aeropuerto de destino fue Madrid y posteriormente en tren a Portugal, para buscar un carro Volvo enorme que el papá de Carlos le financió para comprar en Lisboa. Lo usamos el mes de la gira de luna de miel y lo vendió en Nicaragua al mismo precio que lo compró, como buen hombre de negocios. Fue un viaje bastante cómodo porque no tuvimos que movernos en trenes con la molestia de cargar maletas en las terminales o el uso de taxis, por todos los sitios que visitamos. Viajamos con un bajo presupuesto y lo hicimos rendir al máximo.
Carlos Pellas y su suegro, José Fernández. Miami, FL. 1982.
En Roma fue divertido, aunque difícil manejar por sus calles estrechas y rarísimas, con acceso único en una sola vía. Esto a pesar de que el mayor atractivo radica en sus callejuelas con pequeñas tiendas de barrio, lo que le da ese encanto que tiene la capital italiana, ideal para transitarla a pie.
Pasábamos tres o cuatro días en un lugar, si nos aburríamos nos íbamos a otro. Llegamos con gran entusiasmo a Niza, pensando que estaríamos unos cinco días, pero nos tropezamos con la dura realidad de las piedras en sus playas. Nuestra mayor sorpresa fue ver a la gente que se acostaba encima de ellas. Resultó una decepción sobre todos los lugares visitados, por la fama creada como el sitio más romántico del mundo. Nada de encantador. En ese momento, añoramos nuestra playa San Juan del Sur.
En Niza estuvimos tres horas y nos marchamos, para encontrar Saint-Tropez, un lugar maravilloso. Es una localidad y comuna francesa ubicada en el departamento de Var, en la región de Provenza, uno de los centros turísticos más importantes de la Costa Azul.
Todo era espectacular, pero volvíamos a nuestra realidad. Fue un viaje inolvidable. Nuestra luna de miel nos llenó de vitalidad para emprender juntos una nueva vida.
Ya en Nicaragua, nos quedamos con mis padres durante quince días. Luego alquilamos una casa y a los dos años construimos una propia, la misma en la que vivimos actualmente, pequeña y cómoda; la hemos ido ampliando. Nos satisface vivir para nosotros como familia, en una casa llena de nostalgias y de recuerdos bellísimos, rodeada de mucha naturaleza que nos comunica una paz inmensa.
Encontrar a Carlos en mi vida y caminar de su mano ha sido una bendición de Dios. Y si ya era importante para mí en aquel entonces, cuanto más en todo lo que significó su presencia en los acontecimientos que estaban por venir...
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