Javier Barraca Mairal

Bioestética y salud humana


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lo precedente, ha de sumarse el que el desarrollo de la creatividad personal se halla indisolublemente ligado a la búsqueda de «sentido» por parte del sujeto concreto. Tal como reveló Frankl, por ejemplo, en su célebre El hombre en busca de sentido,15 la tensión positiva y esperanzada que experimenta la persona que anhela realizar una obra creativa, llena su interior de energía y de ánimo, para enfrentar la adversidad y esforzarse por seguir viviendo. Este anhelo o ideal práctico repercute, en efecto, de una forma positiva en nuestra propia capacidad para luchar por la supervivencia, aun en condiciones muy arduas. Se trata, en definitiva, del esencial rasgo humano de encaminarnos a nosotros mismos, voluntaria y deliberadamente, hacia metas, objetivos, misiones o propósitos definidos. Esto deriva del tenor teleológico de nuestra naturaleza, de nuestro íntimo afán por proponernos fines y procurarlos, lo que reobra circularmente en nuestra felicidad, motivación y tono vital general.

      NUESTRA CREATIVIDAD ESTÉTICA MANIFIESTA EJEMPLARMENTE NUESTRA UNICIDAD PERSONAL

      Ahora bien, ¿cómo o por qué esta creatividad alcanza a testimoniar lo irrepetible y único de nuestro ser?

      Seguramente, la creatividad estética constituye un terreno particularmente elocuente para la expresión de nuestro interior. Ahora bien, este privilegiado acceso y luego expresión de nuestro interior o adentro implican en sí a nuestro mismo yo, la propia identidad. Nuestra creatividad estética transparenta, «expresa», con una honda fuerza, nuestra unicidad en un doble sentido. Primero, por cuanto en ella se revela, se pone ante nuestro conocimiento, se nos hace captable ese ser propio e inimitable. Segundo, también, debido a que, a través de ella, lo hacemos patente a otros, se lo desvelamos a los demás. Esto contribuye circularmente a que madure y se vigorice nuestra originalidad. Ello, además, tiene aquí lugar mediante formas de expresión capaces de traducir esa inefable y misteriosa unicidad en lo sensible gracias al intensísimo poder comunicativo que alberga el lenguaje de lo artístico y lo estético. En cierto grado, esta creatividad logra el prodigio de expresar lo inexpresable: nuestra irreductible unicidad, nuestra radical singularidad como personas.

      Algunos expertos han mostrado esto mismo, en relación con el esencial valor de ciertos niveles de lo creativo en el desarrollo madurativo humano. Así:

      Junto a eso, cabe notar que la relación entre el desarrollo de nuestras aptitudes creativas estéticas y nuestra unicidad e identidad se da ya desde nuestro mismo origen. Así, en la infancia, existe ya un germen de creatividad artística y estética que hemos de cultivar por cuanto colabora, con una enorme fecundidad, a la fragua o forja y a la expresión o traslación de nuestra singularidad, de nuestro yo, en su irrepetibilidad y unicidad. Así lo han revelado las experiencias, en este campo, de los especialistas:

      ¿QUÉ OCURRE A ESTE TENOR CUANDO LA PERSONA VE LIMITADA SU CAPACIDAD CREATIVA ESTÉTICA?

      Si la posibilidad de desplegar nuestra creatividad estética contribuye, tal como se ha mostrado en este lugar, a que valoremos nuestro existir, ¿qué sucede cuando esta se ve cercenada? ¿Comporta esto un debilitamiento, una minoración o socavamiento respecto a nuestra