fases de recuperación más largas).
Especialización
Las capacidades mentales y psíquicas pasan también por su asentamiento definitivo en esta época de transformación del joven en adulto, alcanzando ya el nivel de este último. El joven jugador comienza a especializarse definitivamente, sobre la base de sus virtudes técnicas y tácticas adquiridas durante su etapa de desarrollo y de su adecuación a tareas y posiciones concretas. Hablamos pues de la adolescencia como época de la individualización deportiva.
A menudo vemos cómo jugadores aún incompletos son obligados a adoptar roles de equipo fijos y tareas vinculadas con la posición debido a mentalidades unilaterales, pendientes únicamente del éxito, y a un entrenamiento de fundamentos mal entendido. En medio de su desarrollo deportivo general su formación les convierte ya en especialistas. Con la especialización precoz se escatima a estos jóvenes jugadores un tiempo importante, y se les priva de la oportunidad