no estás aquí para convertirte en una utilidad con escasa dignidad ni para volverte más eficiente, sino para tornarte más vivo, para hacerte más inteligente, volverte más feliz, exaltadamente.
Pero esto está totalmente alejado de los caminos de la mente.
conciencia
Haz cualquier cosa que hagas, hazla con profunda conciencia, pues incluso las cosas pequeñas se transforman en sagradas. Cocinar, limpiar, se vuelven sagrados; se vuelven culto.
No se trata de qué es lo que haces, sino cómo lo haces. Puedes limpiar el piso como un artefacto mecánico; tienes que limpiarlo, así que lo haces. Pero entonces te pierdes de algo hermoso, porque malgastas esos momentos tan sólo limpiando el piso. Esta misma acción podía haber sido una experiencia grandiosa. Te la perdiste. Efectivamente, el suelo está limpio, pero algo que pudo haber pasado en tu interior no pasó. Si hubieras tenido conciencia, TÚ también (y no sólo el piso) habrías sentido el efecto de una profunda purificación.
Limpia el piso con plena conciencia, con el brillo del conocimiento. Trabaja, siéntate o camina, pero con un hilo conductor: ilumina más momentos de tu vida con la conciencia. Deja que la vela del conocimiento se encienda en cada momento, en cada acto. El efecto acumulativo de todos los momentos juntos los transforma en una gran fuente de luz.
tu naturaleza
¿Qué es la meditación? ¿Es una técnica que se puede practicar? ¿Un esfuerzo que tienes que hacer? ¿Algo que la mente puede lograr? No.
No puede ser meditación todo lo que la mente es capaz de hacer, se trata de algo que está más allá de ésta, y en ese terreno resulta absolutamente inútil. La mente no puede acceder a la meditación: cuando la termina la mente, comienza la meditación.
Es útil recordar esto porque en nuestras vidas, hagamos lo que hagamos, lo logramos por medio de la mente. Cuando nos volvemos hacia adentro, de nuevo pensamos en términos de técnicas, métodos, acciones, porque toda la experiencia de vida nos muestra que la mente puede lograrlo todo.
En efecto, la mente puede lograrlo y ejecutarlo todo, con excepción de la meditación, porque no es un logro, es más bien un estado previo, es tu naturaleza. No es necesario adquirirla, sólo es preciso reconocerla y recordarla. Está allí, esperándote; basta con darte vuelta y está a tu disposición. Te ha acompañado desde siempre.
inacción
Cuando las personas me preguntan cómo meditar, respondo: “No es necesario preguntar eso. Sólo es cuestión de permanecer libre de ocupaciones”. La meditación se produce espontáneamente. Así que sólo necesitas tener tiempo libre, eso es todo. En esto consiste todo el truco. No puedes hacer nada: la meditación habrá de florecer.
Cuando no estás haciendo nada, la energía se desplaza hacia el centro, y ahí se instala. Cuando estás haciendo algo, la energía se dirige hacia afuera. Actuar es una forma de salirse de uno mismo. No actuar es una forma de entrar en uno. Las ocupaciones son un medio de escape. Puedes leer la Biblia, puedes transformarlo en una ocupación. No hay diferencia alguna entre una ocupación religiosa y una secular, todas son ocupaciones y te ayudan a quedarte en la parte exterior de tu ser. Son excusas para quedarse del lado de afuera.
El hombre es ignorante y ciego, y quiere seguir siéndolo, porque le parece que volverse hacia el interior es como entrar en un caos. Y así es. En tu interior has generado un caos. Tienes que salir a su encuentro y superarlo. Se requiere coraje para ser uno mismo y meterse dentro de uno mismo. No conozco coraje más grande que ese de ser meditativo.
Pero la gente que se queda en la parte exterior, ya sea con cosas terrenales o no terrenales, y aun así, con ocupaciones, piensa... y ha dado origen a un rumor a su alrededor: tienen sus propios filósofos, que dicen que, si eres un introvertido, de alguna manera estás enfermo, algo no anda bien contigo. Y constituyen la mayoría. Si meditas, si te sientas en silencio, se burlarán de ti: “¿Qué estás haciendo? ¿Mirándote fijamente el ombligo? ¿Abriendo el tercer ojo? ¿Adónde vas? ¿Estás enfermo?... Porque, ¿qué hay para hacer en el interior? No hay nada en el interior”.
