lo precedente, ha de sumarse el que el desarrollo de la creatividad personal se halla indisolublemente ligado a la búsqueda de «sentido» por parte del sujeto concreto. Tal como reveló Frankl, por ejemplo, en su célebre El hombre en busca de sentido,15 la tensión positiva y esperanzada que experimenta la persona que anhela realizar una obra creativa, llena su interior de energía y de ánimo, para enfrentar la adversidad y esforzarse por seguir viviendo. Este anhelo o ideal práctico repercute, en efecto, de una forma positiva en nuestra propia capacidad para luchar por la supervivencia, aun en condiciones muy arduas. Se trata, en definitiva, del esencial rasgo humano de encaminarnos a nosotros mismos, voluntaria y deliberadamente, hacia metas, objetivos, misiones o propósitos definidos. Esto deriva del tenor teleológico de nuestra naturaleza, de nuestro íntimo afán por proponernos fines y procurarlos, lo que reobra circularmente en nuestra felicidad, motivación y tono vital general.
Finalmente, la belleza y los restantes valores estéticos pueden causar dicha a los seres humanos. En cierto sentido, siempre lo hacen. Esto, por cuanto contienen en sí una cierta promesa de felicidad implícita, ya se vea finalmente cumplida o no. Es decir, más allá de si provocan en concreto una u otra sensación placentera o una experiencia realizadora, en todos los valores estéticos se encuentra presente la evocadora llamada a la posibilidad de plenitud que se ofrece en el encuentro con tales valores. Precisamente por esto, en parte, Stendhal y otros autores han afirmado que «La belleza no es nunca otra cosa que una promesa de felicidad».16 Ahora bien, esta apelación, profunda, latente y vibrante de los valores estéticos, al sujeto, supone una sugerente propuesta o inspiración para su anhelo de gozo y de realización.
A causa de todo lo anterior, en fin, fomentar la creatividad estética personal puede resultar muy importante a la hora de despertar el aprecio de la propia existencia. Al ayudar a incrementar esta estima de la propia vida, coopera a aumentar inseparablemente la satisfacción interna del sujeto o su percepción de la felicidad. Ahora bien, dado que la salud humana, comprendida integralmente, comprehende un estado completo de bienestar personal en sus diversas dimensiones, y no solo ya la mera ausencia de enfermedad, todo esto revela cómo nuestra creatividad estética puede incidir positivamente en nuestra salud.17 Paralelamente, puede revertir en un amenguar los impulsos desestimatorios de nuestra vida, aminorar determinadas tendencias autodestructivas e incrementar significativamente nuestra resiliencia frente a estas tendencias, al contribuir al progreso de nuestra capacidad para advertir o reconocer el valor de la propia vida al captar su honda fecundidad.
NUESTRA CREATIVIDAD ESTÉTICA MANIFIESTA EJEMPLARMENTE NUESTRA UNICIDAD PERSONAL
Según lo precedente, la creatividad estética y artística supone una motivación a la hora de apreciar la propia existencia, entre otras muchas razones, porque contribuye a mostrar nuestra «irrepetibilidad».18 Esto es, porque pone de manifiesto que somos seres únicos e insustituibles, inimitables. Ello actúa revelando nuestra originalidad más honda, que no se limita a nuestra capacidad para innovar o crear algo externo, acción ciertamente realizadora, sino a nuestra intrínseca e innata originalidad como sujetos. Así, la originalidad humana nuclear desaconseja todo lo que ensombrezca este valor personal inconfundible. Lévinas, en efecto, ha vinculado hondamente unicidad e irrepetibilidad con el fundamento de la subjetividad, a la vez que ha ligado lo más originario a la experiencia del otro —la alteridad— y a lo ético, mientras su pensar rastrea las huellas de esta «originariedad» radical en terrenos muy variados, como en la relación paternidad-filiación, o incluso en el arte y lo estético, según algunos de sus intérpretes.19
Ahora bien, ¿cómo o por qué esta creatividad alcanza a testimoniar lo irrepetible y único de nuestro ser?
