un buen estado de preparación y de ser capaz de resistir ante cualquier contrario.
•La capacidad del deportista para valorarse correctamente a sí mismo y al contrario, sin caer en la arrogancia ni en el miedo excesivo (cf. Colectivo de autores, 1982, 116).
Antes de empezar la competición hemos de delimitar un tiempo suficiente para preparar el inicio de la misma. El trabajo de calentamiento de los deportistas con miedo intenso, como ya hemos mencionado, se ha de efectuar de forma más tranquila que el del “atleta normal” y el de los deportistas apáticos, de forma más intensa (cf. también Martens y cols., 1990).
Existe un estado de excitación óptimo para cada deportista. Dicho estado se ha de buscar de forma individual, dependiendo de la estructura de la personalidad (seguro/inseguro de sí mismo; muy motivado/apático; seguro de la victoria/temeroso, etc.).
La evaluación de la competición
Todo resultado de una competición se debe evaluar entre 1 y 2 días después de ésta, esto es, con una cierta distancia y de la forma menos emocional posible.
Importante: todo análisis de una competición –con independencia del éxito obtenidotiene que llevar a una actitud óptima ante el entrenamiento.
Los buenos resultados en competición confirman al deportista la validez del entrenamiento efectuado y le motivan para continuar el camino recorrido con éxito.
Los malos resultados piden un análisis minucioso de sus causas.
Sólo quien reconoce sus errores y aprende de ellos consigue, sacando las conclusiones correspondientes, mejorar la capacidad de rendimiento deportivo personal.
En el proceso de entrenamiento a largo plazo se debe capacitar gradualmente al deportista para el análisis autónomo de su rendimiento en competición y para sacar de dicho análisis las conclusiones necesarias.
9 Fundamentos fisiológicos y deportivo-biológicos para la mejora de la capacidad de rendimiento a través del entrenamiento
La capacidad de rendimiento deportivo se manifiesta en la práctica de secuencias motoras específicas de la modalidad. El entrenamiento debe mejorar, con una carga específica, la calidad –aspecto coordinativo– y la cantidad –aspecto energético– de los movimientos deportivos.
La capacidad de rendimiento motor, incluyendo el proceso de aprendizaje motor, se basa en la aptitud funcional de los sistemas neuromuscular (coordinación y regulación motoras) y energético (aporte, liberación y resíntesis de energía para la realización del trabajo mecánico). Ambos sistemas están estrechamente vinculados entre sí.
Las modalidades en las que predomina la coordinación están estrechamente vinculadas a los sistemas nerviosos centrales que reciben, procesan y almacenan información; las que dan prioridad al aspecto energético (p. ej., todas las modalidades de resistencia) están vinculadas sobre todo a los sistemas de aporte y evacuación de sustrato (v. pág. 144).
Entrenamiento como proceso de adaptación
Desde los puntos de vista de la biología del deporte y de la fisiología del rendimiento –puntos de vista de una importancia fundamental-, el entrenamiento se debe concebir como un efecto de adaptación constante a la carga. Los estímulos de entrenamiento, en tanto que trastornos de la homeostasis (Jakovlev, 1972, 367) (entendiendo por homeostasis el mantenimiento del estado bioquímico del medio interno del organismo), son la causa de las alteraciones (por adaptación) de los sistemas sometidos a desgaste.
La figura 28 muestra el trastorno de la homeostasis provocado por la actividad corporal y el consiguiente intento del organismo de compensarlo y de adaptarse a la carga.
Para la mejora de la capacidad de rendimiento deportivo, los fenómenos de adaptación específicos e inespecíficos desempeñan un papel importante. Las adaptaciones específicas se refieren a sistemas de actuación inmediata, en nuestro caso a los sistemas neuromuscular-coordinativo y energético mecánico; las inespecíficas tienen que ver con los mecanismos auxiliares que participan de forma indirecta (p. ej., los sistemas de aporte y distribución antes mencionados).
Los estímulos específicos producen reacciones de adaptación específicas.
Dependiendo del tipo de rendimiento deportivo-motor se consiguen efectos de adaptación característicos en el ámbito de las capacidades neuromusculares (coordinativas) y energéticas (de condición física). Las mejoras del rendimiento coordinativo se desarrollan con mayor rapidez y en momentos más tempranos que las del rendimiento físico.
El hecho tiene importancia sobre todo para el entrenamiento de niños y jóvenes.
Dentro de las capacidades de condición física se encuentran diferentes potenciales de desarrollo. El entrenamiento incrementa la velocidad sólo en un grado relativamente escaso –el adulto no entrenado puede incrementar su velocidad en un 15-20 % aproximadamente–, pero puede potenciar la fuerza y la resistencia en un grado incomparablemente mayor (hasta un 100 %) (cf. Hollmann/Hettinger, 1980, 288; Worobjeva/Worobjev, 1978, 146; Alexe, 1973, 15).
El desarrollo del nivel de adaptación (estado de entrenamiento) se produce con gran rapidez al inicio del entrenamiento, volviéndose después cada vez más lento y difícil (fig. 29).
Figura 28. La actividad física provoca un trastorno de la homeostasis en el organismo. Éste se adapta a la carga e intenta encontrar un equilibrio nuevo con ayuda del sistema nervioso y los órganos endocrinos.
A = Sistema nervioso autónomo (vegetativo).
L = Motoneurona (de Ahonen y cols., 1994, 62).
Como causa de este recorrido de la curva se señala el grado de modificación en el trastorno de la homeostasis. Debido a la mejora del estado de entrenamiento, las cargas aplicadas producen trastornos cada vez menores del equilibrio bioquímico y, por tanto, efectos de adaptación cada vez más escasos; esto es, el estado de entrenamiento no modifica la reacción de respuesta del organismo ante un estímulo de entrenamiento dado. Sólo la incorporación de factores adicionales (organización específica de la carga; cambio de medios de entrenamiento, del volumen o la intensidad, etc.) permite nuevos procesos de adaptación. Así pues, las cargas de entrenamiento unilaterales producen un estancamiento rápido del ascenso del rendimiento (v. pág. 531; cf. Worobjeva/Worobjev, 1978, 147).
Para entender el efecto del entrenamiento sobre los sistemas neuromuscular y energético en capítulos posteriores de este libro, intentaremos exponer los fundamentos anatomo-fisiológicos de ambos sistemas con la máxima brevedad. Nos centraremos primero en el marco estructural y funcional de la célula, más concretamente de la célula muscular, desde el punto de vista del metabolismo celular (muscular), muy importante para la comprensión de los métodos de entrenamiento que posteriormente se detallarán. A continuación expondremos el funcionamiento de la interacción neuromuscular y los mecanismos de regulación motora.
Desde el punto de vista energético, todo estímulo de carga incide primordialmente sobre la célula, en nuestro caso sobre la célula muscular; desde esta perspectiva simplificada, la circulación es sólo un mecanismo auxiliar, que satisface las necesidades del metabolismo celular en el sentido del aporte de oxígeno y de sustrato y de eliminación de productos intermedios y finales del metabolismo.
Figura 29. Curva del desarrollo del estado de entrenamiento.