La mayoría de la gente piensa que el interior no existe, sólo considera que existe el afuera. Y en realidad es exactamente al revés: sólo el adentro es real; el afuera no es más que un sueño.
Pueden llamar enfermos a los introvertidos, a los meditadores. En Occidente, piensan que el Oriente está algo perturbado: ¿cuál es la finalidad de sentarse solo y dirigir la mirada hacia adentro? ¿Qué va uno a encontrar allí? No hay nada.
David Hume, el gran filósofo británico, lo intentó una vez... porque estaba estudiando los Upanishad y éstos repetían: “Entra, entra”. Este era su único mensaje. Así que lo intentó. Un día cerró los ojos (un hombre totalmente profano, muy lógico, empírico, pero en absoluto meditativo), cerró sus ojos y exclamó: “¡Es tan aburrido! Es aburrido mirar hacia el interior de uno mismo. Los pensamientos se movilizan, a veces algunas emociones también, pero siguen disparándose en la mente, y tú continúas observándolas. ¿Con qué objetivo? Es inútil. No tiene sentido”.
Y así lo entiende mucha gente. La perspectiva de Hume es la de la mayoría de la gente. ¿Qué estás haciendo para llegar al interior de ti mismo? Hay oscuridad, pensamientos flotando aquí y allá. ¿Qué harás? ¿Qué saldrá de esto? Si Hume hubiera esperado un poco más (lo cual es difícil para personas como él), si hubiera sido un poco más paciente, a medida que los pensamientos desaparecen, las emociones se serenan.
Pero, si esto le hubiera ocurrido a Hume, habría dicho: “Esto es aún peor, porque viene el vacío. Al menos, antes había pensamientos, algo de qué ocuparse, para observar, algo en qué pensar. Ahora han desaparecido hasta los pensamientos; queda sólo el vacío... ¿Qué hacer con el vacío? Es absolutamente inútil.”
Pero si hubiera esperado un poco más, entonces también hubiera desaparecido la oscuridad. Es como cuando dejas un lugar iluminado por el cálido sol y entras a la casa: todo se ve oscuro porque tus ojos necesitan ponerse un poco a tono. Están adaptados al sol; en comparación, tu casa parece oscura. No puedes ver; te sientes como si fuera de noche. Pero esperas, luego de unos segundos tus ojos se adaptan. Ahora ya no está oscuro, un poco más de luz... Descansas una hora y todo es luminoso, no hay oscuridad para nada.
Si Hume hubiera esperado un poco más, la oscuridad también se hubiera desvanecido. Como has pasado en el cálido sol de afuera muchas vidas, tus ojos se han acomodado a él, han perdido la flexibilidad. Necesitan un ajuste. Cuando uno entra a la casa, le lleva un ratito, algo de tiempo y de paciencia. No te apresures.
Nadie puede llegar a conocerse a sí mismo con apuro. Es una espera muy profunda. Se necesita una paciencia infinita. Lentamente, la oscuridad desaparece. Surge una luz que no proviene de fuente alguna. No tiene llama, no hay una lámpara encendida, tampoco está el sol allí. Una luz, tal como aparece a la mañana, cuando la noche ha desaparecido y el sol aún no ha salido... O como a la tarde, en el crepúsculo, cuando el sol se ha puesto y todavía no ha caído la noche. Esta es la razón por la cual los hindúes denominan a su oración sandhya. Sandhya significa crepúsculo, luz que carece de fuente.
Cuando te dirijas hacia el interior, llegarás a la luz que carece de fuente. En esa luz, por primera vez, comienzas a comprenderte a ti mismo y a entender quién eres, porque tú ERES esa luz. Tú eres ese crepúsculo. Tú eres esa sandhya, esa pura claridad, esa percepción, donde el observador y lo observado desaparecen, permaneciendo sólo la luz.
ser testigo
La meditación comienza cuando se separa de la mente, se vuelve un testigo. Esta es la única manera de deslindarse de algo. Si miras hacia la luz, naturalmente, una cosa es segura: tú no eres la luz, eres quien está mirando la luz. Si miras las flores, tú no eres sino el observador.