Карл Густав Юнг

El libro rojo


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autobiográfico, pero no como una autobiografía”. (53) Desde los tiempos de los diálogos platónicos en adelante, la forma dialógica ha sido un género destacado en la Filosofía occidental. En 387 d. C., San Agustín escribió sus Soliloquios, que exponen un largo diálogo entre el propio Agustín y la ‘Razón’ que lo instruye. Estos comienzan con las siguientes líneas:

      Andando yo largo tiempo ocupado en muchos y diversos problemas, y tratando con empeño durante muchos días de conocerme a mí mismo, lo qué debo hacer y qué he de evitar, de improviso vínome una voz, no sé si de mí mismo o de otro, desde fuera o dentro (porque esto mismo es lo que principalmente quiero esclarecer); (54)

      Mientras que Jung escribía en el Libro negro 2:

      “¿Qué es lo que estoy haciendo? Seguro que no es ciencia, ¿qué es?”. Entonces una voz me dijo: “Es arte”. Esto me provocó la impresión más curiosa que se pueda concebir, pues no me parecía en lo más mínimo que lo que yo estaba escribiendo fuese arte. Entonces sostuve: “Quizá mi inconsciente esté formando una personalidad que no soy yo, pero que a toda costa quiere llegar a expresarse”. No sabía exactamente por qué, pero sabía con seguridad que la voz que me había acabado de decir que mi escritura era arte provenía de una mujer. [...] Pues bien, le dije muy enfáticamente a esta voz que lo que yo hago no es arte y sentí crecer una gran resistencia en mí. Mientras tanto ninguna voz tuvo éxito, y yo continué escribiendo. Luego experimenté otro sobresalto como el primero: “Eso es arte”. Esta vez la pude asir y respondí: “No, no lo es”, y aguardé una pelea. (55)

      Jung pensó que esta voz era ‘el alma en sentido primitivo’, a la que llamó el anima (la palabra latina para alma). (56) Afirmó que “al disponer todo este material para su análisis, estoy, en efecto, escribiéndole cartas a mi anima, como una parte en mí que adopta un punto de vista diferente del mío. Recibí respuestas de una nueva índole –estaba en análisis con un espíritu y una mujer”. (57) Recordó retrospectivamente que esa era la voz de una paciente neerlandesa con quien tuvo trato entre 1912 y 1918. La mujer había persuadido a un colega psiquiatra de que era un artista incomprendido. Pensaba que lo inconsciente era arte, pero Jung respondió que era naturaleza. (58) He sostenido previamente que la persona en cuestión –la única mujer neerlandesa en el círculo de Jung en esos tiempos– era Maria Moltzer, y que el psiquiatra era el amigo y colega de Jung Franz Riklin, que fue abandonando crecientemente el psicoanálisis por la pintura. En 1913, se convirtió en alumno de Augusto Giacometti, el tío de Alberto Giacometti, y se volvió un importante pintor abstracto temprano por derecho propio. (59)

      La entrada del diario que corresponde a noviembre en Libro negro 2 describe la sensación de Jung respecto del regreso a su alma. Vuelve a contar los sueños que lo llevaron a optar por una carrera científica y los recientes sueños que lo retrotrajeron a su alma. Tal como recuerda en 1925, este primer período de escritura llegó a su fin en noviembre: “Ya que no sabía que vendría después, pensé que quizás se necesitaba más introspección... Diseñé un método muy aburrido fantaseando que estaba cavando un pozo, y aceptando esta fantasía como perfectamente real”. (60) El primero de tales experimentos tuvo lugar el 12 de diciembre de 1913. (61)

      Tal como indiqué antes, Jung había tenido una extensa experiencia estudiando médiums en estado de trance, durante los cuales eran alentados a producir fantasías en estado de vigilia y alucinaciones visuales, y había además llevado adelante experimentos con escritura automática. En varias tradiciones religiosas habían sido utilizadas ciertas prácticas de visualización. Por ejemplo, en el quinto ejercicio espiritual de San Ignacio de Loyola, los individuos son instruidos acerca de cómo ‘ver con los ojos de la imaginación, el largo, el ancho y la profundidad del Infierno’, y a experimentar esto con una inmediatez sensorial completa. (62) Swedenborg también se entregaba a la ‘escritura espiritual’. En su diario espiritual, una entrada dice:

