Susan Mallery

E-Pack HQN Susan Mallery 3


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respirar. ¡Qué patético!

      —La nieve se está derritiendo —dijo Justice señalando hacia las montañas al este del pueblo.

      Patience alzó la mirada y asintió.

      —Está subiendo la temperatura.

      «¿Está subiendo la temperatura?». Contuvo un gruñido. ¿Pero por qué tenía que parecer tan estúpida? ¿Por qué tenía que estar tan nerviosa? Estaba con Justice, su mejor amigo desde que él se había mudado a Fool’s Gold a comienzos de octubre del año anterior. Se habían conocido en la cafetería del instituto cuando ambos habían ido a echar mano de la última magdalena. Él le había dejado quedársela y ella se había ofrecido a compartirla, suponiendo que, al ser mayor, se negaría, pero al contrario, Justice le había sonreído y así se habían convertido en grandes amigos.

      Lo conocía. Salían juntos después de clase, echaban partidas de vídeo juegos e iban al cine. Se divertían. Era fácil estar con él, o lo había sido hasta hacía unas semanas, cuando de pronto lo había mirado a esos ojos de un azul intenso y había sentido algo que no había experimentado jamás.

      Su madre le había asegurado que era normal. Patience tenía catorce años y Justice dieciséis, de modo que no era muy probable que siguieran siendo amigos para siempre. Sin embargo, Patience no estaba segura de que le gustara ese cambio. Antes no había tenido que pensar en todo lo que decía ni preocuparse por qué ropa se ponía o por cómo le había quedado el pelo, y ahora siempre le estaba dando vueltas a todo y eso complicaba mucho las cosas cuando quedaba con él.

      Después de dos meses de pensarse mucho cada palabra que decía y cada cosa que hacía, se había cansado. ¡Iba a contarle la verdad a Justice! Iba a decirle que le gustaba, que quería ser algo más que su mejor amiga. Y si él le correspondía, pues entonces... no sabía qué pasaría, pero estaba segura de que sería maravilloso. Y si Justice no sentía lo mismo, entonces probablemente su corazón roto la mataría.

      Paseaban por una tranquila calle residencial de Fool’s Gold. El pequeño pueblo estaba ubicado al pie de las montañas de Sierra Nevada. Ahora que la primavera estaba dejando de lado al invierno había capullos en los árboles y los primeros narcisos y tulipanes de la temporada se mecían con la brisa de la tarde. Y nada de eso tenía que ver con el hecho de que estuviera seriamente asustada. Porque mientras que hablar sobre morir por un corazón roto era muy de Orgullo y prejuicio, el libro y la película favoritos de su madre, podía ser doloroso y algo asqueroso.

      Pero tenía que averiguarlo. Tenía que dejar de preguntárselo. Tenía que decírselo y acabar de una vez con el asunto. En dos semanas se celebraría un baile en el instituto y quería ir con Justice.

      Estaba segura de que a él no le gustaba nadie porque, aunque era dos años mayor, no salía con ninguna chica y siempre almorzaban juntos. Por otro lado, tampoco podía decirse que hubiera intentado besarla ni nada por el estilo. Ella no estaba segura de qué pensar sobre el tema de los besos, pero sabía que si algún chico tenía que besarla quería que ese chico fuera Justice. Oh, ¿por qué le dolía tanto el estómago?

      —¿Patience?

      Ella se sobresaltó.

      —¿Qué?

      —¿Estás bien?

      Patience se detuvo y se llevó los libros contra el pecho.

      —Muy bien. ¿Por qué lo preguntas?

      —Estás muy callada. ¿Pasa algo?

      «Qué ojos más bonitos tiene», pensó. Azules oscuros, oscuros, y con unas arruguitas que le salían alrededor cuando se reía, lo cual no sucedía muy a menudo. Por otro lado, tenía una sonrisa preciosa. Era demasiado delgado, como si hubiera crecido demasiado deprisa, pero también era muy mono. Y muy dulce con ella.

