de segundos para correrse su programación.
—Detecto niveles de alta intensidad en el cuadrante zeta.
—¡Cómo es posible! ¡Ese cuadrante está reforzado!
—¿Qué sucede? —les asistió Jed en cuanto deslizó la puerta.
—Ve por el Comandante —pidió Myra con desesperación.
—¡Qué sucede! —interrumpió la agente Paddock con un rostro serio.
—Hay una brecha, necesitamos al Comandante.
—No está disponible ¿ya verificaron la transmisión?
—Ochenta por ciento autentificada —acertó Myra.
—¿En cuánto tiempo atravesará el escudo?
—En quince minutos —pronosticó Sharon— treinta a lo mucho.
Idelle, en su atuendo negro, se tomó unos segundos en medio de la silenciosa tensión.
—Envía al Escuadrón Beta —ordenó a Jed quien asintió a su compañero Keene para que hiciera el contacto—. Intercepta las transmisiones y aísla los sistemas —especificó a las muchachas de monitoreo—. El resto, ya sabe qué hacer.
Idelle se dirigió a su escritorio y comenzó a supervisar el proceso a través de los monitores. Atenta a cada una de las acciones y conversaciones del personal.
Ezra y Gale se encontraban analizando los niveles de intensidad del cuadrante zeta descubriendo que debido a la cercanía del sol, el sistema pudo haber sufrido un cortocircuito causando momentáneamente una abertura para los forasteros de usarla como su ventana de oportunidad.
Sin perder el tiempo comenzaron a buscar alternativas para reforzarlo y calcular la siguiente medida de acción.
Entretanto Keene notificaba a la encargada del Escuadrón Beta mientras Jed reordenaba los planos y realizaba un reporte oficial de la misión con sugerencias y prohibiciones.
En la otra esquina, Leith autorizaba el uso del Black-Ghost, un helicóptero ligeramente motorizado. En cuanto a su compañero Nathan, éste ingresaba a la computadora del transporte para transmitir las claves de autorización. En la descarga descubrió su baja potencia y solicitó a Keene solicitarles que lo recargaran antes de partir puesto que los niveles de energía eran insuficientes para recurrir al modo de invisibilidad.
Todo a su alrededor parecía indicarle malas noticias a Idelle y por ese motivo, decidió comenzar a redactar el informe para entregárselo al Comandante en cuanto pisara la Central Norte. Esperaba y fuese lo más pronto posible porque no había minutos de sobra.
II
Las imágenes eran confusas por la forma desordenada en que se proyectaban dentro del subconsciente de Elder Musik.
—¡Estás a salvo! ¡Descuida Elder! ¡Vas a estar bien!
El rostro de aquél individuo estaba un poco borrosa pero aun así se captaba el perfil.
—Tú eres… ¿No recuerdas?
Existió un breve segmento donde pudo ver con claridad el rostro de su salvador.
—¡Resiste Elder! —insistió— ¡Sólo resiste!
El equipo detrás de la extracción de Elder optó por sedarlo para contrarrestar el dolor infligido por el impacto. El personal médico esperaba con impaciencia que no cayera en coma por todas las preguntas que tenían en mente hacerle. De manera imprevista, la maquina empezó a registrar una ausencia de actividad cardiaca.
Rápidamente adquirieron el desfibrilador para resucitarlo antes de que fuese tarde. Tras varios intentos su corazón seguía sin reaccionar. Ante el pitido constante de la muerte, decidieron aumentarle el nivel de intensidad pero aun así no daba resultado.
El helicóptero iba lleno de tanta desesperación y persistencia; los doctores hacían lo posible por no dejar morir a este individuo misterioso que podría ser la clave a muchos misterios del universo y de igual forma en el futuro de la tecnología biológica o genética.
—¡De nuevo señores, carguen!
En el momento en que ejecutaron la maniobra, Elder sintió la descarga por todo su cuerpo, lo cual le produjo un intenso y perpetuo grito de dolor.
—¡Sosténgalo!
Elder comenzó a desesperarse, el personal comenzó a sujetarlo pero el helicóptero se movía más de lo normal.
—¡Maldita sea James! ¡Mantén el maldito transporte estable!
—¡Eso intento Dr. Berger! ¡Algo está interfiriendo con los controles!
Entre la constante turbulencia, lograron inyectarle un tranquilizante al ansioso paciente.
—¡Es un tipo de explosión eléctrica! —notificó James revisando el sistema de rastreo— ¡Y no viene de abajo sino de arriba!
—¡Desciende!
—¡Muy tarde! ¡El sistema está frito!
Los sistemas activaron la alarma conforme el helicóptero giraba con descontrol; la camilla del paciente se volteó de golpe pero al menos los paramédicos lograron sujetarla protegiendo de paso al paciente.
Ante aquel aterrizaje forzado, Elder residía inconsciente, el tranquilizante se había excedido hasta el punto de hacerlo perderse del tremendo espectáculo.
Durante un sobregiro brutal, un hombre salió disparado tras abrirse una compuerta ante la falla eléctrica.
—¡Hank! —gritaron con extrema impotencia al no haberlo detenido.
—¡Intenta estabilizarlo antes de que salga volando otro más!
—¡Eso hago Dr. Berger! —James estaba enfurecido por la presión adicional —¡Oh demonios!
El Helicóptero se impactó.
Elder se levantó asustado, la habitación temblaba vigorosamente. Con precipitación se tocó el pecho y comenzó a respirar para tranquilizarse. Las bocanadas de aire eran rápidas y de costumbre, disminuían en el ritmo conforme se apaciguaba el terremoto.
Habían pasado tres años desde aquél accidente y los recuerdos sobre dicho suceso continuaban dañados. Las pesadillas le brindaban nuevos detalles olvidados como la caída del helicóptero.
En cuanto a lo ocurrido previo al impacto, ese pasado permanecía todavía borroso. No poseía ni la más remota idea de cómo ingresar a esa parte cognitiva sellada para encontrar las respuestas buscadas.
Sabía que su nombre era Elder Musik por causa de la etiqueta adherida en su desgastado uniforme, el cual ahora era propiedad de los científicos de las instalaciones del Sector Cero, lugar donde actualmente radicaba refugiado, extraoficialmente hablando.
El motivo de no dudarlo se debía al rescatista misterioso que le salvó la vida. No pasaba un día sin preguntarse: ¿qué había sido de él? o ¿cómo era que sabía su nombre? y ¿por qué lo abandonó así de abrupto?
Era frustrante no recordar el pasado y no tener noción del presente. Por más análisis y experimentaciones aplicadas, su memoria no sanaba a la par de su cuerpo. En el momento del accidente, la mente simplemente se reseteó sin un mecanismo de reserva que éste supiera.
La recuperación física fue bastante dolorosa en los primeros meses; de milagro se curó de cada una de sus heridas. Las piernas rotas estaban como nuevas y su brazo había adquirido una amenazante fuerza. Inclusive aquellas quemaduras habían cesado de molestarlo, hasta el grado de no quedar mancha alguna o cicatriz. Era como si su cuerpo jamás hubiese experimentado tal catástrofe ante la falta de evidencia física.
Los doctores tampoco podían explicarlo, formulaban teorías y teorías hasta que las muestras de sangre indicaron que había algo especial en sus genes. Como era usual, optaron por conservar los datos recabados en absoluta discreción.