Alberto Chimal

La saga del viajero del tiempo


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Tiempo alcanzó por fin el segundo preciso, resultó que mi padre y mi madre habían cerrado con llave la puerta de la habitación.

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      Cuando el Viajero del Tiempo alcanzó por fin el segundo preciso, el segundo hizo bang y se abrió revelando el espacio entero.

      Qué cosa.

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      Cuando el Viajero del Tiempo alcanzó por fin el segundo preciso, decidió que le gustaba la maravilla, no intentó detenerse a sí mismo y se vio partir por primera vez.

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      el Viajero del Tiempo

      Si usted tuvo hoy una decepción, el Viajero del Tiempo puede darle una lista de todas las que aún le faltan.

      —A veces ayuda —dice.

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      El Viajero del Tiempo va a la infancia del funcionario que, en un futuro distópico y no tan remoto, prohibirá los viajes en el tiempo. Lo observa jugar con su pelota. Suspira.

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      El Viajero del Tiempo miró (en cierta época de pobreza) el trozo de queso, duro y seco. Viajó hacia atrás una semana y el queso no solo estaba fresco sino entero. Se lo comió todo. Entonces comprendió su error.

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      El Viajero del Tiempo muestra a Georges Méliès que allá lejos, en la vastedad sin límites del cosmos, todo se ve exactamente como en sus películas.

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      El Viajero del Tiempo supo de un par de malos políticos de hoy cuando estaba en el futuro: allá, la historia de ambos, hermoseada, se enseña y aprende con fervor.

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      El rey de Britania, allá por el siglo v, cuando el Viajero del Tiempo le contó las numerosas aventuras que se le atribuían, dijo:

      —¿Qué clase de nombre es Arturo?

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      El Viajero del Tiempo dice a Ray Bradbury:

      —Cuando pisas a un dinosaurio, más bien muerde. ¿No sería mejor si el personaje de tu cuento pisa un insecto?

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      El Viajero del Tiempo ha conocido varias culturas cuyos idiomas solo permitían decir cosas importantes.

      —Todas se acaban rapidísimo —explica.

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      —Ya sé —dijo Rimbaud al Viajero del Tiempo—, a los cuarenta años seré una piltrafa.

      —No serás una piltrafa a los cuarenta —dijo el Viajero, y el chico (felizmente) no pidió más explicaciones.

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      El Viajero del Tiempo cuenta la leyenda del Prisionero del Segundo, atorado en un instante oscuro de una madrugada de 1903 por desobedecer a sus padres.

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      El Viajero del Tiempo bebe agua que lloverá dentro de unas horas. Se estremece: siente en la boca la altura y el vértigo y la caída.

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      Cada tanto, alguien pide al Viajero del Tiempo que le ahorre trámites y lo lleve directo al instante de entrar con su chica (o chico) en el hotel.

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      El Viajero del Tiempo pasó muchos días de desazón tras ir a visitar a Juana de Arco y verla gritar, ponerse de rodillas, alabarlo.

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      El Viajero del Tiempo mira las bombas caer en Dresde y no piensa en la novela Matadero cinco, de Kurt Vonnegut, que trata del tiempo y de Dresde. Piensa en los muertos.

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      El Viajero del Tiempo va a su momento favorito del concierto masivo: ese beso en un extremo del estadio, de espaldas a la banda estrella.

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      Me quedé dormido. Cuando abrí los ojos el coche en que iba ya estaba en otro sitio. Brevísimamente fui el Viajero del Tiempo.

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      El Viajero del Tiempo ve caer los muros de Troya desde adentro y afuera a la vez. El fulgor de la guerra lo deslumbra: casi se mata a sí mismo a flechazos.

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      En el escenario, el actor que interpreta a Hamlet da la función de su vida: sostiene su propio cráneo, traído por el Viajero del Tiempo de no quiere decir qué fecha.

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      “Deténme”, pedía la carta del suicida al Viajero del Tiempo.

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      El Viajero del Tiempo regresa a ayudarse a sí mismo a descifrar, años antes, el manual con el que llegó la máquina del tiempo.

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      Según el Viajero del Tiempo, en el siglo 17 332 podremos solicitar un remake de nuestras vidas cada año. Pero los derechos seguirán siendo todos de la Disney.

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      En la estación de trenes, el Viajero del Tiempo pasó dos horas dando indicaciones equivocadas a Juan José Arreola, quien tenía tanta prisa.

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      El latinista se quejó con el Viajero del Tiempo: ¿para qué caracteres lo había traído a la Roma Imperial, donde todos hablan latín y él, en vez de un académico prestigioso, no era más que un cualquiera?

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      El Viajero del Tiempo colecciona demostraciones de imposibilidad. Por ejemplo, las del vuelo de los abejorros, la felicidad o el viaje por el tiempo.

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      En la pesadilla, el Viajero del Tiempo solo podía trasladarse a las mismas dos horas de aquel examen de sexto de primaria.

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      —Ni la entiendo ni me gusta —dice Giuseppe Garibaldi de la música de mariachi en la plaza Garibaldi. (Errores del Viajero del Tiempo.)

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      El Viajero del Tiempo no entendió bien (por haberlo leído en español) y fue a ver si Descartes realmente pensaba primero y existía después.

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      El Viajero del Tiempo compra en el siglo 99 una retrotele, para ver cualquier momento de su pasado. La prende y ve su partida del siglo 100.

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      El Viajero del Tiempo puso su máquina en punto muerto y Duchamp miró, desde el interior, cómo su modelo bajaba las escaleras.

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      Un siglo antes, al Viajero del Tiempo lo barrió otra ola, que lo saludó con su voz de agua.

      —Ya habías estado aquí dentro de un siglo —le dijo.

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      El Viajero del Tiempo va al Paleolítico a ver a mi más remoto antepasado, al que llaman profeta por contar historias del Viajero del Tiempo.

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