Adriana María Alzate Echeverri

Repertorio de la desesperación


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Las emociones conforman el paisaje de la vida mental y social. Es necesario considerarlas como una respuesta inteligente a una percepción de valor, porque ellas están imbuidas de raciocinio y discernimiento, no son instintivas, irracionales o “animales”; también contienen en sí mismas una conciencia de valor e importancia, y expresan la vulnerabilidad constitutiva de los seres humanos.29

      Las estructuras mentales y los estados de la sensibilidad dejan rastros y huellas en todas partes, hay que interrogarlos, intentar reconstruirlos y aprehender esa dimensión huidiza, para comprender las complejas realidades del pasado.30 En los archivos criminales, como los que se indagan, la emoción se revela como un actor social, las formas procesales —interrogatorios, testimonios, declaraciones, confesiones y sentencias— están cargadas de emociones; aunque, a veces, sea difícil percibirlas con claridad, es necesario tenerlas en cuenta, explorarlas, descifrar su sentido y darles un espacio en la reflexión.

      Entre las emociones que el estudio de estas fuentes provocó, quizá, la compasión sea la más fuerte y significativa. Este concepto designa una emoción dolorosa orientada hacia el sufrimiento grave de otro, que se compone de tres pensamientos: el de gravedad, el de la no culpabilidad y el de la similitud de posibilidades. En el primero, la persona que siente compasión piensa que otra está sufriendo de un modo importante y no trivial. En el segundo, quien experimenta la compasión tiene la impresión de que el origen del padecimiento ajeno ha sido causado por algún factor del que no se puede culpar a esa persona. Y, en el tercero, quien siente compasión suele pensar que quien sufre se le parece y tiene posibilidades de vida similares a las suyas.31 Todos estos elementos confluyen en el estudio de los casos aquí realizado.

      Sin duda, dar un lugar a las emociones permite construir un conocimiento más complejo y completo del significado que los seres humanos dieron a su mundo social, porque las emociones son una manera de dar significado a la vida. Dejarse afectar por la emoción en casos como los que aquí se estudian, a partir de las palabras sucintas, moderadas, cautelosas y repetitivas de quienes están en el tribunal, le permite, asimismo, al historiador proyectarse en el drama que analiza, imaginarlo y conjeturar, siempre según las fuentes que tiene ante sí.

      Para reflexionar sobre las situaciones siniestras y penosas que muestran los expedientes, hay que estar preparado para ser conmovido por ellas; no se sale incólume de tal proceso.

      Un repertorio es un conjunto de obras dramáticas que una persona o una compañía tienen ensayadas para representar. En el título, el término “repertorio” fue pensado como la relación de estudios de casos de suicidio, que son, de por sí, en intensidades diferentes, dramáticos. Es decir, que están relacionados con situaciones humanas conflictivas, cuya acción tiende a ser tensa, inquieta y abrumadora.

      La noción de “desesperación”, por su parte, atraviesa de principio a fin la reflexión que aquí se propone. Se trata de un pecado y no de un estado psicológico específico. Para la Iglesia, quien había puesto fin a sus días había desesperado del perdón o la misericordia divina; por eso, lo excluía de la comunidad cristiana, lo cual se señalaba de forma ostensible en la negación del ritual fúnebre y de la sepultura eclesiástica.32

      El corte temporal de esta investigación, 1727-1848, no solo corresponde a los límites cronológicos de los procesos analizados, el primero y el último; también comprende un periodo de tránsito de una sociedad colonial, del Antiguo Régimen, a una con rasgos más modernos. Fue escogido con la aspiración de rastrear un cambio, pero —como se verá— no hay muchas transformaciones en el discurso y en la valoración de la conducta suicida, aunque sí se nota un poco más de tolerancia, pues desaparece como delito.

