Jaime Tallis

Síndrome de Asperger


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la segunda guerra mundial.

      Los niños presentaban, pese a una dotación cognitiva y lingüística normal, una dificultad significativa en la interacción social. A esta carencia de empatía se debía su dificultad para generar relaciones de camaradería con pares; a lo que se sumaban el despliegue de monólogos a pesar de la indiferencia de los interlocutores, torpeza motriz y un interés desmedido en ciertos temas reiterativos, para los cuales mostraban un conocimiento inusual, lo que llevó a que Asperger los denominara con cariño “pequeños profesores”. Estaba convencido del origen constitucional del cuadro, que mostraba sus primeros síntomas entre los dos y tres años.

      La posibilidad de la existencia de esta nueva patología recibió la crítica de la comunidad médica, ya que supuestamente estaba basada en solo cuatro casos; sin embargo, el profesor Gunter Krämer, de Zurich, salió en su defensa, aseverando que Asperger basó su trabajo en la revisión de más de 400 casos.

      Asperger contrae matrimonio en 1935 y tiene cinco hijos. Se desempeña como soldado en Croacia a fines de la segunda guerra mundial, conflicto que produjo efectos devastadores en su obra, ya que no solo se llevó la vida de su hermana y colaboradora, sino que al destruirse el edificio del hospital se perdió gran parte de los archivos de sus pacientes; además, fue bombardeada una escuela especial fundada por él.

      En 1944 es nombrado relator de la Universidad de Viena, y en 1946 asume la dirección del Departamento de Pediatría de esa universidad, cargo que ocupará por veinte años. Fue profesor de la Clínica Universitaria de Niños, en Innsbruck en 1957, y de la Universidad de Viena en 1962. Ese mismo año es designado jefe de la Clínica de Niños de dicha casa de estudios, permaneciendo en el cargo hasta 1977. Desde 1964 lidera la estación del “SOS Childrens Village” de Hinterbrühl. Fue designado profesor emérito en 1977.

      Luego de una actividad científica y educacional intensa, que comprende la publicación de más de 350 trabajos, la muerte lo sorprende en pleno ejercicio en el año 1980.

      Ahora bien, para comenzar a delinear el cuadro podemos recoger con mayor amplitud los conceptos propuestos por Asperger en el libro Pedagogía curativa (Asperger, 1966), publicado en Viena en 1952, más específicamente en el capítulo dedicado a los psicópatas autísticos.

      Algunas de estas descripciones originales se han sostenido en el tiempo y son la base del concepto actual del síndrome; otras manifestaciones, sin embargo, serían altamente cuestionables en la actualidad, mientras que algunas son todavía hoy objeto de análisis y discusión. Vamos a referirnos a ellas con las propias palabras del autor.

      Es tema del debate actual si el síndrome de Asperger representa una patología o solo es una forma peculiar de estar en el mundo; sin embargo, para el autor, a pesar del cariño por sus pacientes y una perspectiva optimista sobre el futuro de los mismos, no tenía dudas en considerar que eran poseedores de una personalidad alterada: “se trata aquí de personalidades anormales”.

      Es también importante su observación sobre la variabilidad con que se puede presentar el cuadro, y quienes trabajamos en la clínica sabemos de la dificultad de encuadre que significan las clasificaciones más o menos rígidas, como las del DSM-IV u otras; así podemos citar el trabajo de Mayes y col. (2001), quienes tratando de ubicar nosológicamente a 157 pacientes, concluyen que tomando los criterios del DSM IV diagnosticar el desorden de Asperger es prácticamente imposible.

      Sobre este aspecto, el de la variabilidad de la presentación clínica de los pacientes, Asperger nos refiere:

      “…si uno ha tenido la ocasión de observar las manifestaciones características de este tipo, podrá advertirlas, aunque en forma leve, en muchos niños”.

