Adriana Lozano

La luz del silencio


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de alguna discapacidad auditiva. Tengo sordera profunda (cofosis) en el oído derecho, hipoacusia en el izquierdo, además de tinnitus y migraña.

      La discapacidad auditiva es un déficit total o parcial en la percepción y se evalúa por el grado de pérdida de la audición de cada oído. Las personas con esta discapacidad se clasifican como sordas, si tienen una deficiencia total profunda (llamada cofosis), y como hipoacúsicas, si su deficiencia es parcial, es decir, que tienen un resto auditivo que puede mejorar con el uso de audífonos.

      A través de este libro quiero alzar la voz para que cualquier persona que esté pasando por lo mismo, o por alguna situación similar, sepa que no está sola y que siempre existe una luz al final del túnel. En las siguientes páginas podrás conocer pedacitos de mi vida, de mi persona, de mis reflexiones y pensamientos; de los libros que me han marcado a lo largo de los años y de la forma que tengo de ver el mundo según mis vivencias, experiencias y discapacidad.

      Encontrarás puntos de vista de algunas creencias y aspectos espirituales que son importantes para mí. Si con alguno de ellos no estás de acuerdo, por favor, haz caso omiso de lo que digo. Pero si de este libro puedes obtener información que no conocías, con la que te identificas y ayuda en algo a tu vida, me sentiré eternamente satisfecha por haberlo escrito.

      El libro se divide en cinco capítulos que contienen información general que te ayudará a encontrar amor y esperanza en cualquier momento de adversidad. En las líneas de pensamiento expresadas, descubrirás algunas recomendaciones prácticas para enfrentar situaciones que obstaculizan nuestra felicidad. La premisa es que venimos a este mundo para ser felices, que estamos dotados de la inteligencia y de la voluntad necesarias para alcanzar nuestro máximo potencial y tener una vida plena. Somos los únicos que podemos decidir si queremos vivir intensamente o renunciar a ello.

      La vida está llena de momentos en los que tenemos que volar a ciegas, en donde somos como un piloto que necesita confiar en sus instrumentos. Lo mismo sucede cuando vivimos lapsos de turbulencia y neblina, y tenemos que confiar en nuestro radar espiritual para salir adelante.

Una de las cosas más afortunadas que te pueden suceder en la vida es tener una infancia feliz.Agatha Christie

      Capítulo 1

      El comienzo

      Mi nombre es Adriana Lozano García, nací un 7 de septiembre de 1977 en San Luis Potosí, México. Soy la segunda de cuatro hermanos: Alejandra, la mayor, Eduardo, el varón y Paulina, la chiquita; mi papá, Eduardo (Lalín), también es originario de San Luis Potosí y mi mamá, Bertha («güera»), de Guadalajara, Jalisco.

      Desde niña tuve sordera profunda en el oído derecho, pero buena audición en el izquierdo, lo que me hizo desenvolverme normalmente. Aunque solo escuchaba con un oído, eso no representó ningún obstáculo en mi vida. Tenía siete años cuando una maestra del colegio se dio cuenta de que no escuchaba bien. Resulta que en el salón de clase me movía de un lado a otro para estar siempre enfrente de la profesora; ella observó que cuando caminaba, yo me paraba de mi lugar y la seguía para poder entender sus instrucciones. De inmediato lo comentó con mis padres y quedaron sorprendidos: no tenían la más mínima sospecha de que tuviera algún tipo de problema auditivo. Pienso que tuve mucha suerte de que los salones de clase de mi escuela tuvieran pocos niños, pues eso contribuyó a que mi profesora pronto se diera cuenta de mi situación.

      Lamentablemente, en muchos países de Latinoamérica a los recién nacidos no les realizan pruebas auditivas y tampoco se las piden a los niños en edad escolar. Cuando era niña, el único requisito para entrar al jardín de niños o a la primaria era un examen de la vista y tener las vacunas correspondientes a la edad. Me parece increíble que, hasta el día de hoy, aún haya muchas escuelas públicas y privadas en donde el examen de la vista es el único requisito que se solicita para la inscripción, como si la audición no fuera igual de importante.