      26 ene. 1748. – Los espíritus, si les es permitido, pueden poseer a quienes hablan con ellos tan absolutamente que se creería que están por completo en el mundo, y de hecho, en una manera tan manifiesta que pueden comunicar sus pensamientos a través de un médium y aún mediante cartas, pues a veces, y de hecho a menudo, han dirigido mi mano cuando escribía, como si fuera la suya propia; de tal modo que pensaron que no era yo, sino ellos mismos los que estaban escribiendo. (63)

      Desde 1909 en adelante, en Viena, el psicoanalista Herbert Silberer llevó a cabo experimentos sobre sí mismo en estados hipnagógicos. Silberer intentó que aparecieran imágenes. Estas imágenes, sostenía él, presentaban descripciones simbólicas de la serie previa de sus pensamientos. Silberer se escribía con Jung y le envió ejemplares de sus artículos. (64)

      En 1912, Ludwig Staudenmaier (1865-1933), profesor de química experimental, publicó un libro titulado La magia como una ciencia experimental. Staudenmaier se embarcó en la autoexperimentación en 1901, cuando comenzó a practicar la escritura automática. Apareció una cantidad de personajes, y descubrió que ya no necesitaba escribir para entablar diálogos con ellos. (65) También se indujo alucinaciones acústicas y visuales. El objetivo de su empresa era utilizar la autoexperimentación para proveer una explicación científica para la magia. Sostuvo que la clave para la comprensión de la magia yacía en los conceptos de alucinación y de ‘subconsciente’ (Unterbewußtsein) y le dio particular importancia al rol de las personificaciones. (66) De este modo advertimos cómo los procedimientos de Jung se asemejan mucho a una variedad de prácticas históricas y contemporáneas con las cuales él estaba familiarizado.

      Desde diciembre de 1913 en adelante, siguió llevando a cabo el mismo procedimiento: inducir deliberadamente una fantasía en estado de vigilia y luego entrar en ella como si se tratara de una obra de teatro. Estas fantasías pueden ser entendidas como una especie de pensamiento dramatizado en forma pictórica. Al leer sus fantasías, se vuelve evidente el impacto en Jung de sus estudios de mitología. Algunas de las figuras y las ideas provienen directamente de sus lecturas, y la forma y el estilo atestiguan su fascinación por el mundo del mito y de la épica. En los Libros negros, Jung pone por escrito sus fantasías en entradas fechadas, junto con reflexiones acerca de su estado mental y sus dificultades para comprender esas fantasías o visiones. Los Libros negros no son diarios de eventos, y hay muy pocos sueños consignados en ellos. Se trata, más bien, de los registros de un experimento. En diciembre de 1913, se refirió al primero de los libros negros como al “libro de mi experimento más difícil”. (67)

      Al recordar esos tiempos explicó que su problema científico consistía en observar qué sucedía cuando apagaba su consciencia. El ejemplo de los sueños indicaba la existencia de una actividad de fondo, a la que él quería dar una posibilidad de emerger, tal como se hace al consumir mescalina. (68)

      En la entrada de su libro de sueños del 17 de abril de 1917, Jung observa: “Desde entonces, frecuentes ejercicios en el vaciamiento de la consciencia”. (69) Este procedimiento era claramente intencional –mientras que su objetivo era permitirles a los contenidos psíquicos aparecer espontáneamente–. Recordaba que, bajo el umbral de la consciencia, todo estaba animado. Por momentos era como si escuchase algo. Otras veces se daba cuenta de que estaba murmurando para sí mismo. (70)

      Desde noviembre de 1913 hasta julio del año siguiente, permaneció en duda respecto del significado y la importancia de su empresa, y acerca del significado de sus fantasías, que continuaba desarrollando. Fue durante esta época que Filemón, que probaría ser una figura importante en fantasías subsiguientes, se le apareció en un sueño. Jung narró:

      El cielo estaba azul, pero parecía el mar. Estaba cubierto, no por nubes sino por terrones marrones de tierra. Parecía como si los terrones se resquebrajaran y el agua azul del cielo se volviera visible entre ellos. Pero el agua era el cielo azul. De pronto desde la derecha pasó planeando un ser alado. Era un hombre anciano con cuernos de toro. Llevaba un manojo de cuatro llaves, de las cuales una la sostenía como si estuviese por abrir una cerradura. Era alado, y sus alas eran las de un martín pescador, con sus colores característicos. Debido a que no podía entender esta imagen onírica, la pinté para poder visualizarla mejor. (71)

      Mientras estaba pintando esta imagen, halló un martín pescador (un ave que es muy difícil de encontrar en las cercanías de Zürich)