g. wells
La máquina del tiempo (1895)
buenos días, buenas tardes, buenas noches, como dice el Viajero del Tiempo cuando su máquina se pone temperamental y no le pregunta a dónde (o cuándo) quiere irse.
En el lugar y tiempo en que aparece, toda la gente lo mira con desconcierto, parpadea, y cuando oye las palabras tal vez parpadea de nuevo si no le entiende (el Viajero del Tiempo no sabe todos los idiomas de todas las épocas).
Y tal vez el Viajero del Tiempo se arrepiente de haber llegado allí y desaparece, y da la impresión de haberse ido en otro parpadeo, en el instante en que nadie lo veía.
¿Pero quién es el Viajero del Tiempo?
El Viajero del Tiempo extiende la mano y atrapa la primera gota de la lluvia. Todas las demás impiden que el mundo se entere de la hazaña.
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El Viajero del Tiempo soñaba un flashforward: en él se despertaba, viajaba hacia atrás en el tiempo, se dormía y soñaba un flashforward.
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Un pasaporte del Viajero del Tiempo lo acredita como ciudadano de un país que todavía no existe y nadie, nadie recordará cuando desaparezca.
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El Viajero del Tiempo usa una máquina propulsada por horas perdidas, ignoradas, malgastadas. Se alegra: tendrá energía para siempre.
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El Viajero del Tiempo te saluda, se va diez años, decide verte otra vez, regresa segundos antes de la primera. “Déjà vu”, pensarás. O piensas.
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El Viajero del Tiempo, quien puede pasarse un año entero en un solo segundo, tiene el secreto para no envejecer.
No, no lo dice. Ni lo vende.
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El Viajero del Tiempo fue a 1888 y vio la cara de Jack el Destripador.
—Era la de todos a la vez, como dicen que era el rostro de Adán —gritó.
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El Viajero del Tiempo ha visto varias películas (de eras diversas) que tratan de tu vida. Y ahora ansía conocerte para saber toda la verdad.
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Fastidiado, luego de seis horas de ruido en el cuarto contiguo, el Viajero del Tiempo retrocedió seis horas, pasó al otro cuarto, lo halló vacío y entendió lo que había hecho, o más bien lo que ahora tenía que hacer.
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—¿Qué sentido tiene este juego si no se matan entre ellos? —dijo el gladiador al Viajero del Tiempo mientras veían el partido de futbol.
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El Viajero del Tiempo manda decir que sí, recuerda el futuro, pero no es psíquico: no sabe a quién estás por conocer ni cómo te hará feliz.
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El Viajero del Tiempo escribe este texto para que lo lean en el siglo 490 156 673/498+, en el que cada una de sus palabras significa otra cosa.
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(a)
El Viajero del Tiempo me lleva con un amigo que murió en 2003. Este, al verme, se preocupa:
—Parece que hubieras envejecido de golpe —dice.
(b)
El Viajero del Tiempo viene con un amigo al que vi ayer y ahora parece diez años mayor. Entiendo de inmediato.
—¿Por qué vienes hoy? —pregunto, de todos modos.
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El Viajero del Tiempo retrocede despacio, muy despacio, para ver a Michael Jackson caminar hacia adelante.
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El Viajero del Tiempo detuvo su máquina. Por un largo instante que nadie más percibió no hubo una sola muerte en toda la Tierra.
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El Viajero del Tiempo llega al año 1000 8000. Le dicen que es el MilOchoMil. Se sorprende. Le dicen que el siguiente será el año Tururú.
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La biblioteca del Viajero del Tiempo guarda libros olvidados, perdidos, para siempre inéditos. Ningún colega escritor ha querido visitarla.
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El Viajero del Tiempo regresó muchas veces al mismo instante. Comprobó que miles de personas pueden tener a la vez la misma idea original.
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Franz Kafka volvió 9 753 veces a ver el mismo trámite burocrático.
—Gracias —dijo al Viajero del Tiempo. Poco a poco iba entendiendo qué papeles hacían falta y cómo tratar con el encargado de la ventanilla.
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El Viajero del Tiempo apareció, le dijo a William Blake que no, que no estaba loco, y desapareció.
Sacudido, Blake esperó a que apareciera su Ángel, para contarle la visión que acababa de tener.
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El Viajero del Tiempo retrocede muchos años: el cadáver sin nombre en el antiguo cementerio resulta ser una niña que juega feliz y no cree en la muerte.
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El Viajero del Tiempo te puede llevar varias horas después de este momento, sí; pero no tomará tu lugar en la junta aburrida ni te hará un resumen de la clase.
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El Viajero del Tiempo llevó a Carlota de Bélgica, anciana y loca, a unas horas de su Imperio brevísimo de México en el siglo anterior. Ella no se dio cuenta.
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El Viajero del Tiempo llevó a Platón a un cine a ver Matrix. Platón se fascinó con las luces que se apagaban en el recinto cavernoso.
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El Viajero del Tiempo mira el instante previo a que el Buda en la montaña sea destruido a cañonazos.
Es un instante sólido, como de piedra.
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—Olvidé que hoy era miércoles —le dije al Viajero del Tiempo. Me consoló: en el siglo 44 444 usan semanas de 1 001 días, todos con nombres aleatorios.
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Freud oye del Viajero del Tiempo la historia futura del psicoanálisis. Pasmo. Horror. Luego, aceptación.
—Creo que me siento mejor —dice al fin—. Esto fue como años de terapia.
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El Viajero del Tiempo lee, en una revista olvidada de no sabe qué siglo, el primer y último artículo de alguien. Su tema es la eternidad.
El segundo preciso
Cuando el Viajero del Tiempo alcanzó por fin el segundo preciso, la tortuga estaba medio segundo adelante. Etcétera.
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Cuando el Viajero del Tiempo alcanzó por fin el segundo preciso, resultó que los dodos podían morir a voluntad y el último estaba deprimido.
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