      —Justice, tengo que preguntarte algo.

      Él asintió y esperó. La miró.

      —Claro, dime.

      Patience abrió la boca y la cerró al instante. Se quedó sin palabras al perderse en el miedo, en el pánico y...

      —¡Ey, Justice!

      Ambos se giraron y vieron a Ford Hendrix cruzando la calle hacia ellos. Tanto aliviada como frustrada por la interrupción, soltó el aire que había estado conteniendo.

      Ford tenía cinco hermanos. Era moreno y con los ojos oscuros. Todas las chicas decían que estaba como un tren, pero ella solo tenía ojos para Justice.

      —¿Te puedes creer lo de ese examen de Historia? —preguntó Ford. Justice y él eran de la misma edad y tenían muchas clases juntos—. Hola, Patience.

      —Hola.

      Y así, juntos los tres, echaron a andar hacia casa. ¡Había perdido la oportunidad!

      —Tío, ¿por qué tenemos que saber esas cosas? La Primera Guerra Mundial pasó hace cientos de años o así. Esa pregunta de la redacción...

      —Ha sido brutal —terminó Justice por él.

      Patience lo miró y vio que estaba observándola como preguntándose qué le pasaba. Tragó saliva al darse cuenta de que él podría preguntarle de qué había querido hablar, pero estaba claro que no podía decir nada delante de Ford. No, por muy majo que fuera ese chico.

      —Yo... eh... tengo que irme a casa. Voy a atajar por aquí. Hasta mañana.

      —Patience, espera.

      Pero lo ignoró y salió corriendo metiéndose por detrás de una casa y cruzando el patio trasero.

      A la mañana siguiente, Patience estaba decidida a no esperar ni un segundo más para contarle la verdad a Justice. Había pasado una noche terrible dando vueltas y con náuseas y no podía seguir así. Sería valiente. Sería sincera. Y si las cosas salían muy mal, estaba segura de que su madre la ayudaría.

      Como cada mañana desde hacía meses, salió de su casa para ir hacia la de Justice. Él vivía un par de manzanas más cerca del pueblo, así que le pillaba de paso. Al bajar por la acera, vio la pequeña casa de dos dormitorios que compartía con su tío. Normalmente cuando llegaba, Justice ya estaba esperándola sentado en los escalones del porche, pero esa mañana no estaba ahí.

      ¿Lo sabría? ¿Se habría imaginado qué iba a decirle? ¿Estaría molesto? ¿La consideraba una pirada y estaba tan avergonzado que no quería ni hablar con ella?

      Subió los escalones movida por el nerviosismo. Si era algo malo, quería oírlo rápido; él debería decirle la verdad para no darle esperanzas. Después se le partiría el corazón y con el tiempo se recuperaría y...

      Se detuvo en el porche al darse cuenta de que la puerta estaba parcialmente abierta, como si alguien se hubiera marchado apresuradamente. Frunció el ceño y dio un paso adelante.

      —¿Justice? ¿Estás bien?

      Llamó una vez y la puerta se abrió.

      Había estado en esa casa montones de veces. Había un salón con un diminuto comedor y una cocina al otro lado. Tenía dos dormitorios y un baño al fondo. Recordaba que había un sofá, un par de sillas y una mesita de café.

      Pero allí ya no quedaba nada de eso. El salón estaba vacío, igual que el comedor. No había nada. Ni un cojín, ni una caja o un trozo de papel. Era como si allí nunca hubiera vivido nadie.

      Lentamente recorrió la casa y su fuerte respiración fue lo único que se oyó en el silencio del lugar. No lo entendía. ¿Cómo podía haber desaparecido todo?

      La cocina estaba tan vacía como el resto. Los armarios estaban abiertos y los estantes vacíos, igual que la pila y los cajones. En el dormitorio de Justice no había ni rastro de que hubiera estado allí alguna vez.

      Volvió al salón y parpadeó para librarse de las repentinas lágrimas que la asaltaron. Dio una vuelta sobre sí misma cada vez más asustada.

      No