Susan Mallery

E-Pack HQN Susan Mallery 3


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hacerlo? —le preguntó a su madre.

      —Totalmente.

      —Pues entonces lo haremos —respiró hondo—. Llamaré a Josh para ir a ver lo antes posible el local al que le había echado el ojo. Una vez sepamos si es el lugar adecuado, podremos seguir adelante con esto.

      Se levantó y su madre hizo lo mismo. Se miraron.

      —¡De verdad vamos a hacerlo! —dijo riéndose.

      —¡Sí!

      Se abrazaron y empezaron a dar saltos. Lillie apareció en las escaleras.

      —¿Qué pasa?

      —Vamos a abrir la cafetería —dijo Patience alargando el brazo para que su hija se uniera a ellas.

      —¿En serio? ¿Vas a llamarlo el Brew-haha?

      —¡Sí!

      —¿Y puedo ayudar?

      —¡Sí!

      Se abrazaron, saltaron, gritaron y bailaron. Y cuando estaban agotadas, pero seguían sonriendo, Ava les indicó que la siguieran.

      —Esto se merece un helado. Vamos a por unos helados con chocolate caliente.

      Patience se rio.

      —Siempre he admirado tu estilo, mamá.

      —¿Justice?

      Se giró al oír su nombre. Patience estaba al otro lado de la calle saludándolo.

      Verla, ver esos vaqueros ciñéndose a sus curvas, esa camiseta de un gato con un martini en una pezuña, y esa melena larga y ondulada sacudiéndose con el viento hizo que un cosquilleo le recorriera el estómago. Y un poco más abajo. Su sonrisa lo hizo sonreír y su entusiasmo lo alcanzó.

      En los quince años que llevaban separados nunca la había olvidado, ni siquiera a pesar de haberse preguntado si estaba recordando más de lo que había existido en realidad. Y ahora que la veía prácticamente bailando en la acera, mientras él cruzaba para acercarse, supo que había pasado por alto el detalle principal: que en la vida real, Patience era mucho más apasionante que en cualquiera de sus recuerdos.

      —¿Sabes qué? —le preguntó cuando él llegó a su lado. Lo agarró del brazo y literalmente empezó a saltar—. ¡Adivina! ¡Adivina! —le agarraba con fuerza los bíceps y sonreía—. Jamás lo adivinarías, así que te lo voy a decir.

      Sus ojos marrones resplandecían de emoción y tenía la piel sonrojada. Parecía alguien a quien acababa de tocarle la lotería... o a quien habían besado apasionadamente. De pronto, se vio deseando lo primero y pensando que, si era lo último, tendría que hablar muy seriamente con alguien.

      —¡Mi tía abuela Becky ha muerto!

      —¿Y eso es bueno?

      —Oh —dejó de saltar—. Tienes razón. Está claro que no me alegro de su muerte. Al parecer, vivió una vida larga y muy feliz.

      —¿No la conocías?

      —La conocí cuando tenía cuatro años. No la recuerdo, pero al parecer la quería mucho. Y ella a mí también y era una mujer tremendamente generosa —se detuvo expectante—. ¡Me ha dejado cien mil dólares!

      Él sonrió.

      —¿Así que de eso se trata?

      Ella empezó a saltar de nuevo.

      —¿Te lo puedes creer? ¡Cien mil dólares! Es mucho dinero. Mi madre y yo estuvimos hablando anoche. Puedo saldar la hipoteca y reservar dinero para la universidad de Lillie.

      Se inclinó hacia él y su aroma a vainilla y a flores lo alcanzó.

      —Soy peluquera. Adoro a mis clientes, pero hay tipos que me dan cincuenta centavos de propina. Así me era imposible ahorrar para los estudios de Lillie. A mi madre le va bien como programadora de software, pero su seguro médico es muy caro y no cubre algunos de sus medicamentos. Me ayuda, pero también tiene que mantenerse. Este dinero supone seguridad para las tres. Jamás pensé que pudiera llegar a tenerlo.

      Le soltó el brazo y dio una vuelta sobre sí misma.

      —¿Y sabes lo mejor?

      Él sacudió la cabeza, agradecido de no tener que hablar porque, teniendo a Patience bailando a su alrededor, su cerebro no funcionaba bien y otras partes de su cuerpo estaban empezando a tomar el control. El deseo comenzó a palpitar al ritmo de su corazón, y de no haber estado en un lugar público en mitad de Fool’s Gold, la habría tomado en sus brazos y la habría besado. Después... habría hecho mucho más.

      —Me va a quedar dinero.

      Él tardó un segundo en seguir la conversación.

      —¿De la herencia?

      Patience asintió enérgicamente.

      —Mira.

      Señaló al otro lado de la calle donde se veía un escaparate de un local vacío.

      —¿No es perfecto?

      El edificio no era demasiado especial; una puerta, ventanas y espacio dentro, pero sabía que esa no era la cuestión. Para Patience era su sueño.

      Él también iba a abrir un negocio porque le parecía que era el siguiente paso que debía dar; sin embargo, por mucho que pensara que iba a tener éxito y por mucho que fuera a disfrutar con ese trabajo, no era ningún sueño. No se permitía soñar.

      —Es perfecto —le respondió, disfrutando de ver cómo ella contemplaba el local como si se tratara de algo mágico.

      —Sé exactamente cómo va a quedar. Ya tengo mi plan de negocio diseñado. Me he esforzado mucho por prepararlo todo y por ahorrar, pero lo cierto es que nunca pensé que fuera a tener la oportunidad.

      Él alargó el brazo y le apretó la mano.

      —Me alegro muchísimo por ti. Felicidades.

      —Gracias —respondió ella entrelazando sus dedos—. Ven conmigo. He quedado con Eddie ahora mismo. Va a dejarme pasar para que pueda ver el local por dentro.

      Sus resplandecientes ojos marrones lo animaron a asentir.

      —Claro.

      Patience respiró hondo y se acercó.

      —Intentaré controlarme para no soltar los típicos grititos agudos de chica. Vivo con una niña de diez años y sé lo estridentes que pueden resultar.

      —Puedes chillar todo lo que quieras. Esto es algo emocionante.

      —Lo sé.

      Le agarró la mano con las dos suyas, pero Justice ni se inmutó, al suponer que si le decía algo, ella se apartaría avergonzada, y eso era lo último que él quería. Su entusiasmo le recordaba que en el mundo aún quedaba mucha alegría y esa era una lección que necesitaba.

      Patience iba tirando de él mientras cruzaban la calle.

      —Está claro que la ubicación es fabulosa —le dijo prácticamente vibrando de entusiasmo—. Mira. Estamos justo al otro lado del parque y en la zona por donde pasan los desfiles cuando hay fiestas, lo que significa que estamos accesibles para los turistas y para los locales. Me encantaría estar cerca de la librería de Morgan, pero está justo al otro lado de la esquina de ya sabes dónde.

      —¿Ya sabes dónde?

      Patience miró a su alrededor como asegurándose de que no había nadie cerca que pudiera oír su conversación.

      —La otra cafetería —susurró—. Los quiero y me siento un poco culpable por lo que estoy a punto de hacer.

      —La otra cafetería... ¿Te refieres al Starbucks?

      —Shhh —dijo agitando la mano que tenía libre—. No lo digas.

      —¿Por