      ***

      El estudio del suicidio en el mundo colonial considerará diversas variables para construir una visión más completa del fenómeno. En principio, para poder comprender, en cierta medida, el sentido de los actos y de las prácticas de autodestrucción en ese tiempo y lugar, la investigación se dedicó en el capítulo uno a la reflexión que sobre el suicidio se desarrolló entre teólogos, juristas, letrados, filósofos, médicos y moralistas en algunos momentos clave de la historia de Occidente. El cristianismo ha condenado este acto a lo largo de los tiempos; así, los sacerdotes impedían darle cristiana sepultura al suicida. ¿Cuáles fueron las razones de tal rechazo? Desde el derecho, también se le consideró un crimen. Desde el punto de vista médico, muchos estimaban que los suicidas no estaban en “sano juicio”, por lo que enviaban al suicida del lado de la anormalidad, de la patología y de la locura. Ese aparte también se detiene en la mención de los textos y corpus legislativos que abordaban la reflexión sobre el homicidio de sí mismo en los que se apoyaban los jueces y los abogados neogranadinos para argumentar en las causas que seguían. Al final, se explican las etapas que tenían los juicios criminales en la época, con el fin de ofrecer herramientas comprensivas para la narración de los casos que se presentarán en los capítulos dos y tres. Se ha considerado que, si bien las ideas sobre el suicidio que prevalecieron en los discursos presentados en los tribunales eran tributarios de una visión eurocéntrica, occidental del suicidio, en ocasiones, las fuentes permitieron atisbar otras perspectivas sobre el asunto, provenientes de cosmovisiones africanas o indígenas, que se tratarán someramente en los capítulos tres y cuatro.

      Luego, el interés se desplaza hacia los suicidas. El capítulo dos se consagra a la exploración de ocho casos de suicidio (entre criollos, europeos blancos e indígenas). Constituye una galería, un conjunto de retratos de personas que cometieron o intentaron cometer este crimen. Se busca entender las motivaciones de la conducta suicida a partir de la mirada de quienes debían tratar o afrontar ese acto en la vida social: familiares, amigos, sacerdotes, médicos y jueces. Se piensa la motivación como una construcción hipotética, planteada para explicar este hecho fatídico. Hay un entresijo de circunstancias sentimentales, religiosas, médicas e idiosincráticas que si bien hacen de cada caso un universo particular, pueden también revelar aspectos importantes de las sensibilidades colectivas. La amplitud y complejidad del suicidio como fenómeno histórico ha demostrado sus implicaciones culturales profundas. En este sentido, la investigación aspira a dar un sentido histórico a las diferentes situaciones individuales que se encuentran en los archivos.

      El capítulo tres se detiene en el estudio de la muerte voluntaria de los esclavos en el Nuevo Reino de Granada. Los siete casos de los africanos sometidos evidencian que aquella pone en escena distintos sentidos y fuertes tramas culturales, en una relación compleja, no mecánica ni simplificada, con la condición de servidumbre. El capítulo aborda el fenómeno del suicidio en algunas culturas africanas, especialmente aquellas que creían en la metempsicosis, es decir, en la reencarnación de los hombres en otros cuerpos, en su tierra de origen, después de la muerte. En la América española, el suicidio fue una causa constante de muerte entre los esclavos, en general, interpretada como un acto de resistencia ante los amos.

      En los capítulos dos y tres, prevalece una escritura contenciosa que pretende ser fiel a las escenas que se vivían en los tribunales neogranadinos frente al crimen de homicidio de sí mismo. Esta retórica judicial busca mostrar cómo se juzgaba el delito, los discursos de los cuales se alimentaban las diferentes valoraciones y el debate argumentativo y probatorio. Con el mismo objetivo, la exposición de los casos sigue la estructura del proceso judicial. Esta elección estilística procede también del deseo de rescatar en la medida de lo posible las palabras de los reos que sobrevivieron y de los familiares o amigos de quienes se suicidaron, gentes simples y anónimas que, en el encuentro con el poder judicial, hallan una oportunidad de salir de la sombra por un instante.

      Por último, el capítulo cuatro pretende ampliar, profundizar y aclarar varios aspectos clave, importantes para la reflexión propuesta, que no pudieron ubicarse en los tres primeros capítulos, porque habrían desorientado o fragmentado la lectura fluida de los casos estudiados. En este, se presentarán las significaciones del suicidio en algunas comunidades indígenas, antes de los procesos de la Conquista española, durante estos y después; así como la interpretación de los medios más utilizados para cometer el delito, los lugares y los momentos en los que se realizaba, entre