Seguramente, la creatividad estética constituye un terreno particularmente elocuente para la expresión de nuestro interior. Ahora bien, este privilegiado acceso y luego expresión de nuestro interior o adentro implican en sí a nuestro mismo yo, la propia identidad. Nuestra creatividad estética transparenta, «expresa», con una honda fuerza, nuestra unicidad en un doble sentido. Primero, por cuanto en ella se revela, se pone ante nuestro conocimiento, se nos hace captable ese ser propio e inimitable. Segundo, también, debido a que, a través de ella, lo hacemos patente a otros, se lo desvelamos a los demás. Esto contribuye circularmente a que madure y se vigorice nuestra originalidad. Ello, además, tiene aquí lugar mediante formas de expresión capaces de traducir esa inefable y misteriosa unicidad en lo sensible gracias al intensísimo poder comunicativo que alberga el lenguaje de lo artístico y lo estético. En cierto grado, esta creatividad logra el prodigio de expresar lo inexpresable: nuestra irreductible unicidad, nuestra radical singularidad como personas.
He aquí, en suma, una razón extremadamente pujante de esa especial capacidad de esta creatividad a la hora de trasladar y dar a conocer nuestra peculiaridad más profunda. Acaso otros métodos o caminos resultan, a este respecto, menos elocuentes que ella. Lo artístico y estético nos brindan un ámbito, en fin, privilegiado para la expresión de lo original, como sabemos, y esto en su sentido antropológico más significativo. Ofrecen una voz magnífica con la que hacer audible y ver resonar nuestro yo, voz en la que reverbera maravillosamente lo inconfundible de nuestro ser. Esto implica, también, el que se hace manifiesta, de un vehemente modo, gracias a ellos y a tal creatividad, nuestra inimitable «vocación».20 Esto es, la llamada o apelación inconfundibles e irremplazables que recibimos ya con nuestro propio ser desde lo más hondo, originario y fundamental; llamada que, a nuestra vez, dirigimos con nuestra identidad a los otros sujetos personales. He aquí, en suma, una creatividad auténticamente profunda y radical, presente siempre en nosotros, una creatividad de un alcance absolutamente genuino e intransferible.
Algunos expertos han mostrado esto mismo, en relación con el esencial valor de ciertos niveles de lo creativo en el desarrollo madurativo humano. Así:
La creatividad más que la invención de algo inexistente, reside en la posibilidad de expresarse desde la unicidad del ser de manera espontánea, acerca de lo que se percibe, se siente y se piensa. Crecer como una persona creativa implica cultivar la maestría para conectar el espíritu, el conocimiento y las acciones para expresar de manera singular y auténtica lo que intuimos, nos asombra, nos inspira y nos apasiona.21
Junto a eso, cabe notar que la relación entre el desarrollo de nuestras aptitudes creativas estéticas y nuestra unicidad e identidad se da ya desde nuestro mismo origen. Así, en la infancia, existe ya un germen de creatividad artística y estética que hemos de cultivar por cuanto colabora, con una enorme fecundidad, a la fragua o forja y a la expresión o traslación de nuestra singularidad, de nuestro yo, en su irrepetibilidad y unicidad. Así lo han revelado las experiencias, en este campo, de los especialistas:
Para el niño y la niña, la creatividad se expresa tempranamente en la vida de manera natural, cuando por ejemplo escucha sus propios sonidos y la voz de quien lo arrulla, los distingue y descubre que puede re-modular los suyos o también cuando orienta sus movimientos y sus gestos manifestando lo que le dicta su sentir. Aunque la imitación está presente en estos actos, es la singularidad de su expresividad la que le permite reconocerse a sí mismo como diferente del otro, conformando la noción de su unicidad y creando una huella propia.22
¿QUÉ OCURRE A ESTE TENOR CUANDO LA PERSONA VE LIMITADA SU CAPACIDAD CREATIVA ESTÉTICA?
Si la posibilidad de desplegar nuestra creatividad estética contribuye, tal como se ha mostrado en este lugar, a que valoremos nuestro existir, ¿qué sucede cuando esta se ve cercenada? ¿Comporta esto un debilitamiento, una minoración o socavamiento respecto a nuestra