SAN LUIS POTOSÍSan Luis Potosí es un estado que está justo en el centro de la república mexicana, su capital es considerada la décima zona metropolitana más grande de México. Tiene una población superior al millón de habitantes. Una de sus muchas bellezas es el centro histórico de la capital, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas en inglés) en 2010.
Este estado también es famoso por sus atardeceres prolongados, teñidos de rosa y naranja; por su Huasteca Potosina y la belleza de sus ríos e impresionantes cascadas verdeazules; por los palacios surrealistas de Xilitla, la majestuosidad e imponencia del Sótano de las Golondrinas, los rebozos de seda de Santa María del Río y el pueblo minero de Real de Catorce.

      Con la noticia que la maestra les dio a mis padres, de inmediato me sacaron una cita con un especialista en audición en Houston, Texas, Estados Unidos; allá me realizaron una resonancia magnética, una audiometría y otros estudios médicos. Efectivamente, tenía pérdida profunda irreversible en el oído derecho. Recuerdo que mi madre y mi abuelita —que en ese momento nos acompañaba— estaban muy angustiadas por el resultado. Le preguntaron al doctor cuál era la causa, si había nacido así, si la había perdido como consecuencia de algo y si perdería también la audición del lado izquierdo.

      El doctor les respondió que no lo sabía a ciencia cierta, que lo único que tenía claro era que presentaba pérdida profunda neurosensorial permanente, y que podía ser heredada. Se trataba de un problema congénito en el caracol (cóclea) y, posiblemente, tendría algunas dificultades de aprendizaje y quizá de sociabilidad. También les explicó que la pérdida auditiva neurosensorial es un padecimiento frecuente y ocurre cuando se dañan las células ciliadas del oído interno.

      Los «cilios» son una especie de «pelitos» diminutos muy delicados que están dentro de la cóclea, y tienen una tarea muy importante: al exponerlos al sonido, estos cilios se mueven en función de la presión que ejercen las ondas sonoras dentro del líquido del oído interno, y transducen el sonido en impulsos eléctricos hacia el cerebro a través del nervio auditivo. Si se dañan, entonces no se puede transmitir eficazmente el sonido, lo que produce sordera y, en algunas circunstancias, tinnitus (silbido o zumbido en uno o ambos oídos que puede ser constante o esporádico).

CAUSAS DE LA PÉRDIDA NEUROSENSORIAL EN EL OÍDO• Pérdida progresiva de los cilios con la edad.• Exposición a ruidos fuertes.• Cierto tipo de enfermedades (paperas, meningitis, esclerosis múltiple o Ménière).• Ingesta (en dosis elevadas) de algunos fármacos como la aspirina, cisplatino o quinina; de antibióticos como la estreptomicina y la gentamicina.
• Genes (heredados).• Rubéola, toxoplasmosis, infecciones virales (citomegalovirus y herpes) durante el embarazo (conocido como la prueba TORCH).• Bajo peso al nacer, bilirrubinas altas.• Lesiones o golpes en el oído o en la cabeza.Fuente: Elaboración propia con información de «Pérdida auditiva neurosensorial» (2019).

      Ya con un diagnóstico (pérdida profunda de oído derecho) me recomendaron usar aparatos auditivos. Los probé, pero nunca los use porque me incomodaban, además, en aquella época eran muy grandes y no se escuchaba con la nitidez de ahora. Desde que mis padres se enteraron de mi situación, cada año nos llevaban —a mis hermanos y a mí— a una revisión auditiva. Alejandra y Eduardo no tuvieron ningún problema, pero cuando Paulina tenía nueve años y yo catorce, le descubrieron también sordera profunda de un oído.

      Todos los días agradezco a Dios el que me haya podido desenvolver normalmente en la vida, y que mi audición parcial no afectara mi crecimiento, por el contrario, creo que me ayudó a desarrollar algunas otras habilidades. Por ejemplo, aprendí a leer los labios, a interpretar visualmente los movimientos de la boca, las expresiones de la cara y de la lengua para poder comunicarme mejor. También me volví más sensible y empática. Siento que me conecto rápido con los sentimientos, pensamientos y emociones de otras personas, sobre todo con las que sufren o tienen alguna desventaja. Algo que también mejoró fue mi intuición: cuando conozco a una persona, más que esforzarme en escucharla, me enfoco en sus sentimientos, en su energía y eso me ha servido mucho.

      A pesar de mi situación, siempre fui una niña alegre