      Y en otro párrafo:

      “Hay tipos entre ellos de muy diverso nivel personal: desde individuos originalísimos, que lindan con lo genial, pasando por tipos raros, ensimismados, ajenos a la realidad y de escaso rendimiento, hasta ciertos débiles mentales, semejantes a autómatas, gravemente perturbados en su contacto” (Asperger, 1966).

      Asperger fija el comienzo del cuadro alrededor de los 2-3 años de vida, a pesar de sostener que es un cuadro de origen constitucional y hereditario. Aquí se abre otro debate con algunas teorías sobre una etiología emocional sostenidas por algunas líneas psicodinámicas; pero la causa del cuadro nunca tuvo dudas para el autor: “en ningún otro tipo de psicópatas se ve con tanta claridad como en éste que el estado morboso es algo constitucional y de tipo hereditario”.

      A esta herencia, la cual hoy en día podríamos cuestionar si es tan clara en todos los pacientes, se refiere en reiteradas oportunidades (“…en todos los casos en que nos ha sido posible conocer de cerca a los padres y parientes hemos podido comprobar entre los ascendientes rasgos psicopáticos emparentados), poniendo énfasis en las profesiones de sus parientes (“el padre ejerce una profesión de tipo intelectual”, “los antepasados de tales niños por espacio de varias generaciones eran intelectuales”, “vástagos de famosos sabios y artistas”) pero remarcando que las personalidades especiales de los padres no eran la causa del cuadro de sus hijos, sino marca del origen genético:

      “El hecho de que tales niños sean autísticos no puede fundarse en las malas influencias educativas a que se ve expuesto el hijo único, sino que trasciende de disposiciones innatas, heredadas de padres casi siempre igualmente autísticos”.

      Dijimos que esta ascendencia familiar peculiar podría hoy discutirse si es válida universalmente, como también su observación sobre la prevalencia en hijos únicos; pero es muy significativa su interpretación sobre el significado de este hallazgo, con argumentos aún valederos en la discusión sobre algunas interpretaciones psicodinámicas sobre el rol de los padres en cuadros del espectro autístico. Asperger señala que esta condición de hijo único tiene que ver con la patología del padre y no es causa del cuadro del hijo: “hay que recalcar, por consiguiente, que ser hijo único es más bien un síntoma del cuadro autístico que su causa”.

      Nuevamente nos parece importante remarcar otros aportes incuestionables de Asperger, no solo en el debate sobre la etiología de los niños descritos por él, sino sobre todos los pacientes del espectro autístico. Cuando se refiere al rol de la madre, delimita al igual que para el hijo único, qué es lo primero y qué es lo que se genera posteriormente:

      “...aun cuando al efectuar una profunda anamnesis se comprobara que estos niños habían sido objeto de menos cariño maternal del que hubiera sido necesario para el desarrollo de una personalidad normal, ¿no podría tener esto mismo su razón de ser en el hecho de que el niño, en disposición autística, hubiese rechazado en su más tierna infancia tales muestras de cariño? Se nos ha informado a menudo acerca de tales comportamientos. Por tanto, volvemos a encontrar mezclados la causa y el efecto”.

      Aquí vuelve a aparecer clásica pregunta: ¿qué es lo primero, el huevo o la gallina? Para coronar estas anticipaciones geniales a los debates actuales sobre la etiología de los cuadros del espectro autístico, no rechaza las posibilidades de una interacción dinámica entre factores constitucionales y situaciones ambientales: “un factor y una situación ofrecida por el ambiente”.

      Asperger observa que el cuadro se da casi exclusivamente en el sexo masculino, y ofrece una serie de consideraciones que hoy podemos juzgar de anticipatorias, ya que coinciden con una teoría sobre la causa del síndrome esbozada hace unos años por Baron-Cohen y col. (2001), la Teoría del Cerebro Masculino Extremo. Obviando ciertos prejuicios sobre la mujer, producto de la época de sus escritos, es importante reproducir algunos párrafos sobre este tema:

      “El psicópata autístico es una variante extrema del carácter masculino, de la inteligencia varonil (…). Aparecen diferencias típicas entre la