Javier Darío Restrepo

Retrato hablado


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inadvertidamente algunos desastres [técnicos]… Seguramente, todos los entrevistadores del mundo pueden contar alguna anécdota parecida. Yo también.

      Por eso conviene tomar notas mientras desarrollamos la entrevista. Al personaje le sorprenderá, y tal vez nos pregunte por qué hacemos algo tan raro, si ya disponemos de la grabación. Bastará con responderle que los buenos trapecistas también trabajan con red.

      En caso de usar la grabadora habrá que tomar en cuenta algunos puntos que se presentan en el siguiente apartado.

      Segunda etapa. La realización

      Yo diría que, si no se quieren, al menos deben tener una mínima disposición a dialogar. Incluso en los casos en que la entrevista será ríspida. Si un boxeador no quiere pelear, no hay pelea. Si el ajedrecista rehúye el tablero, no hay juego.

      Nunca está de más recordar al entrevistado quiénes somos y a qué vamos. Nosotros lo tenemos muy presente, decidimos con antelación el tono del diálogo y hasta nos imaginamos las respuestas, pero no necesariamente ocurre lo mismo con nuestro interlocutor. Ayuda recordarle qué tipo de entrevista será y confirmar los acuerdos previos. Agradecer el tiempo y la disposición no es sólo un asunto de buenas costumbres sino que contribuye a establecer un buen ambiente. No se trata de adular a la persona ni de hacerse su amiga, sino simplemente de generar las condiciones de una mínima cordialidad que permita el encuentro.

      Analizar el lugar

      Es importante analizar el lugar, especialmente cuando estamos en el terreno del entrevistado. Su casa, su oficina, su jardín o su celda tienen detalles significativos que nos hablan de la persona y que luego podrán dar viveza al texto. Pero la revisión del espacio tiene también una función práctica, y es la de procurar las mejores condiciones para realizar bien nuestro trabajo.

      En el momento de la entrevista, el reportero tiene que escribir, en muchas ocasiones también graba, lleva su cuestionario y probablemente otros documentos. Maniobrar con todos esos elementos sumido en un sillón en el que las rodillas quedan casi al nivel de las orejas puede ser muy cómodo en una relajada charla de amigos, pero dificulta mucho el trabajo. Nos faltan manos para apoyar la libreta, escribir, sostener la grabadora y revisar los documentos.

      Por eso, cuando sea posible, podremos pedir al entrevistado trasladar el diálogo a un mejor lugar como la mesa del comedor o el escritorio de la oficina. Si vamos a grabar tenemos que estar atentos a los sonidos ambientales. Las grabadoras no hacen la discriminación de sonidos que sí realizamos los humanos. Los nuevos dispositivos electrónicos suelen interferir unos con otros, tendremos que asegurarnos de que esto no ocurra. El ruido que en el momento es imperceptible, en la grabadora se amplifica de modo que escuchar la grabación resulta una pesadilla. Peor todavía cuando sobre la cifra que nos da el entrevistado y que no anotamos con claridad, se superpone el ladrido de un perro o el timbre del teléfono. (Recordemos la máxima: si algo puede salir mal, saldrá mal.) La música, el aire acondicionado, los ventiladores, la fuente, los perros, la televisión y los niños que juegan o lloran, son algunos de los sonidos ambientales a los que habrá que estar atentos. En algunos casos podemos suprimirlos solicitando educadamente a la persona que suspenda momentáneamente alguna sinfonía, más complicado resulta cuando se trata de su mascota o su familia. Si no es posible callar a la concurrencia, lo que sí podemos hacer es estar más atentos a las anotaciones que hagamos y a corroborar en el momento los datos más relevantes. Obviamente en el caso de entrevistas para medios electrónicos el buen sonido es imprescindible, por lo que no podremos comenzar la entrevista hasta asegurarnos de que contamos con las condiciones adecuadas para hacer registro nítido de la voz del entrevistado y, en su caso, también de la imagen.

      Los primeros momentos

      Antes de lanzar la primera pregunta es conveniente entablar una conversación breve y trivial que ayude a “romper el hielo” y favorezca la creación de un ambiente más relajado.

      Al comienzo de la entrevista suele haber nerviosismo en alguno de los actores o en ambos. A veces mucho, a veces muy poco. Los dos tienen que perder. El periodista está expuesto al fracaso de la entrevista, porque el encuentro es la materia prima de su trabajo y si sale mal, saldrá mal su texto, o no saldrá. Y el entrevistado también está nervioso porque pone su ser y su quehacer en manos del periodista. Si el reportero no es bueno, no podrá comprender el sentido de las respuestas, no las jerarquizará adecuadamente, no podrá discriminar tonos, ni editará correctamente. Podrá incluso, con intención o sin ella, tergiversar la conversación. En lugar de delinear un retrato de la persona, el entrevistador hará una caricatura de ella o, peor aún, la deformará de tal manera que quedará irreconocible. En la entrevista ambos actores exhibirán ante los lectores lo mejor y/o lo peor de sí mismos.

      Los nervios aumentan cuando la entrevista será grabada en video y entonces el lugar se convierte casi en un estudio de televisión. Las luces, los micrófonos y un grupo de personas que se mueve alrededor de los entrevistados propician que aumente la tensión y el diálogo pierda naturalidad. En el caso de las entrevistas trasmitidas en directo, la situación se vuelve todavía más compleja porque no hay posibilidad de editar, y lo dicho, dicho está.

      Calma y tranquilidad. El periodista no debe asustar al entrevistado y tampoco debe asustarse. En el momento inicial establecerá las condiciones para favorecer un diálogo entre iguales. No en el sentido de camaradería, sino en el de libertad para preguntar en función del interés público. En ese momento, el periodista no es súbdito, ni feligrés, ni admirador; pero tampoco es profesor de moral, defensor de la nación, ni juez. Es un representante de los lectores que preguntará, siempre con respeto, lo que con conocimiento y honestidad considere que incumbe a los lectores.

      Esto además servirá para advertir al entrevistado que se encuentra frente a un periodista profesional que sabe del tema y al que, por tanto, no será